No soy una máquina. A veces, cada tanto me pasa...por un segundo me agoto, me quiebro. Sin consuelo, me veo arrasado por la aterradora convicción, el espantoso privilegio de ser un "Ser Humano".
Nada pareciera mas limitador o escalofriante, mas atenazántemente compulsivo, mas amenazadoramente homogeneizador. Miro a mi alrededor y veo nada más que rutinas y mandatos, obligaciones y repeticiones.
Debo aceptar como propio un circuito infinitamente pequeño de caballito de carrusel, mientras simulo asombro y maravilla frente a la repetición inalterable de lo predeciblemente habitual. De lo irremediablemente chato.
Mis posibilidades de pensar por mi mismo, de elegir según mi conveniencia, son declaradamente ofensivas para el sistema, y como tales, son perseguidas y estigmatizadas, hasta que su inmensa presión me obliga a sonreír mientras camino como un zombi a hacer lo que hacen todos, sin dejar de babearme frente a cada pantalla que encuentre.
La imposible decisión a la que me enfrentan diariamente, es la de aceptar como propia, la funesta misión de recortar de mi mismo toda particularidad y todo rasgo individual, todo interés genuino y toda capacidad constructiva para encajar en un mundo que se angosta hasta invalidar cualquier diferencia en aras de la supuesta igualdad.
Claro que esta igualdad no genera convivencia, no genera paz, no genera bienestar ni felicidad. En realidad no genera nada mas que babosadas doctorales y doctrinarias, abominaciones políticas y esclavitudes consentidas a cambio de supuestos privilegios que solo representan lastimeros e insignificantes trozos de la libertad que se nos ha quitado.
Como puede ser que una persona normal, un ser compuesto de las mismas moléculas que el universo reutiliza hace millones de años, regada por la misma luz del sol que cualquier magnifico dinosaurio, sea obligada a desanimarse segundo a segundo y día tras día hasta desmantelarse por completo solo para caber en la afinada punta del lápiz que traza nuestro destino?
Esto sucede porque carecemos de la valentía del pasto, que osa dar la cara eternamente al viento, o de la tenacidad de las moscas, que vuelven una y otra vez aunque las espantemos. Somos como babosas que esperan que el semáforo cambie para empezar a atravesar la avenida...parecemos lógicos pero somos absolutamente ridículos.
Todas las masacres nos excitan, todos los genocidios y los crímenes impunes nos reconfortan, porque de alguna manera nos reconocemos como deslucidos fantasmas de nuestras posibilidades, y nuestra frustrante y cotidiana actuación como luminosos y conformes objetos biológicos posmodernos no hacen mas que llenarnos hasta las orejas de una rabia ciega, que no podemos siquiera traducir.
Como útiles esclavos, jamás escupiremos hacia arriba, sino hacia nuestros contemporáneos, nuestros indefensos y mutuos testigos del despojo, nuestros desdichados y engrilletados compañeros de camarote en este viaje blindado hacia ninguna parte.
La teoría que sustenta todo esto es que cada persona elegirá para siempre, y en toda circunstancia, el cómodo e inofensivo suicidio, o la impulsiva carnicería de la rabia ciega, antes que cuestionar severamente o siquiera intentar mover las bases del sistema que lo aplasta como la suela de la pata de un inmenso elefante. Solo morir de hambre es grotescamente inconveniente, o mas bien, poco elegante.
La muerte por hambre y la desesperación de los famélicos dispuestos a todo, nos lleva a pensar que tal vez, deberíamos elegir mejor, antes, mucho antes de llegar a eso. Lo que no queremos pensar, es en lo famélica y desesperada que vive nuestra propia alma, en la tristeza oscura de nuestro corazón eternamente despojado de sus sueños, mientras nos atiborramos de comida chatarra.
Solo hace falta una persona en el planeta, un solo individuo en la raza humana que deje de mentirse a si mismo, para que todo se derrumbe como un gastado castillo de naipes... pero quien va a salir de esta infame comodidad...?


No hay comentarios:
Publicar un comentario
Que te parece?