06 diciembre

¡No me alcanza, dame más!


 

 

 

Consumo 

A veces me desamodorro y pienso…

¿Cómo es posible que nos entreguemos tan indefensamente al caos, al desastre, que nos sumemos sin dilación al despertar, a la misma maquinaria que nos aplasta día tras día? …pretendiendo que todo puede ser traducido a dinero ¡a papel! Para soñar que también tenemos una oportunidad, cuando al fin solo nos ponemos precio a nosotros mismos.

  Si, el caos se disfraza de consumo.  Consumo consumible, consumición, consumación.  Es lo que aprendemos desde chiquitos porque nacimos para eso, para poder adueñarnos de un segundo de satisfacción única envuelto en colores y formas agradablemente artificiales. Para disfrutar del seudodominio de la naturaleza y los elementos a través de un papel pintado.

  Antes se vivía mal cuando no había comida ni leña, cuando la gente tiritaba bajo la nieve sin saber si iba a superar el invierno.  Hoy en día hemos evolucionado tanto que nos queremos matar si falla el aire acondicionado o cortan los 73 canales de cable un solo día.

  Somos el combustible del sistema.

  Sin embargo cuando le  doy una golosina a un niño me siento realmente poderoso, amable, amado, generoso, llevándolo a esconder su enojo, su llanto o reclamo, su genuina expresión de independencia y carácter.  Destrono su inconformismo, regulo su afecto con un par de palitos de la selva de 25 centavos.  Astutamente, deduzco, debo guardar una bolsa de caramelos en un lugar secreto para sortear futuras desavenencias.  Instauro el chantaje más burdo como salvaguarda de la convivencia, como protector de la comodidad, sin darme cuenta que soy al mismo tiempo chantajeado.  

  ¿En qué momento me deje conformar? ¿En qué oscuro día deje de pensar por mí mismo, solo para reflejar la eterna y sin sentido crisis humana y económica mundial en mi crisis cotidiana?  Consumiendo aunque no pueda pagar, aunque en realidad no me guste, aunque me lo prohíba el médico, aunque me mate.  Aunque deba justificar sin argumentos el derroche del mundo que dejare a mis hijos (pero todavía alcanza para ellos, afirmo, cien años mínimo: los ecologistas exageran).    

  Entonces hacemos todo al revés, comemos una nuez que viene en barco porque nació a seis mil kilómetros de distancia, usamos un árbol entero para hacer un escarbadientes, matamos un rio para fabricar una botella de gaseosa.

  Eliminamos miles de especies autóctonas para poder comer una sola hamburguesa de soja.  Porque el exterminio puede ser también vegetariano y ecológico, y con toda la onda, lo único esencial es negarnos a hacernos cargo de saber de dónde viene ese paquete de arroz integral y adonde termina después de tirarlo responsablemente al tacho de basura, y mantener esa conducta sin fisuras con todo lo demás, por las dudas…

  Pero no importa, ni siquiera sabemos ya por que vivimos, es más, es increíble que ya no nos importe ni saber algo tan básico y fundamental como de que esta hecho lo que comemos, además de colorantes, espesantes, saborizantes estabilizantes y jarabe de maíz de alta fructuosa… ¿es que hay algo más? Ah sí: ¡ocho vitaminas y hierro! ¡Y minerales! ¡Y calcio! ¡Y…! Y a pesar de la lista interminable de nombres bonitos y mejores intenciones, seguramente el 99 por ciento será agua sucia o plástico.  ¡Y no solo en el caso de una leche o juguito congelado sino ya cuando hablamos de autos puentes y aviones!

  Es revelador comprobar que la única industria que soporta un estricto control de la calidad en sus materiales y características es la industria militar. 

  Pero ignoramos que existe lo que nos inquieta, lo que no podemos explicar, y seguimos amaestrando personas, seguimos sembrando sumisión, seguimos atando y empaquetando libertades porque así está dicho, y no voy a ser vos, no vas a ser yo, el que primero piense en una alternativa. 

  Para el enfoque actual del mundo, a las personas solo les estaría faltando nacer enlatadas, ya que no pasan de ser un producto financiero: nacen para pagar los intereses de la inmensa deuda que arrastramos con el planeta y con la conciencia humana.  Claro que los banqueros dicen que les debemos dinero a ellos…

  Entonces nos alineamos, ya que igual va a ser así, buscando el resquicio que nos permita ser asesinos en vez de asesinados, amos en vez de esclavos, tiranos en vez de Don Nadies.  Y no hay nada en el medio, solo se puede correr de un extremo a otro, porque así es mejor para la logística del sistema.  Yo me como un alfajor y tiro el envoltorio, un país se come a otro y tira los huesos. 

  Para el corazón del imperio y para mi es esencial la propaganda, y nula el ansia de verdad, porque esa galletita envuelta en azucares ultra refinados es tan sana y nutritiva como ventajoso llevar la guerra a través del océano para atrapar recursos que son mínimos en comparación con los que se destruyen. 

 Pero si no creyéramos en la propaganda tal vez las fábricas se detendrían, y al bajar el nivel de contaminación los aburridos obreros y soldados tal vez se terminarían encontrando uno al lado del otro cultivando o pescando sus propios alimentos, comunicándose con la tierra y el rio en vez de la televisión. 

  Como si fuera posible, en un mundo donde los soldados pelean por su derecho a la calefacción o el aire acondicionado y los obreros por un mejor bono de navidad, por supuesto a través de las correspondientes  jerarquías: el corporativo empresario coronel o el corporativo empresario sindicalista. 

  Y si, seguimos generando basura, y más basura mental para cerrar los ojos con fuerza, hasta que no se pueda amontonar más,  hasta que rebalse el patio del vecino, y luego el nuestro, después de nuestra cabeza claro.   Es un hecho inexorable, por cierto, ya que la obsolescencia programada paso de los teléfonos celulares a las personas y la tristeza de no poder adquirir lo que pone tan felices a esos tipos en la publicidad nos consume la alegría mucho antes que llegue el cáncer a cerrar la puerta de tan inicua existencia.

  Ubicua, metódica y permanentemente, disimulemos convenciéndonos de que el afamado Big Bang todavía está por empezar ¡Hasta que podamos sacar a los dinosaurios a pasear! 

 

Culminación


 


 

El suplantador 

Estaba admirando a los hombres, a los guerreros, espléndidos en sus armaduras de cuero y metal.  Filas y filas recortándose contra las colinas, la masa humana firme entre las viejas ruinas, antiguos baluartes, fortalezas de otras épocas. El viento barría kilómetros de naturaleza en marcha, el aire era puro, el sol se brindaba como único alimento de los cuerpos cansados. 

  El miedo, seguramente estaba en cada uno, atrás de los ojos endurecidos como espadas, abajo de la piel cuarteada, en las piernas agarrotadas por los kilómetros de marcha entre los cerros, pero no se veía en las caras.  

  Recorriendo las líneas de firmes guerreros, solo había en su expresión un punto ausente: lejano, tal vez la tierra, las mujeres y los niños, los campos por sembrar, todo tan cerca y tan seguro de perderse, junto con la vida, en el primer choque contra la barbarie. 

  Recorriendo las líneas de estupendos luchadores solo se percibía la certeza indiferente de la muerte, la absoluta determinación de entregar la existencia en aras de la libertad, tal vez solo para que otros junten sus armas y sigan adelante.

  Pero la culebra a punto de morder había sido descabezada, el jefe, hermano, padre, había encontrado humillante muerte, y su memoria descansaba en los corazones de los desesperados, ya que nunca se sabría a que alimañas había sido echado su cuerpo.

  La traición había agobiado los corazones, el camino había sido tan largo hasta acá, que ya no había forma de volver, ¿Replegarse?

 Sin guía, sin la voluntad permanente de lucha del caudillo, sin su astucia y dedicación extremas, las huestes terminarían desarmándose en el camino, asesinadas por los pastores recelosos, ahorcadas en el medio de sus sueños por almaceneros ambiciosos y cobardes, y los caballos quedarían engordando sueltos en los campos hasta que sean recapturados por el poder total del imperio. 

  Los que finalmente llegaran a su hogar solo lo harían para compartir miseria y dolor y llorar en el silencio de las noches, tardíamente arrepentidos.

  Por eso, tal vez, igualmente, todos iban a morir, por los inicuos pastores y sus ovejas, por las doncellas esquivas, por los pequeños avaros comerciantes, por los hambrientos ancianos que no conocían todavía el fin de la historia, aunque nunca olvidaban contar el principio, noche a noche, en los fogones donde los adolescentes soñaban con hacerse valer.

  Entonces hablo, el brazo fuerte, el que había estado a su lado en todas las batallas, herido por todos los costados, bañado en sangre de implacables enemigos.  

  Su mirada quebró el silencio antes de hablar, cuando dijo… “Hermanos” (y un solo grito confirmo el parentesco) “Las fuerzas del opresor  aumentan, cuando ya eran más numerosos que nosotros” (un viento helado recorrió las formaciones) 

  “Han tomado este tiempo para aumentar sus fortificaciones, y solo esperan nuestra llegada para aniquilarnos” (y tras la nube que ocultaba el sol, en los ojos de los guerreros, comenzó a granizar con enorme estruendo, sin embargo, en las mentes y los corazones, todas estas verdades evidentes se olvidaban al momento de ser reconocidas).

  Un silencio total atenazo el segundo siguiente, solo el rumor de los herrajes, el bufar de los caballos interrumpía el caminar del viento.

  “...No daremos batalla” (y cada hombre se convirtió en arena que era deshecha por la intensa tormenta, las manos se derretían sin soltar las lanzas, las sandalias quedaban como testigos de su voluntad consumida por la más cruel de las derrotas). 

  Mirando altivamente, como cerciorándose de su poder de decisión, el suplantador, ya demasiado parecido al enemigo en su armadura, pretendía fundir el mundo desolado que dejaban, los días meses y años de marcha, la ciudad amurallada, falsamente inexpugnable, la libertad rozando los cascos de los caballos, o los pies descalzos, todo eso y cuanto más en una decisión que no abarcaba nada…

  Su mirada se quedó esperando la mansa retirada, envainando su espada invitaba a claudicar.  Su voz sin fisuras declaraba una realidad que no generaba interés en escucharla.

    Finalmente, desde las huestes salió tartamudeando el que había sido humillado, el que aprendió a sostener la espada bajo los caballos, salvado de su miedo por la sangre de los valientes, que no obstante no murieron para reprochárselo, sino para dar con su vida una enseñanza, mirándolo llorar ante sus tumbas.

  Ante la vulgar aparición, el altivo impostor se relajó en su caballo… “dijiste que la primer gallina…” (Nunca tuvo tiempo de sonreírse del atrevido, su propia espada salió de la vaina un segundo antes de rajarle la cabeza, y se derrumbó, marchitándose sobre el caballo inmóvil). 

  Nadie más se movió, el terminó de arrancar el cuerpo del suplantador de su inmerecida montura, pero no subió… volviendo la vista atrás, enfrento las miradas de los demás hombres, había una fogata en cada pupila. 

  “Hermanos” (grito sin tartamudeos, pero en vez de respuesta una ráfaga de primavera lleno los corazones de polen y sol, y las lanzas retumbaron contra la tierra, las masas y espadas contra los escudos, generando un eco que crecía a través de las colinas, eligiendo al nuevo líder, confirmando el valor de la acción y el sacrificio, enfocados todos ahora en lo inclaudicable de sus aspiraciones comunes)

  Absorbió la tenaz decisión de las famélicas huestes, viviendo hace días de un puñado de trigo, y después de subir al caballo, arranco furiosamente al galope, empujado por la carrera de los pies curtidos contra las piedras afiladas, volando en la quietud de las colinas, sus ojos reflejando las historias de los ancianos que no dejan olvidar que un día fueron libres.  

  Una oleada de hambrienta vida cayó sobre los preparados ejércitos enemigos, las primeras espadas llegaron al galope, suicidas, atravesando el corazón del sorprendido campamento, cortando a los cómodos comerciantes de vida en sus mismas mesas servidas, en su inútil festejo de la vileza humana, cómodos y desprotegidos, relamiéndose en los frutos anticipados de su vil diplomacia.  

  No hubo piedad para el estado mayor, corriendo como perros entre las tiendas, gritando su incomprensible terror.  Antes de que pudieran darles caza, la confusión aumento con el tropel de los pies descalzos, el griterío desenfrenado, desesperado… muchos recibieron su muerte mientras se hacían calzar las corazas por sus esclavos.

  El camino fue hecho esa mañana, a costa de la sangre de los que nunca pensaron en sobrevivir, y sangrando detuvieron al fin la mano en el silencio.  

  Los cadáveres de ojos espantados, dormían en espantosas piruetas, huesos quebrados, digestión mal hecha, descansados pasaron al descanso eterno.  Antes del ocaso ya salían los mensajeros, al galope tendido,  para transmitirles a los ancianos que la historia llegaba a su punto culminante.  

  Fueron enviados  con la misión de llenar con esperanza los estómagos vacíos, por ahora, mientras fuera la única comida…

  La noticia florecería en las aldeas hambreadas, en las chozas rajadas de frio y sequía, en las camas vacías, en los fértiles campos enmalezados.  

  Ahora  solo quedaba lo más arduo: la reconstrucción, la conciliación, la conformación de una nueva nación que no emule a sus crueles conquistadores, reflejando en sus vicios nuevas insurrecciones, solo estaba todo por hacer.

25 noviembre

Migración


 

 

 

Fluctuación 

  ¡Pum! ¡Crash!  Me despierta el estallido de la chapa contra la velocidad de la autopista quieta,  crish, crish, crish, enseguida una lluvia de cristales, salgo de mi caja, asustado, soñando con armas en mi cabeza…  ssssssssshhhhhhhhhhhrrrrrrrrriiiiiiiiiissssssssshhhhhhhhhhhhhhh,  ahora va cayendo una catarata de chispas, sin pensar, miro para arriba, sobre la baranda (doblada y ya cayendo, o enrollándose sobre sí misma, durísimo acero) va patinando un camión tanque, con las cuatro ruedas traseras del lado del conductor girando en el aire.  

  Sigue surfeando la curva de la autopista haciendo una ola chirriante de chispas y se detiene finalmente con un gran gong, al final de la bajada, cruzándose como una barricada en la avenida.  Recién entonces destacan las intensas frenadas, otros pequeños choques, y después como una orquesta, estallan al unísono llantos, puteadas, gritos, increpaciones y llamadas a dios en todos los tonos.

  Se lo que significa esto, crónica tv, helicópteros, policía. 

  Agarro mis cosas, me saco rápido el cartón de la ropa, embolso todo en la toalla y salgo caminando, hago unos pasos y me detengo, debería quemar todo, por las dudas, nunca se sabe, amontono todo el cartón, las sillas rotas, las maderas, la ropa podrida… y sigo arrimando combustible.  

  Solo tengo cuatro fósforos: el primero se apaga con el viento, el segundo también ¿en qué estoy pensando? Corto papel muy finito, me tiemblan las manos, prendo el fosforo al lado del papel metido adentro del montón tapando el viento con mi cuerpo aterido de frio, prende despacito, un poco más, ya arranco, le pongo cartón de a poco y algunas ramitas, arriba de todo tiro ahora el colchón, el fuego ya ilumina el hueco de la autopista, un humo negro me despide, bajo en diagonal resbalando sobre el pasto mojado cuando la veo, una gorda billetera, inconfundible, ¿habrá volado en el accidente? 

  Recién ahí miro a todos lados, la levanto, ahora corro, corro instintivamente en la noche oscura, espantando a los caminantes nocturnos que se cruzan de vereda abriendo bien los ojos.  Lacroze se muestra, al ratito, llegue sin  pensar, resoplando.  

  Perfecto, amanece, no quiero arriesgarme ni un poquito, en el baño podré contar la plata tranquilo, entro a la estación. Los policías recostados en el molinete tomando mate, apenas se molestan para decirme que el baño abre a las nueve, voy al parque, con delicadeza tanteo un billete y lo extraigo lentamente sin mover los demás. ¡Cien pesos! 

  La ansiedad me acelera el corazón, voy hasta el almacén, donde no me dejan entrar ¿o soy yo el que lo pienso así? Vino, pan, salame, queso… ¿Tenés con que pagar, Bin Laden? Me pregunta antes de mover un pelo, le doy el billete, nuevo, de banco, lo mira, lo remira, lo raspa, lo pone a contraluz, lo deja en el mostrador y trae todo, pero no el vino, sino un jugo Baggio multifrutal, pone todo en una bolsa, y tira el billete de cien adentro, quiero pagar pero se queda mirándome a los ojos hasta que me da vergüenza.

  Bajo la cabeza, recuerdo la última vez que me miraron así, cuando volví con la bolsa de naranjas del vecino, desde el fondo de mi tierra me llega el recuerdo de un sollozo, que se abre paso en mi pecho y raja mi garganta, estallando en lágrimas calientes, en un temblor que ahora es solo llanto, sin embargo se ahoga en sí mismo y se congela en espera de una respuesta ¿me iba a denunciar esa mujer? (no). 

  Está todo bien ¿sabes? Pero no quiero tu plata ni saber de dónde la sacaste, me dice, esperame...  Ya estoy bastante recompuesto, vuelve con un bolso viejo, ropa de su marido, que ya no volverá a usar, decile a Oscar, el guardián del cementerio, que te manda Dora, que te preste el baño por favor, ahí adentro tenés jabón, shampu, perfume y todo, y no quiero verte más por acá, gracias.  

  De nada, contesto, automáticamente, vuelvo caminando para el cementerio, eso que tenés puesto se lo das a él, que lo tire a la basura, por favor, me dice, saliendo a la vereda.  Y no te olvides de afeitarte y cortarte el pelo, ahí tenés con qué.  Si, señora, me hace una sonrisa forzada y da la vuelta.  Como vorazmente en el parque, hasta que aparece la silueta del cuidador del cementerio.

   Hace un par de semanas que no me bañaba, el agua sale marrón por un buen rato, me lavo la cabeza trabajosamente, me duele todo el cuero cabelludo, me afeito en el espejo, me peino, me visto.  

  Las zapatillas gastadas me quedan un poco grandes pero la ropa muy bien, me corto un poco el pelo, agarro la billetera y mi única pertenencia real, que salve de casualidad en el bolsillo interno del saco, una foto cuatro por cuatro de antes de venirme para acá, dejo todo lo demás en el tacho de basura que me arrimo el cuidador, hay muchísima plata, la mitad son de cien, tarjetas, ¡documento! 

  Miro la foto, se parece a mí pero no tanto, en cuanto salga de acá le pego la mía.  ¿Todo bien? Golpean la puerta,  ya va, ya va, si, diez puntos.  Salgo ¡Epa, Bin Laden! Así que te mandaron a bañar, con razón, que ojo, esta Dora es terrible,  mira que mató al marido a conchazos me dice babosamente, andá con cuidado…  así lo hare, adiós colega, me rio por no insultarlo.

  Salgo caminando derecho a la estación, la gente comiendo en el parque me indica que ya está por salir el Gran Capitán, atrasado claro, nadie me presta atención, aunque todavía tengo el reflejo de esquivar a la gente (antes de que me esquiven a mí). 

  Tengo el boleto, compro un bolso nuevo, zapatos, un boligoma, ahora pego la foto en el baño de la estación, salgo, me siento a esperar y retrocedo mentalmente en el largo día que está pasando velozmente, ya son las doce, sigo recordando, hasta llegar al día en que me fui, hasta llegar a la tarde en que deje de ser persona, hasta hoy…

  Recuerdo…  días y días pensándolo hasta que dejé de pensar, me voy, ya tengo los 300 pesos del pasaje, y un poco más para aguantar, hasta que empiece a trabajar.  

  Salgo caminando sin ver a nadie, mientras la corrección arrasa haciendo correr el bicherío, todos se habían ido como para no hacer difícil la despedida.  Encaro la calle entre la selva, que se, no volveré a ver por largo tiempo, hasta que vuelva a visitarlos, me saluda Rita, que va a llevar a sus nenas a la parada, a la ruta, manejando su moto nueva. 

  Llego al centro…

Verde selva, desiertos secos, arroyos y ríos, llanuras, el paisaje no me dice nada, solo es todo lo que queda atrás, la fisonomía de la gente, cambia, pero es la misma a través de los pueblos por los que pasamos. 

Una nena pregunta todo el tiempo si llegamos, lo que me evita preguntar a mí, hace horas que desfilamos por la ciudad, finalmente llegamos a una terminal inmensamente grande, la recorro caminando hasta que salgo por una especie de rampa, finalmente me dieron miedo las escaleras mecánicas…  

  Todos andan rápido.  ¡Todos, están locos! los autos te están encima antes que puedas dar dos pasos, un taxista frena casi sobre mi bolso, saca la cabeza por la ventanilla y me grita… no estoy tan seguro de querer estar acá ahora, la gente es diferente, miro la dirección de la maderera donde trabaja mi cuñado, la guardo en la billetera para no perderla, averiguo el colectivo, espero en la cola.  

  No tengo monedas, gracias no hay  problema, forro de mierda, ya me están haciendo poner mal, busco cambio en el quiosco, comprando una gaseosa, busco la billetera en un bolsillo, después en otro, en otro, en otro, reviso el bolso en la vereda, completamente desesperado ¡me robaron! ¡Hijos de mil puta! Perdí hasta la dirección de mi cuñado, recuerdo el barrio, ¡Núñez, llegando allá puedo encontrarlo!

  Tomo un taxi, Núñez, que dirección pibe, le digo que no sé qué cuando la encuentre voy a pagarle… ¡La puta que te re parió, bajate ya conchudo, cabecita de mierda, te parece que estoy jugando la puta que te parió! Frena y se baja, agarra mi bolso y lo tira afuera del auto, arranca dejándome con las ganas de fajarlo, yo nunca le falte el respeto. Vuelve a frenar unos metros más adelante: Núñez es para allá, señala con la mano, ¡gracias! Camino entonces…

  Después de caminar una hora vuelvo a preguntar, me mandan para el otro lado, ya no siento bronca, solo estoy agotado, saturado de gente crispada y agresiva, ruidos y automovilistas asesinos.  

  Y sigo caminando mientras anestesio mi cabeza, al rato una masa de gente que debe salir de alguna cancha empieza a cruzarme, cada vez son más, nadie me presta atención por un rato, hasta que un par me miran y paran, yo estaba recostado con el bolso contra un zaguán, esperando que terminen de pasar para no seguir chocándome con todos, me piden plata, no tengo..

  _¡Dale gil que te la damos puto!! ¿Sos ortiva vos? -Ya son cinco, me invitan a boxear…

…Intento sacar el cuchillo del bolso, arriba de todo, pegando un grito, pero antes que saque la mano, una zapatilla verde me descoloca al venir impulsada atrás de su feroz dueño en una patada voladora, dando de lleno en mi cabeza con la fuerza suficiente para que los demás me caigan como pirañas, pero no caí, solo perdí un poco el enfoque recostado contra la puerta mientras tocaba con mi pie derecho la panza del despatarrado volador, que había caído mal y se quejaba, trato de no perder ese contacto y recibo al primero, que venía confiado, con un cabezazo al bulto, que lo hace volver revoleando el pelo. 

  Al de al lado le tiro dos manos y lentamente retrocede, más rápido que yo, ahora los veo nítidos, rodeándome, mientras uno me ofrece mi cuchillo sobradoramente, otros desparraman todo lo mío en la calle, es mi última oportunidad, rápido le doy con el alma en el cogote al del piso y vuelvo, me afirmo contra la pared, se vienen todos juntos, tiro manos como loco, no veo una que me da en la oreja, enseguida entre los dientes y después solo siento dolor y más dolor.  

  Parece interminable el castigo que recibo, rápido y puntual, sobre el resto de mi cuerpo, hasta terminar enrollado mientras todavía recibo un par de patadas más, uno me agarra salvajemente del pelo y me escupe en la cara algo que no entiendo, solo escucho un zumbido.  Se agarra la camiseta, siguen su camino.   

  Todavía algunos me revisan los bolsillos… pasa el resto de la tropa, algunos me miran y se ríen, suenan alarmas, los autos estacionados, las vidrieras, también reciben su castigo, cristales estallan por todos lados.

  Me paro, percibo mi cuerpo como un mazo de dolor, especialmente lo siento punzante en la mitad de la espalda, busco pero no llego a tocar con la mano, apenas puedo pedirle a mis brazos que se muevan.  Me saco la camisa, llena de sangre, con el pequeño corte en la tela, sana por lo demás, fuerte, al margen de la mugre de cincuenta zapatillas. Me dieron un puntazo, me entra un frio en la espalda que llega desplegando mi vida en un recuerdo intenso y vivo, como diciendo ¿morir acá?

  Miro al tipo que pasa caminando con su maletín, me gustaría pedirle que llame a una ambulancia, pero me estoy derrumbando ante su deferente espanto indiferente, ante su reacción tremendamente grosera de esquivarme como si estuviera rodeado de cintas de peligro.  

  Me recuesto en la pared, cemento, cemento, cemento, que lastima, intento sonreír, no quiero morir triste, aunque si tonto, jajaja, siento el sabor de mi tierra, cierro los ojos para borrar este mundo de ventanas cerradas que me rodea, imagino que los arboles me saludan al volver.

  No sé si fue un minuto o un mes pero por fin viene la ambulancia, me aturde la sirena, abro los ojos. El frenazo sin embargo proviene de un patrullero, del que se bajan tres milicos, que me apuntan a los gritos, ¡manos arriba!!!  (No puedo hermano, no me mates).  

  Siento el gusto a sangre, sal, mierda, mientras me derrumbo, mientras el milico me revisa y  me aplasta contra el piso.  Mira el facazo que tiene este ¡Ah sos de los bravos vos eh, no te querés morir! ¡Esperá que ya te buscamos un médico!  ¡Ramírez! ¡Llamale la ambulancia al muchacho…! 

  En dos minutos llega una camioneta, me agarran de los brazos y los pies y me tiran atrás.

  Che este se está poniendo blanco, ¡mira el cagazo que tiene! Tranquilo que no vas a morir de esto, “tigre” jajajaja lo que me pone contento, no voy a morir, y me pongo un poco más lúcido tratando de adivinar mi situación.

  Y siguen haciendo chistes con los detenidos, uno de los que iban esposados a la baranda gritaba ¡Soltame! ¡Soltame hijos de puta! Intentando patear.  A este lo dejamos arriba del móvil nomas, querés dar una vueltita con nosotros eh, jajajaja, ya te vamos a soltar, portate bien, así, así, eh así que vos querés patear eh y le daban palo, palo y palo.  

  Me pisotean un poco en el enredo, veo correr al lado la mole cuadrada de un hospital.  Cuando se queda quieto el pibe, uno dice, uh mira este boludo, se pasó, y golpea el techo de la camioneta…los que van adelante frenan a los cien metros, se ríen, se agarran la cabeza, estacionan, discuten la ruta a los gritos, entran y salen de la camioneta, se fuman un cigarrillo mientras cuentan sórdidas, macabras anécdotas de la comisaria, nos movemos…o yo me duermo…

  Desperté en el hospital, esposado, el joven policía leía el suplemento del diario.  ¿Dónde estoy? ¿Porque estoy esposado? Pregunto entre el vapor que sentía correr por mi cabeza, no se pibe, porque querías ser famoso, toma, te lo estaba guardando.

  Imposible distinguir las letras del diario, una foto, sin embargo, me llama la atención, porque distingo mi cuchillo, al lado de un tipo muerto, en otra foto abajo, estoy yo en la cama, y el mismo policía de ahora, le pido que me lea: 

_Espera que a las siete vienen las monjas, ellas te leen.  

_¿Qué hora es? 

_Las nueve. 

_Eh? 

_No te preocupes que tenés todo el tiempo del mundo.  Como le diste al finado eh! Vos la sacaste re barata… guarda esa foto para acordarte de cómo eras cuando salgas… dice señalando una 4 x 4 que descansa sobre la mesita, seguramente se había deslizado de la billetera antes que me la roben, y resistiendo el posterior registro de delincuentes y policías, fue encontrada por alguna de las enfermeras…

No pregunto más, imposible confiar en un uniformado, así esposado.  En la cama de al lado hay un tipo completamente enyesado, parece una momia, si cierro los ojos me duele todo el cuerpo, o más bien me siento como cansado.

  Las monjas me dan asco con solo cruzar la puerta, con su piedad y su condescendencia, con sus rosarios y sus biblias, por suerte hay otras visitas que alegran el ambiente, las caras de entrega de los enfermos son realmente deprimentes.  

  ¡Buenas nooochees! ¡Despertó juan pablo! Dicen dulcemente ante las risas ahogadas del milico, que se disculpa y sale a fumar un cigarrillo.  Les pido que me lean, atrás de los telajes grises y blancos se adivina piel suave, tibia, cuerpos de mujeres, que desperdicio.  Trato de no desconcentrarme pero me exito, cada vez que la hermana respira, su blanca piel del cuello palpita y yo  palpito con ella.  Deben ser los medicamentos, solo alcanzo a sacar en claro dos cosas: no tengo identidad, soy convicto por asesinato.  De acá voy a dar a la sombra por un largo tiempo.

 Accedo a rezar con ellas solo para tomar el rosario junto a sus manos, siento tal calentura que transpiro y finalmente acabo, temblando agarrado de las manos de la monja, disimulando con pasión cristiana y arrepentimiento ¡Está tomando fiebre otra vez! -dice la más joven poniendo su mano sobre mi frente, ¡No se vallan hermanas! 

  Les digo, les ruego...ellas paradas al lado de la cama, la más vieja enroscando el rosario entre su mano y mi mano, ahora soy y el que percibe el calor de sus vaginas, a la altura de mi cuerpo, la vieja y la joven respirando profundamente, sus manos tomando mi mano libre arriba de las sabanas sobre mi estómago, las recorro con mis ojos hasta que me agoto y duermo, sintiéndome Jesús Cristo.  Resucitado.

  La comida no es mala, pero las porciones son para pajaritos, no me quejo, me siento más fuerte, aunque lo disimulo todo el tiempo, empiezo a ir al  baño caminando, lentamente, el miliquito, me acompaña hasta la puerta, se nota que se siente humillado por tener que estar acá. 

  Un día les pido a las monjas que me ayuden, el joven policía, confiado, accedió con los días a retirar las esposas durante su visita, está seguro de que apenas puedo moverme, el de la guardia nocturna jamás lo haría.  

  Se miran, buscan al policía, habrá bajado, mi cara de urgencia y mi suplica las convencen, la más joven me acompaña mientras la otra se sienta al lado de otra cama, el hospital está en completa calma, atravesamos el pasillo hasta el baño que esta frente a la sala, me espera en la puerta mientras me masturbo, con la sola sensación de sus pechos rozando la almidonada tela.

  No se escucha ni un ruido, salgo, le pido si puede tirar de la cadena que no me dan las fuerzas y pica el anzuelo, entro atrás de ella y le doy con el canto de la mano en la nuca, como un karateca, la amortiguo suavemente mientras cae, dejándome tantear sus pechos firmes 

  ¡Lo que oculta el hábito! Me desnudo completamente de mi horrible manta de hospital, y en un segundo estoy poniéndome la ropa de la monja, a la que amontono desnuda contra un inodoro en el último box, su piel es una tentación a la que no cedo.  

  Amablemente la tapo con mi camisón ¡Gracias!  ¡Dios la bendiga con un hombre, hermana! 

  Corro hasta el final del pasillo, detrás de la puerta doble hay una escalera.  Bajo rápidamente, buscando con la vista una ventana que no esté enrejada,  jamás podría salir por la puerta, mi disfraz no sirve a menos de cincuenta metros, entonces en el primer piso, las ramas de un árbol verde me invitan con la vibración de sus hojas, subo, salto y me cuelgo, enredo y rajo la pollera pero bajo al fin, al solitario estacionamiento, enfilo para el lado del conteiner rebalsando de bolsas de basura y salgo por un hueco en el tejido, seguramente hecho por los perros, libertad.

  Corro, corro, corro descalzo, hasta llegar al hueco oscuro de una autopista, subo sin parar por el terraplén hasta acovacharme en el cajón donde se apoyan las grandes vigas de cemento, y me tranquilizo mientras siento el temblor de los camiones pasando por arriba. 

  Antes que amanezca bajo mirando para todos lados, entre la basura y los cartones encuentro ropa, que me pongo con un inmenso asco. Parezco un linyera. Sin darme cuenta elegí el mejor disfraz posible.  Escondo el hábito en el rincón más oscuro donde pasé la noche, tengo hambre, después de unas horas pruebo a salir caminando, la gente me esquiva o se cruza de vereda, ya no siento el olor de la ropa.  

  Por suerte las vendas en mi espalda cubren firmemente la herida. Más tarde pierdo la vergüenza y empiezo a revolver la basura para encontrar algo de comer.

  Me cuesta un par de meses conocer la ciudad, ya que camino casi solo de noche, y siempre esquivando las patrullas, que ni me miran. 

  Me establezco bajo el puente donde me  escondí la primera vez, con el tiempo empiezo a dormir tranquilo, meses hasta hoy,  que me despertó ese chillido contra la autopista.  El tren toca la bocina y arranca, tanteo la billetera, acomodo el bolso, cierro los ojos, aunque sé que no puedo dormir, solo escucho el rumor de la gente, olvide comprar una frazada.

  Vuelvo a casa.

¡Falsa alarma!



 

 

 

Deja vu 

Estaba lejos, llegando casi a mi meta cuando recordé que había dejado el calefón prendido y vire frenéticamente con la bici (mientras regalaba al viento el diario que iba leyendo), me levante sobre los pedales y seguí acumulando velocidad después de esa bocacalle, por el costado de la avenida. 

  El trafico estaba imposible, en el semáforo se detienen un par de camiones con bines llenos de mandarinas y naranjas, lo que me hace lamentar no tener tiempo para ir comiendo algunas, y atravieso el semáforo en rojo, con mucha suerte, solo una moto que venía rebasando a todos por afuera, tomaba la curva tan cerrada, sacando chispas al pavimento, casi horizontal, que me obligo a acelerar aún más, antes de que me toque la rueda trasera, obviamente ninguno quería chocar pero tampoco demostrar piedad, amén de perder tiempo, en este caos vehicular concordiense que solo se redime ante la silueta de los varitas, que prácticamente son una atracción turística mas, tan conocidos como la represa de salto grande.

  Como la otra vez que venía caminando borracho con un amigo insultando a los automovilistas, y le grito “corruptooo” a un auto que iba pasando y un agente de tránsito que recién se bajaba del colectivo del otro lado de la ruta se hizo cargo al toque, dándose vuelta como si le hubieran gritado a él, y después siguió su camino, acomodándose la campera, con sus bolsillos llenos de las migajas de los apresurados ciudadanos. 

  Me permito una sonrisa recordando esto y así sigo pedaleando mientras imagino el proceso que terminaría de cumplirse en ese momento (el agua evaporándose, la resistencia al rojo vivo hasta derretir el tacho y prenderlo fuego hasta tomar el cielorraso de machimbre y de ahí al resto de la casa)

  …mi casa que ya no tendría, que hubiera podido disfrutar más, cuantas cosas que se iban para siempre con las llamas…y amargamente suspiraba por algún bien intangible que no podría rescatar del incendio, al mismo tiempo que me daba cuenta de lo inútiles superfluas innecesarias que eran tantas cosas, que, sorprendentemente, no me importaban nada de nada, a pesar de que ocupaban tanto espacio.  

  Con la profundidad de ese pensamiento iba recorriendo mi casa, hasta llegar al baño, y recordar el momento en que había decidido no bañarme, desenchufando el calefón, cuando, un enorme cuadrado atraviesa los recuerdos con un agudísimo chillido.  

  El frenazo ya no sirve para nada, alcanzo a ver en una ventanilla, mientras doy vueltas en el aire despegándome de la bicicleta, la cara de una niña, los ojos abiertos como platos.  Mas frenadas, un ardor va quedando donde pega este mundo giratorio de asfalto negro y chapa, termino abajo de la trompa de un auto oliendo aceite quemado… huelo también la arena y las piedras de la banquina, las raíces del viejo árbol, el monóxido de carbono que emana del motor caliente, siento que el mundo es un espacio infinito, donde nada descansa, a este auto lo está comiendo el óxido, aparentemente porque no lo lavan.

  Alguien me habla, pregunta si estoy bien ¿cómo contestarle? Me siento maravilloso, completamente bien, pero no me escucha.  Porque no hable, solo se lo transmití con mi pensamiento, podría haberlo recibido pero no estaba atenta

  ¿Cómo es posible que el ser humano sea tan poco consiente de sus posibilidades? Saco sus conclusiones obvias y se puso a invocar a dios, ¿dios? A gritar y a despreciar el hermoso mundo que la rodeaba con sus preocupaciones.

  Vuelo sobre la gente, que empieza a curiosear juntándose alrededor de los que explican cómo fue el accidente, el colectivo subido a la vereda embocado contra el portón de un viejo corralón, dos policías que se abren paso, más autos, colectivos, camiones, las personas aparentan hormigas atolondradas, y la ruta solo una vena de ese pequeño mamífero que parece la ciudad entera, a punto de saltar sobre los cerros.  

  Podría recorrer el mundo así, admirando el brillo inexplicable de la vida, pero ya no es necesario, tengo un lugar adonde ir.


De repente siento una voz que me aferra y me atrapa, regreso en el sonido, es mi propia voz que clama “son de otro día” “son recuerdos de otro día” imperante, repetidamente, y me absorbe a través de la gente, de la ambulancia que llega, del caos vehicular, no tengo tiempo de saber de dónde vengo cuando abro los ojos, estoy vivo, completamente.  

  Y roto, feliz, la sonrisa me hace doler la tirante cara, pienso en lo que debo parecer y me da más risa ¡Vivo! ¡Es inmensa mi suerte! Me suben a la camilla, cierro los ojos y pienso por primera vez en mi bicicleta… miro al enfermero, su cara me genera confianza ¡Que profesional! ¡Amo estar vivo en este mundo ilógico!

19 septiembre

¿Quién tiene fuego?



 


 

Los astros dicen… 

El día ya venía cruzado, inaceptable en sus fundamentos, todo mal.  A veces pasa, y volvía al oasis de mi barrio, para encarar lo que quedaba por hacer.

  Unas cuantas cuadras antes de llegar, haciendo volar las piedras de la calle, un manchado lechón pasa a toda carrera, sin mirar, achatando hasta las orejas en su enloquecida carrera, rumbo a su chiquero.  Seguramente escapando de una olla clandestina.  Pobre gente, ¿Cómo habrá sido? ¿Robar comida para que se vaya corriendo el botín? ...Debe ser deprimente.  

  Pero son señales, en el barrio, no importan las estrellas ni la luna, hay un día que todo empieza a acelerarse, y de repente se vive en tierra de nadie, la muchachada arrecia en las calles soleadas, recorriendo hasta la ropa de las cuerdas, levantando guerra adonde pasa, se siente en el aire.  Días de zozobra, de concentración, de cacería, hasta que todo pasa, hasta que las puertas se abren y los niños vuelven a salir a jugar afuera, y las caras extrañas son expulsadas a su territorio. 

  En los bordes quedan la cenizas de las grandes fogatas… los perros descansan, los caballos salen al  pasto otra vez. Por un momento, vuelve a ser una gran aldea, donde el narco charla con la ama de casa, y el sol rebota sobre el cuerpo de los niños y los pescadores. 

  Por un momento, el silencio comunica que todo está en calma. Pero antes de llegar ya venía el Moca-Moca corriendo, con un revolver en la mano, de lejos parecía un 32, yo iba a su encuentro, pero tranquilo, nunca había tenido problemas con él. ¡Ey! Le grito, porque ni siquiera me había visto ¡guarda eso!  ¡¿A cuál mataste?!  ¡…a todos…! Me grita sin dejar de correr ¿Y porque corres entonces? ¡Ya salen los gurises de la escuela! ¿Tenés tu bicicleta? No, me la robaron ayer. 

  Ahí frena y me pregunta ¿acá?  No, en el centro ¡qué bajón! Exclama torciendo la jeta y los chisporroteantes ojos, seguramente triste por no poder matar a nadie más.  A buscar a sus hijos a la escuela, y darles un beso antes de perderse por un tiempo, en la casa de algún pariente, o en la costa, hasta que la policía se olvide de su cara, igual a todas las caras como se ven pasar desde un patrullero, cada vez más artillado, mas enrejado.  

  De a poco, la realidad se va comiendo la ficción en un segundo, en una semana… la sociedad moderna exige que los carceleros también vivan encerrados y sean perseguidos como liebres, porque el altar de los medios exige sacrificios rituales, cada vez más virtuales, cada vez.  

  Pero en los caminos y las encrucijadas pasa corriendo el mundo y alza a los que no le dan la espalda, sentándose a mirar películas que luego compararan con las versiones más antiguas de las mismas películas.

  Pero no estoy para reflexionar tanto, camino y miro, todo está a punto de estallar, y faltan seis cuadras para llegar a casa, los pibes saludan ampulosamente, confirmando la amistad que permita dejar el revolver en la cintura, por un rato más,  algunos caminan adelante, recortados contra la rojiza tarde, dos más se le suman desde el costado, finalmente paran en el medio de la calle, cuchicheando en ronda, me siento una presa, busco el cuchillo en mi bolsillo, y lo apreto afirmando el pulgar en la hoja, es fundamental que al sacarlo ya vaya bajando a uno, pienso, transpirando frio, pero paso sin mirar ni ser molestado. 

  Unos metros y me chistan: ¡Gringo! ¿No tenés fuego? Me tranquiliza el color de su voz, retrocedo y los saludo, mientras busco el encendedor ¿Estan por salir? Sí, hay un cumpleaños de quince (estos guachos viven en otro mundo) ¿Se quedaron sin fuego?...Te lo regalo, ¡en casa tengo otro! ¿Querés un pucho? Me ofrecen, no gracias no fumo tabaco… ¡Gracias vieja! ¡Un día que cruces por allá te invitamos a fumar un churro! Ni hablar, ya vamos a echar humo juntos, nos vemos gurises, y sigo contento de aumentar mis aliados en este maremoto.

  Llego a mi casa solo para encontrar la policía, la ventana en el suelo, ropa y papeles personales volando en el pasto, corro para llegar a tiempo, pero ya un milico alumbra adentro con su linternita, ¡buenas noches! Grito para desviar la atención ¿que pasó? Pero ya el milico llama a otro y los dos alumbran y me miran, a punto de responderme con un artículo del código penal. 

  Corro antes de decir nada más, valla manera de perder la casa, por algún rastrero puto, y los vecinos de mierda que llamaron a la policía, que solo viene cuando tiene todo resuelto. Los milicos me gritan atrás pero sé que no pueden tirar, cruzo de nuevo los pibes que iban al cumpleaños, a toda carrera, que me alientan a los gritos también, con lo que los cansados policías se frenan finalmente para acosarlos. 

  Me meto en un pasillo al vuelo y mando un mensaje urgente al pelado que incendie mi casa ya mismo, siento como me espían entre las maderas, sigo viaje antes de comerme un tiro, mas sirenas, ahora empezaran a buscarme, si el pelado reacciona, esta misma noche me entrego, para aclarar todo ¡si no tienen nada! Llego a la escuela y me pierdo a través de las rejas, acovachandome entre las plantas del jardín florecido. Rezo cada segundo, esperando la respuesta.

   Llega un mensaje: ¡Hecho! ¡La lancha también!  Por dios gracias, este animal incendio hasta el patrullero ¡Te debo una pelado! Aunque tu exageración me impone un cambio de planes.  Ahora salgo y camino tranquilo, ya estoy cerca de lo del Moca-Moca, espero no haya salido así lo acompaño, va a estar contento, es solitaria la vida del fugitivo…

 

Pescamagic



 


 

Chien Wu 

El rio estaba demasiado bajo, eran días de calor y viento norte, como anticipando la primavera, estaba atardeciendo y no quería desperdiciar más carnada.  Enrollo los aparejos saliendo para casa, pero con esa sensación de derrota que no me deja volver con las manos vacías, por lo que antes de terminar de cruzar el murallón tuerzo a la izquierda y sigo por arriba, recorriendo su sinuosa curva, llegando hasta las vías muertas.  

  Diplomática opción, para probar suerte sin hacer el largo camino hasta la boca del arroyo. Me meto por la angosta senda, que apenas deja escapar los rieles, sumergidos entre la tierra y la maleza.

   Mientras me asombro de la forma en que se han robado las vías, mas  fáciles de sacar entre los aéreos durmientes de quebracho, afilo mi cuchillo en las piedras coloradas de la embocadura del viejo puente negro, como para renovar la confianza, bajo resbalando y agarrándome de las raíces.  El silencio parece recorrer la estrellada noche.  

  Tiro las líneas con carnada nueva, ya sé que no voy a sacar nada, me recuesto en la lomadita de arena mientras escucho zumbar a los mosquitos, que sin embargo no pican, el hambre y la sed son solo míos.

  Un zumbido extraño me despierta, un hermoso lanchón avanza silenciosamente, por el medio del arroyo, el que timonea debe conocer bien el canal porque casi ni se ve nada, y es muy poca la profundidad.  

  Da la vuelta bajo el puente y atraca en la margen opuesta, el motor burbujea sordamente, parecen apurados, hablan un idioma lleno de chan, chin, chen, wan, wen y palabras así.  Parecen discutir o estar muy apurados, finalmente quedan dos, ahora distingo el brillo de las armas cortas contra los trajes oscuros, y vuelve a salir la lancha, silenciosa, lenta, mientras reina nuevamente el silencio en el puente, y yo pienso como voy a salir de acá, mientras recojo las líneas.  

  Una viene pesada, se cruza violentamente a derecha e izquierda, ojala no sea un dorado saltarín que provoque mi posterior asesinato, no pierdo nada, pienso, y corto el nailon con mi cuchillo.  Aprovecho que los hombres remontan la barranquilla, enfilo mi cabeza hacia el monte para escapar de esta cacería, pero ya cuchichean a mi espalda, y yo me congelo como un hielo.  

  Nuevamente dialectos orientales, hablan entre ellos en voz baja, me gustaría saber que están diciendo, o que se vallan lejos, pero pasan fácilmente veinte minutos, el cuerpo contraído ya me molesta como si fuera un matambre enrollado y atado. Finalmente caminan, en un silencio tan absoluto que me hace temer por el ruido de mi respiración, ahora los veo entrando al puente agazapados.  

  Un minuto después les sigo los pasos, curioso, inconsciente y estúpido, me escondo entre los arbolitos que parecen flotar a un lado de las vías…  no veo nada, subo por una rama mansa de timbo, pero una masa de nubes borra la poca luz de las estrellas.


  Un destello nace desde la otra punta del puente, la bala contra los parantes choca con un resonante ruido metálico, antes de un poderoso estampido seco, al siguiente segundo ya es la guerra.  

  Tiran desde los dos lados, chispas y relumbrones, y gritos que no sé qué significan, al rato le dan a uno, el ruido de la bala al atravesar el cuerpo es inconfundible, a pesar de ser la primera vez que lo escucho.  

  Según los destellos de las bocas de las armas, aparentemente, todos van cruzando el puente, hasta que se acribillan mutuamente en el medio, adivinándose entre la oscuridad por los fogonazos, escondiéndose en las bandejas del costado o saltando, ahora los gritos son desgarradores, furiosos, venganza pura. 

  Los martillos de las armas ya no tienen más balas que detonar,  dejando escuchar el vuelo de los pájaros enloquecidos, abandonando sus nidos, desorientados.  Una larga hoja refleja un puñado de estrellas, se cruzan aceros de película, amagues gritos y forcejeos y finalmente el fin, solo un quejido lento y pasos desacompasados volviendo hacia mi lado.  

  Van y vienen, yo estoy hipnotizado, no puedo dejar de mirar entre el follaje y la oscuridad, adivinando.  Ahora vuelven con cadenas, atan con saña los bultos en el medio del puente y los dejan caer. 

  Antes del chapoteo se escucha un último quejido, ahogado por el agua impasible, lo que provoca risas y comentarios excitados entre los dos sobrevivientes, que no obstante, apenas pueden caminar, abrazados, chorreando sangre rumbo a la carretera.  

  Me quedo quieto media hora, pienso en el pez que deje escapar, escucho el silencio, y llegando desde lejos las sirenas policiales, espero una hora más, pero ni siquiera vienen a registrar el puente.  Docenas de perros no dejaron nunca de ladrar en las casas costeras, de a ratos, es enloquecedor.

  Reflexiono: perdí un buen pez, hoy tampoco voy a comer, y dilapide mi tiempo observando a estos chinos dementes  ¿qué puedo hacer para mejorar mi día?

  las patas responden resbalando por las finas ramas del joven timbo, tuve suerte, parece estar astillado de un balazo solo un pie más abajo de donde yo estaba, el frio nocturno me hace temblar tanto como el miedo.  

  Dejo mi ropa en una mata de sarandí y empiezo a arrastrar las patas contra el fondo desconocido, tras el fatal bulto,  seguramente ahí abajo, resistiendo a la corriente, envolviendo pistolas y catanas, metros y metros de cadena, zapatos nuevos y trajes agujereados.  

  Cuando el agua me llega al ombligo ya estoy arrepentido, pero no retrocedo, aunque la corriente me obliga a nadar para no perder mi objetivo, finalmente me zambullo, agarrándome de las piedras del fondo, buscando el paquete mortuorio, hasta que doy con una mano que se cierra sobre la mía, como invitándome a compartir el otro mundo.  

  El susto y el rigor del agua fría me impulsan hacia arriba, a tomar aire antes que el pecho me estalle, escupo, reacciono, domino el espanto, voy bien, me digo, y vuelvo a remontar la corriente, por suerte, el paquete no quedo muy lejos de la costa.

  intento arrastrar todo junto pero es imposible, demasiado pesado, así que empiezo a revisar los bolsillos de los chinos, sacando gordas billeteras, cuchillos, tarjetas, papeles que se deshacen, miniaturas de jade… me pruebo los zapatos bajo el agua, extrayendo el par que me andan bien.  Todo voy ordenando en la arena de la costa, cómplice, oscura, mientras los peces se apuran a picotear la carnada amarilla, atropellándome.  

  Con gran trabajo recupero las pistolas un poco retiradas de la zona, por suerte las espadas estaban bien clavadas en los cuerpos, uso una para cortar los anillados dedos, que me traicionan con su hinchazón.  Al sacar la otra, se sueltan los eslabones que aseguraba, y las puntas de la cadena liberan la presión del agua, haciendo rodar los cuerpos contra las piedras, como si fueran marionetas cayendo por una escalera.  ¡Bien, bien!  

 Con esta cadena podré comer una semana, pienso, sin confiarme en lo demás, por otra parte, pienso colgar las espadas y las pistolas en mi pared.

  confundido, saque todo para el otro lado del arroyo, así que pierdo una hora más volviendo a cruzar todo lentamente a la otra orilla, el olor a pólvora y sangre que baja del puente me pone cada vez más nervioso, pero finalmente termino. 

  Cruzo en varias vueltas la cadena sobre mis hombros, aferrando las armas y el botín asegurados en mi remera, y salgo cortando por la selva cerrada: cada lacerante espina cortando mi piel me vuelve más indiferente al dolor, y mechones de pelo también pagan su peaje, pero el peso que llevo no me deja frenar.  Llego trabajosamente hasta la subida de mi cuadra.

  Enfermo de miedo, tiritando, apenas puedo dar vuelta la llave con mis dedos congelados, mientras espero que alguien me acribille por la espalda, y dejo caer las cosas en el piso para ponerme sangrando tanta ropa como encuentro. Con el frio se va también el miedo, y empiezo a elegir los lugares para colgar los trofeos… dólares, yuanes, oro: serán suficientes para vivir por ahora.  

  Abro despacito la puerta, todo está tranquilo, saco los anillos que venderé cuanto antes y tiro los pedazos de dedos afuera, ya se los comerá algún perro antes que amanezca.  Me acuesto vestido sin dormir, concentrado en un carcomido tirante del techo, en un rato llegara la claridad de la mañana.  Billetes se secan sobre la mesa, la sangre seca duele, pegada a la ropa.  Me levanto, hago la lista del supermercado…  

 

Y esto es lo que le pagaron para creer a la policia....http://www.diarioelsol.com.ar/noticias.php?ed=14521&di=0&no=87553

 

14 septiembre

A quien corresponda...


 


 

 

(Amistad Sagrada) 

Dios, María o cualquiera perteneciente al reino de los cielos que lea esta carta.  

 Yo sé que esto es una estupidez pero yo creo hasta el final en que Uds. en algún momento la van a leer. 

  Es que hace rato que vengo pidiendo a dios varias cosas, pero sobre todo es algo que lo necesito desde el año pasado, cuando por querer ser más que mis amigas, me fui con otro grupo de amigas y ahora estoy súper arrepentida, ya que aprendí la lección que está en el libro de Jonás: “confórmate con lo que tengas y nunca quieras tener más de lo que tienes” pero necesito tener amigas, ya que sufro mucho con todo esto.

  Yo no lo pido para mañana si o si, pero las necesito, antes del campamento, no quiero sufrir en el campamento, quiero ir a pasarla bien, aparte en física sufro un montón, ya que por ejemplo el jueves pasado Sergio dijo que había que hacer grupos de a cuatro, y Ludmila se enojó conmigo, yo solo quiero tener una amiga para poder contarle de quien gusto o hacer pavadas como hacen todas las amigas, no quiero estar así, porque me hace sufrir mucho, porque x ejemplo Martina siempre la veo haciendo señas hacia mí y me pone re mal.

  Si al menos ustedes les pudieran abrir el corazón a todas y demostrarles que yo no soy pesada como ellas dicen, sino que quiero volver a tener amigas, ya que estoy muy arrepentida, también quiero que puedan ver eso.  

  Yo te juro que el día que tenga a ellas como verdaderas amigas no te jodo más, solo para pedirte salud, trabajo, ya que papi está cada vez más pobre, protección y que nos podamos mudar a una casa nueva.

  Te juro que si vos me ayudas a conseguir todo eso soy capaz de hacer lo que vos quieras.  Bueno sin ya nada que decirte o decirles y esperando a que todo eso venga pronto, sobre todo lo de mis amigas, me despido muy amablemente.

  P.d:/ si esta mi abuela con Uds. Díganle feliz cumple de mi parte y que aunque yo nunca la haya conocido la quiero mucho  y la necesito un montón.

Besos                                  

Una fiel niña cristiana que espera una respuesta favorable           

¡Los amo!

 

¡Barrios bajos!


 


 

¿Libertad, reclusión, vida? 

Salí del Cyber, y no estaba mi bicicleta ¡A media cuadra de la policía! ¡Con esto no quiero decir necesariamente que se la haya robado un policía! Aunque no me sorprendería nada.  La bici estaba apoyada contra la pared, la linga enrollada en el caño del asiento, la llave se había quedado trabada en el candado chino, por eso hace meses que la dejaba suelta.

  Arranqué caminando al fin, libre del lastre del tránsito, pensando en cómo son las cosas, este tema de la seguridad y la inseguridad y todo eso.  

  Y como la misma bicicleta amaneció olvidada contra la calle, en mi casa, sin que se la lleven, me hizo pensar en los conceptos que manejamos todos para poder construir la sociedad.  Por ejemplo, cuando escucho que dicen “barrio peligroso” después me doy cuenta que solo era un “barrio pobre” y, de la manera que funciona el sistema, seguramente se podría traducir a “barrio desprotegido” o “abandonado” por las diferentes jerarquías y poderes y fuerzas y dependencias de gobierno.  

  Esto quiere decir que el peligroso soy yo, si quiero serlo, caminando en medio de cuadras y cuadras de casas sin puertas ni ventanas de hierro, en calles apenas iluminadas, entre gurises sueltos, sin policía de guardia a la vista(salvo que de la casualidad que cruce alguno que se va a trabajar), sin beneficios, sin registros, sin controles.  Entonces de modo natural, el orden social se acomoda en esta “anarquía”, solo peligrosa para quienes no la aceptan, para quienes catalogan todo.

  Para cercar el mundo, solo hace falta una etiqueta, y miedo. Desde chiquitos, miedo al cuco, a la oscuridad, a lo desconocido, a los fantasmas a los extraterrestres, no importa, una vez establecido el reflejo, se puede usufructuar por medio de etiquetas.

  Y crecemos bajo esta “nube de tags” fabricados permanentemente por los medios masivos de comunicación, por las instituciones que nos educan, por la familia temerosa de ver descarrilarse a sus bebes.  Y crecemos olvidando que todos somos seres humanos, que todos somos dueños del mundo, en su totalidad.

  Entonces se nos educa, peor que a los perros, que les tiran un hueso, porque se nos educa con imágenes, con conceptos, con letras dibujadas sobre un papel o pizarrón, se nos convence con palabras, dichas desde el pedestal del conocimiento sectorizado, para que aprendamos a escuchar a quien debemos, para que aprendamos a creer en lo que escuchamos. 

  Y posters y cuadros, para que confiemos a ciegas en la pantalla que nos muestra el mundo, y nada en lo que nos rodea.  Hasta que llegamos a bloquear la realidad si no la explica un periodista.  Finalmente no damos un paso más, si nos falta un consejo de “el entendido” en tal o cual tema, y así estamos, se nos dice que este es malo, que aquel es mejor, porque son de tal o cual país, y se nos llena el horizonte de tráficos constantes y sangre seca, cuervos y polvaredas monstruosas. 

  Fantasmas para que nos evitemos solos el trabajo de salir de gira, de darnos cuenta que el mundo entero no tiene dueño, y que todos esos gendarmes y policías y soldados cuidando las fronteras no tienen ningún sentido.  

  Solo los vemos porque están en la puerta del laberinto para ratas, donde nos entrenan desde siempre, para que sigamos el camino correcto en esta increíble inmensidad que es estar vivo. Y sería terrible si un día nos damos cuenta que todos somos personas, que ya caduco completamente el sistema de jerarquizar a la gente según sus elecciones personales, porque solo son elecciones que podría haber elegido cualquiera, que ya no hace falta más encumbrar a la gente según su disponibilidad de efectivo o bienes inmuebles.

  Porque solo son usufructuarios de un recurso llamado mundo, del que son tan dueños como cualquiera, de que ya no hace falta más clasificar a la gente según su lugar de nacimiento, porque las costumbres más exóticas y los colores  y las formas de vivir, se trasladan de un punto a otro del globo.

  Y nos demuestran que la televisión nos mintió siempre, que del otro lado hay seres humanos igual que nosotros, que no debíamos poner nuestros impuestos al servicio de la guerra preventiva, a nivel global, y de la represión de entrecasa, por cierto, en cada gobierno, en cada país, en cada provincia, en cada municipio, en cada escuela, hogar, oficina… donde el poder apunta cada vez más a fortalecer el poder, y en maniatar al ciudadano para que siga tirando con los dientes de la cuerda que traslada la eterna pirámide de la autoridad y el conocimiento, fundamento de toda dominación.

  Entonces vamos todos riéndonos de pavadas para poder seguir, mientras avanza la cinta transportadora de las capacidades, expectativas y habilidades humanas, todo al moledero, para devolver cada vez más un mundo enlatado, empaquetado, predeterminado, donde nuestras decisiones se reducen finalmente a… ¡blanco o verde! ¡Ladrón o policía! ¿Frutilla o vainilla? ¿Tul o volados? ¿Cocaína o marihuana? ¿Rap o cumbia? ¿Cerveza o vino? ¿De $ 1,50 o $ 17,80?  ¿“Publico” o privado?, izquierda o derecha, hoy o mañana, lo mismo da.  

  Nos desangramos mutuamente cada hora para tener acceso a la posibilidad de una falsa elección, de una opción que no deja de ser esclavizante, que no deja de cercenar cada día un milímetro más de nuestra conciencia, de nuestra majestad como seres humanos.  De nuestro real poder de decisión.  Triste destino manifiesto.

  Ahora camino, pensando en mi barrio, en mi rio, en la tierra que me espera, sin banderas, solo busco aumentar la sensación de sentirme vivo, como decir, podría morir ahora mismo sin arrepentimientos, sin temores ni apuros.  

  Además diariamente posible  cuando tengo que cruzar cuadras y cuadras oscuras y sin ley, a cualquier hora del día o la madrugada, con mi mochila llena de equipos, de tecnología altamente, instantáneamente comercializable, y ya todos empiezan a saberlo, y a sospechar que no tengo revolver… ¿Tendré que conseguirme uno? ¿Tirar? 

  ¿Matar a una persona artesanalmente? O me traerá inconvenientes al momento de ser interrogado, revisado, acosado por la policía, por venir del sur, por fumar marihuana, por mi corte de pelo, por andar (fotografiando) en lugares y gente que no entran en el poster de la sociedad, por resistirme a encajar en su clasificación… delicado balance entre la libertad y la vida, cada día, como todos, cada día un día más.

01 septiembre

Cuando empezó mi vida...


 


 

Ni parecido 

…Entonces… un día, me di cuenta que necesitaba amor, no podía aguantar ni siquiera una palabra más fuera de lugar o en tonos agresivos, no podía seguir viviendo sin caricias, sin que mi piel se erice de placer en vez de menosprecio ajeno, me canse de que mi cuerpo lleno de amor fuera desperdiciado, desconocido, completamente mal valorado, pero más que nada me canse de no poder ser mujer, ni persona, solo un objeto sin posibilidades ni elecciones, más que descansar en la  estantería donde me lucían como una mascota obediente, responsable, indiferente a mí misma.

  Creo que me estaba marchitando como mujer, sin saber quién era, hervía por las  noches, sin embargo despreciando el cuerpo insensible que dormía a mi lado, sin salida.  

  Un día, en la caja del supermercado, al pasarle la tarjeta, nuestros dedos se rozaron, solo medio segundo, se me aflojaron las piernas, el rayo de sus ojos asombrados perforó los míos, acabe caminando a casa, hace meses que no lo hacía, quede tan confundida que no volví a ir al súper por una semana, entre la culpa y las ganas de acariciarme con sus manos, me mire al espejo y me sentí hermosa, después de bañarme me miraba al espejo de cuerpo entero, reconociéndome, finalmente…

  Volví a ir.  El mismo día a la misma hora, no estaba segura de lo que había pasado, entre llena de culpa, con la cabeza gacha, pero ella me vio, otra vez. 

  Di vueltas y más vueltas, sin animarme a volver, revente la tarjeta, apenas podía con el carrito, llegue a ella, a la caja, no había cola, lentamente iba pasando las cosas por el láser mientras charlábamos de cosas sin importancia, su voz era sin embargo como una caricia, yo arrimaba las cosas para que nuestros dedos se rocen, evitamos mirarnos, no hubiera podido manejarlo, sin decirlo quedamos en vernos en el parque, en la feria, donde yo recorría los puestos comprando regalos para los demás, nunca para mí.

  Nos cruzamos al fin, nos saludamos como viejas amigas, fuimos a tomar un café… cuando en vez de un bar me propuso ir a su casa, sentí que se derrumbaba un muro en mi mundo, acepte saltando sobre los escombros, sin hablar, me mordía los labios para no besar los suyos, en plena calle, llegamos, la puerta daba al misterio de mi misma, no nos apuramos a descubrirlo, no tanto.  

  Ella me beso, yo solo temblaba, entregada pero sin encarar, sus labios calientes desafiaron mis miedos, sus manos desnudaron mis prejuicios, su piel encendió la mía, camino a la cama apago la pava, hirviendo hace quince minutos, me afloje en un ataque de risa, que era también llanto que era también amor, que era yo volviéndome mujer… para ella. 

  Cuando empezó a  sonar el teléfono, solo lo apague, recién pasada la medianoche volví a casa, a ese mundo obsoleto que ya no podía soportar un segundo más, mi marido me esperaba despierto, por una vez no estaba viendo futbol.

  Debe haber tomado conciencia, percibido mi plenitud, mi decisión, porque su cara de reproche y castigo, se cambió en asombro y suplica sin palabras, su agresividad y posesión se volvió ¿amor? No, no deje que me toque, que contamine mi piel, ni me dieron ganas de dar explicaciones, la mesa nos miraba dar vueltas, el persiguiéndome y yo escapando.

  Me daban asco su comprensión, sus confesiones, sus promesas, su orgullo herido…mañana me voy, te agradecería que hoy te vayas a un hotel.  Los chicos terminaron por despertarse, nunca habían visto llorar a su padre, que intentaba mandarlos a dormir, sin aceptar ¿ah sí? 

  Metí una muda de ropa en un bolso y me fui, avisame cuando no estés así busco mis cosas, los chicos lloraban desconsolados, pero a la larga entenderán, pensaba, no podía retroceder, estaba en juego mi vida, un beso a cada uno se convirtió en cuatro dulces tenazas que me aferraban suavemente sin dejarme partir, sentí su amor, real, sus pequeñas cabecitas intentando comprender, me sentí una porquería, una hija de mil puta desde que cerré la puerta hasta que llegue a su casa, caminando en la madrugada, toque timbre temblando, dudando si no me había pasado de rosca, si me abriría la puerta.


  Me estaba esperando, nos absorbimos en el beso más largo y dulce del mundo, desde ese día estamos juntas (el jamás supero la depresión) solo después me entere que era también su primera vez con una mujer, me morí de amor.  

  Los chicos quisieron venirse con nosotras, después que dejaron de sentirse mal por las burlas en la escuela, después que se cansaron de escuchar la letanía de su padre, después que se dieron cuenta que nuestro amor seguía intacto, que seguía siendo su madre, que las cosas no cambiarían. 

  Formamos una hermosa familia, ya no tenemos vergüenza, ahora trabajo en la feria, no me falta ni me sobra nada, no extraño el auto ni las tarjetas de crédito, mis amigas intentaron volverme al corral, jajá, solo una me entendió, a veces nos visita, con su nuevo novio, igual, a veces percibo en el algo de recelo o desconfianza en su forma de mirarnos, creo que tiene miedo de que contagiemos a su chica jajajajaja, soy feliz, ¿Debería rendirle cuentas a alguien? 

  Ni a dios!!  Me alegro de sentirme viva, ya debe estar por llegar, me voy a casa, tenemos solo una hora antes de que los chicos salgan de la escuela, la otra vez lucia me pregunto porque no nos besábamos delante de ellos, no sé, no es para nadie más, está bien así, la otra vez me conto que estuvo con un chico, con vergüenza, como si yo la fuera a censurar, lo percibía, estaba esperando que me lo diga, nos abrazamos media hora, los amo, formamos una hermosa familia, a veces visitan a su padre, aunque el solo tiene tiempo para los negocios. Me voy, me voy, cuidate, si, nos vemos cualquier día de estos, pasen por casa…

Lauchas


 


 

Dos delantales 

Tarde un rato en darme cuenta de que no era un sueño, o mejor dicho, de que no era un sueño muy común: la Yani me estaba mordiendo la yema de los dedos y yo que la miraba espantado, cuando empiezo a sentir lo mismo en los pies: marce me mordía despacito también y los dos tenían ese brillo en la mirada que me daba tanto miedo, por eso mismo me desperté…

  Cuando me quiero tocar la oreja, que me dolía, pensando en quedarme un rato más en la cama, agarro una pequeña masa de pelo que tironea y me muerde, no sé si salto antes que yo, o si se despegó en el aire, pero la rata seguro que estaba despierta, yo gritaba, y pataleaba en la cama, pateando y destapando a los demás que saltaban a su vez arrinconándose como lauchas, sin saber en realidad que estaba pasando.  

  Ahora prenden la vela, los niños todavía lloran, mama pregunta que paso, dice que prenda el fuego y nos durmamos, solo el tío Ramón duerme a pata suelta, de zapatillas y tapado hasta las orejas, nunca le dio lugar al roedor, pero seguro que sabía lo que estaba haciendo cuando propuso comerse al gato  ¡muy rico! Mejor que  el pollo, bueno, por suerte salimos de la dieta única, ya estaba cansado de comer solo batata, y la otra semana fue papa y cebolla.  

  El frio no me deja pensar, arrimo unos palitos al montón de brasas y soplo, mientras castañeteo con los dedos de los pies para alejar esa sensación de mordida inminente, se levanta un poco el fuego y se arriman Shakira la Pacha el Cone y Carlitos, todos desvelados, todos asustados.

  Ahora tengo que calmarlos, la oreja no era nada, ni sangro, hago magia pasando las manos por arriba del fuego y se ríen cuando soplo y me revuelvo de la quemadura, no tengo que actuar tanto, me queme de verdad, tratando de distinguir los ruidos en la pieza semioscura por el humo, parecen chasquidos de las recortes ardiendo pero son los pasos apresurados de las ratas corriendo de rincón a rincón, entrando por entre las tablas, mordiendo la madera, cercándonos.  

  Para espantar el miedo les canto la canción del sapito, Shakira me acompaña enseguida y seguimos hasta que amanece.

  Apenas caliente el sol saldremos a quemar basura, papa no vuelve, se fue a ver si  conseguía otro caballo ya hace tres días, mama llora, el tío Ramón la abraza mucho rato, no les importa que miremos… 

  Salimos de la mano a ver que encontramos de comer, afuera ya anda el Chino mandoneando y haciendo fuego, cazan una rata inmensa, la tiran a la parrilla, el humo me hace vomitar en la basura, pero el Gitano me sonríe y me hace sentir mejor.  

  Extraño al Marce, cuando era como antes, y nos secaba las lágrimas cuando nos despertábamos soñando cosas, antes de tomar esa porquería, siempre nos traía alguna fruta, y la última vez que paso trajo un lechón, y el gato, que entonces estaba flaco, el muy astuto. 

  Después se perdió, solo los policías preguntan de vez en cuando por él, pero mami les dice que hace rato no viene, igual entran y revuelven todo con los perros, siempre, como si se pudiera esconder abajo del platito de la vela. Y cuando se robaron el caballo dijeron que si no había sido el, capaz lo habíamos comido, y que dejáramos de llenar de piojos la comisaria. Milicos piojosos.

  Bordeamos la colina negra y la ciberchoza, seguimos hasta la parte nueva, un camión empieza a descargar, esperamos de la mano, los niños tienen que entender que es peligroso, los recolectores se ríen y gritan, se nota que viven felices, suben al camión y arrancan a fondo llenándonos de tierra.  Tenemos un ratito hasta que lo vean pasar por el barrio, por la zona verde, rompo una bolsa negra bien grande y desparramo todo ¡fiesta carioca! 

  Entre las serpentinas y las colillas hay hamburguesas aplastadas y pedazos de panchos desarmados, comemos como locos, espantando los perros, que se cansan rápido de ladrarnos y empiezan su propia búsqueda. Solo el colita espera, y se liga una hamburguesa.  

  Cuando nos llenamos la boca, nos guardamos todo lo que podemos entre la ropa, porque ya se escucha al Chino a los gritos viniendo para acá.  Saltamos y corremos antes de ligarnos un rebencazo, Carlitos ya está cansado, la Shaki lo arrastra del brazo,  yo corro con la Pacha a caballito, el Cone viene atrás mío arrastrando una bolsa… ¡por favor que no nos vean!

  cruzamos por el otro lado para escondernos, los Termita están seleccionando, la madre tapa el viento con su pollera, ellos están enojados con nosotros y empiezan a tirarnos piedras apenas nos ven, les devolvemos las que caen cerca, la Shaki encuentra un pedazo de fierro y lo largo para abajo con todo, se lo doy al Tonito en la canilla y queda saltando en una pata mientras 

  La Gorda lo caza del pelo, porque está loca nomas, apenas podemos caminar de la risa, Shakira baila y le brilla el pelo rubio, duro, ¡hermosa!

  Nos sentamos a comer en la montaña de gomas, caminando atrás del alambrado, se ven los pequeños que van al jardín, saludan contentos, la Pachi y Carlitos se los quedan mirando hasta que se pierden atrás de los árboles, sale humo de la laguna,  cuando vuelva papa le voy a pedir para llevarlos de nuevo, aprenden muchas canciones, la Shaki empieza a cantar El Avión, pero no convence, pienso en los delantales colgando en la pared, ¿comen tela las ratas?

   Me pregunta Carlitos, tal vez pensando lo mismo, no si no tienen mucha hambre le digo, y él se guarda un pedazo de pan en el bolsillo, lo como a besos cuando trata de escaparse, y terminamos los cuatro enredados entre las cubiertas en una guerra de cosquillas, prometo llevarlos mañana mismo, hoy no quiero estar triste, voy a hablar con mama.

  Llegamos, mama no está, el tío manda a la Shaki a comprar una caja de vino, quiere acariciarme la cabeza y me escapo, nos miramos con bronca.  Vamos Tato, me dice ella, y arrancamos los cinco, mejor no dejar a ninguno solo, en un ratito se fue el sol y unas nubes frías se corren carreras arriba, nosotros las corremos también pero van más rápido.

  El Diego nos regala caramelos, volvemos mientras empieza a lloviznar, corremos la última cuadra bajo lluvia hasta la puerta donde el tío espera el vino.  Pasamos y le meto una bolsa antes que se apague del todo el fuego, el Ramón se queja pero no hay madera seca, quemo los cajones de la alacena y nos calentamos mientras el putea, el agua empieza a llenar todo, ahora llueve bien fuerte, el fuego se apaga, nos subimos a la cama.  

  El Ramón toma vino sentado mirando por la puerta, las patas en la correntada, nos abrazamos, el frio empieza a ser picante, nos tapamos con la frazada que no se mojó, también miramos la puerta, me pregunto si estará vivo el Marce, si volverá papá, adonde habrá ido mami… 

  La Shaki canta, yo me acuerdo de la cara del Tonito y me rio solo, el tío se da vuelta y me mira, solo para cagarme a puteadas, un día voy a tener un revólver… sigue lloviendo a cantaros, una gota empieza a caerme en la cabeza…

Felices e Incapaces

  Bueno...   Siempre es un problema conocer a gente importante.  Y es un problema porque la gente importante tiene problemas importantes... ...