El fenómeno humano de la superioridad en el planeta, no deja de afinarse, perfeccionarse hacia nuevas élites, nuevas cimas de la pirámide de la dominación. Es así que la violencia y la manipulación, la opresión y la esclavitud, no dejan de regenerarse y reinventarse, en vez de extinguirse o remitir.
Hay un mundo de viejos pensamientos, de viejas acciones y viejos deseos, un mundo que, sabemos, está a punto de extinguirse. Un mundo caduco y obsoleto que se extinguirá con nosotros si no saltamos a tiempo: el mundo del dinero, del poder, el absurdo universo de la acumulación total.
Porque en un momento cualquiera, la ramita seca sobre la que se para el pájaro implume del sentido social, se quiebra y todo se desploma vertiginosamente. Estamos a punto de recuperar el mundo, seres humanos reales, sintientes, o ser arrasados por los hombres máquina, los diseñadores felices den cañones y ametralladoras.
De todas maneras -es inevitable- por una vez habrá algo mas que chatarra y huesos secándose al sol: quedarán los campos tapizados de papelitos de colores, el mismo aire, acelerando en el viento de una nueva primavera, amontonará divisas de todos los imperios contra los derruidos muros de las viejas corporaciones.
De una manera increíble, y grotesca, alimentamos instituciones a las que, inexplicablemente, dimos tantos años, el poder de comprar armas para asesinarnos y esclavizarnos con un ficticio compromiso inexplicablemente falso llamado billete, dinero.
Este proceso gradual, imperceptible, de hastío, de asco visceral que nace de la repetitiva imposición de la medicina social impuesta con modales de abuelita, ya no retrocederá: no hay un animal libre que vuelva voluntariamente a la jaula.
Hay tantas soluciones para dar, tanto espacio a resignificar, que poner la energía en un lado o en otro, no es solo una decisión política, sino un acto de supervivencia colectiva.
Sin embargo, este desfasaje entre lo caduco y lo posible, como toda primavera, también arrastra un caudal creciente de depredadores, sicópatas y narcisistas, oportunamente ansiosos por aprovechar la vulnerabilidad de una nueva confianza que puedan, una vez más, usufructuar.
Cada vez más expuestos y desnudos en sus pedestales, dirigentes o influencers, comerciantes, gurúes, creadores de opinión, siguen jugando a la corrección perfeccionista, a la idoneidad humana intachable, y usurpan espacios de liderazgo mimetizándose bajo una máscara de empatía y bondad -que detestan y aprovechan a la vez- sin dejar de capturar incautas almas para alimentar su oscuridad.
Nos quieren imponer tiempos pre-apocalípticos cuando en realidad estamos a las puertas del tiempo de la libertad y la conciencia total, ya liberadas ambas de su sumisión al concepto, a la doctrina, a la lucha fratricida entre imperios...
Cada persona es hoy, más que nunca, responsable del alcance de sus actos, de su voluntaria contribución a un mundo nuevo y posible, a un destino compartido y común, o de otra manera, a la ya eterna entronización de la violencia sectaria y la dominación económica, el hambre y la desertificación, la exclusión, el exterminio.
Claro, todo se replica, se construye de abajo hacia arriba, más allá de la percepción hegemonizante de que las decisiones de unos pocos formatean al resto de la humanidad: nosotros decidimos, sumamos consenso, hasta favorecer nuestra propia inminente autodestrucción.
Es en la suma total de nuestras voluntades y decisiones, de nuestras miradas libres de fronteras, clases y jerarquías, que lograremos un consenso humano que favorezca a los seres humanos: la posibilidad existe cada día.
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