17 septiembre

Banco de valores

  


 
  

Hay cosas que no van a cambiar, solo empeoran...

  Cada adelanto tecnológico acuñado por nuestra supuestamente privilegiada capacidad de pensamiento, no ha dado mayores resultados que la esclavitud individual.  Se nos enseña a pensar socialmente, a contemporizar, a trazar estadísticas que presenten en un supuesto plano de igualdad a los que mueven el pie sobre las cabezas de sus semejantes, y a los que sangran y mueren bajo sus lustradas botas.

  Cada adelanto nuevo solo sirvió a la manipulación y la opresión, al monopolio de los recursos y el poder.

  Sea la refrigeración o la capacidad de matar a distancia, la locomoción, cualquier cosa que "disfrutemos" hoy, y de la cual nos hayan convencido que mejora nuestra vida, cada forma nueva en que una máquina, institución o instrumento resuelve nuestros intereses por nosotros, no hacemos mas que agregar un grosero y brillante eslabón a la cadena de nuestra consciente y feliz esclavitud.

  Hubo un momento en que las riendas se aflojaron, imperceptiblemente, y se puso a prueba la capacidad humana para autoesclavizarse: se le habían dado todas las herramientas necesarias para ello. 

  No funcionó. 

  No funciono?     

  Aunque el cincuenta por ciento de la humanidad acepte alegremente ser esclava, el otro cincuenta por ciento no va a dar ese paso.  O si?  

  Somos la única especie del planeta cuyos cachorros continúan siendo cuidados por sus progenitores  durante más de cuarenta años... eso, debería darnos alguna pista sobre el desenlace. 

Todo son siglas, estadísticas, tendencias.  Nos están acostumbrando permanentemente al análisis técnico, a poner nuestro tiempo y dinero, nuestros intereses, nuestros deseos, nuestros sueños en el valor mayor y mas ampliamente aceptado, en el punto culminante.  Y así, se vuelve el punto culminante, porque todos nos acostumbramos a seguir una pequeña luz que se acerca. 

  Ya ni siquiera hacen falta ejércitos irregulares ondeando sus banderas negras, la población del planeta es dirigida (digerida?) por pequeñas, específicas indicaciones que signifiquen al público, sacar la cabeza por encima de la marea interminable de lo igual, de lo predefinido, de lo establecido.

 Por supuesto, esas indicaciones, en un mundo de nueve mil millones de seres conectados a la misma pantalla, se vuelven inmediatamente una pequeña ola, y luego otra marea compacta predefinida. 

 Mientras la ingeniería social cosecha los restos anteriores, una nueva camada se eleva y surfea, convencidos de que han llegado al cenit de las posibilidades humanas, técnicas o económicas, lo que sea...todo es decorado.  Todo no es mas que un escenario, un nuevo y maravilloso escenario mas.  

  Como mansas y dóciles criaturas de rebaño, nos acostumbramos a sentir a nuestros congéneres al costado, y con eso nos alcanza, no importa si nos encierran en un marco conceptual imposible, inasible, no importa si se escuchan los gritos aterrorizados de otros incautos cayendo el precipicio... sí renovamos con la suficiente velocidad nuestros esquemas de pertenencia, estaremos en el centro, y daremos el viraje de la curva a tiempo. 

  Siempre hay alguien mirando por la ventana.  Siempre hay alguien mirando a través de la ventana.  Siempre hay alguien mirando tras tu ventana.  Del ojo eterno de dios, pasamos a la vigilancia irrestricta del Gran Hermano, y sin escalas a la total autocensura y el determinismo voluntario. 

  Es que todo son siglas, grupos de letras intercambiables!  

  Tres o cuatro letras mayúsculas pueden significar el último grupo de ciudadanos recién catalogados como terroristas, empresas, acciones cotizables en el mercado de valor, instituciones públicas o privadas, asociaciones regionales o locales, lubricante anal, partidos políticos antiguos o nuevos, o el último grupo terrorista recién legalizado y catalogado como democrático y necesario para la libertad de los caballeros del petróleo.

  El objetivo manifiesto es designificar, descatalogar, el objetivo es sumir todo en la misma bolsa posmoderna donde una mano oscura pueda sacar siglas premiadas como si fuera un sorteo de lotería (y en verdad lo es, y como siempre, está "arreglado").  Luego, ya que estamos acostumbrados, intercambian esas siglas por marketing directo, y obedientemente compramos.  

  Instintivamente, el ser humano moderno, se siente atraído hacia las siglas, ya que representan un esquema de organización predeterminado donde no somos responsables, una organización de algún tipo de la cual podremos obtener beneficios, sean estos económicos, políticos o lúdicos, un sistema de representación de un esfuerzo ajeno y estructurado, donde podemos lograr nuestra pertenencia total con solo agregar nuestra participación virtual, sin comprometer siquiera nuestro tiempo.

  Es así que nos bombardean con siglas de todo tipo, entre las cuales debemos -forzosamente- elegir, ya que también fuimos adiestrados en la comodidad, la inmediatez, el costo de oportunidad, y la ganancia supuesta que permita llegar a nuestros supuestos, permitidos, sueños...

  Ni siquiera nos preguntamos ya, que significan, a que se refieren esos grupos de letras: esas explicaciones deben haberse dado hace mucho tiempo, y no queremos perder el nuestro, además estamos seguros de que hay algún tipo de organismo de control que vela por nosotros, como en cualquier pecera.

  Hemos dejado de pensar quién nos alimenta, y para que! 

 
Bah... hemos dejado de pensar, completamente, hace décadas, o no hubiéramos llegado a este presente...


  

15 septiembre

Haciendo fila!

   



Si.

  No.

  No se.

  No importa.

  Todo puede ser...todo en este mundo es tan impredecible, pero hay algo que encaja dentro de la categoría de certeza absoluta: a nadie le importa tu opinión.  No importa lo que quieras o lo que tengas para dar, no importa lo que  brindes o lo que generes, y por supuesto que no importan tus intenciones, excepto en el caso de que generen un ingreso de dinero en las manos correctas, o sea, en las mismas manos que ya lo tienen.  

  No dejarás de ser una molécula minúscula de mierda, sin peso ni relevancia.  Tu única posibilidad es ser domesticado.

  Y para que el salvaje y antiguo ser humano, hambriento y apasionado, dueño de sus días y de sus noches durmiendo bajo las estrellas, sea fácilmente sojuzgado, sometido al arbitrario imperio del sinsentido, el desperdicio y el aburrimiento, una de las trampas mas perfectas es la sala de espera.  O mejor aún, la mejorada, moderna e implacable fila, que apenas se mueve un centímetro por hora, consumiendo segundo a segundo y día tras día el escaso tiempo restante de cada ser humano.

  De cada ser humano normal, claro, porque los elegidos no tienen por que hacer cola, ya que siempre hay una puerta lateral por donde acceder a la resolución de cualquier necesidad o conflicto humano, enmarcado en el único lenguaje universal compartido por toda la especie, el del poder, la violencia y el dinero.

  Es así que para cualquier trámite o necesidad que se nos haya sido impuesta, declarada como importante o indispensable por el sistema, por mas ridícula o innecesaria que sea, no solo tenemos que enfocar la totalidad de nuestra atención, además de nuestros recursos y nuestro tiempo, sino que, como corolario final, debemos demostrar nuestra mansedumbre, como si fuéramos atados por una ajustada y simbólica correa ajustada a nuestro cuello...como  un simpático e inútil perrito.  

  Para lograr nuestros educados objetivos, debemos ceñirnos a las mas absurdas reglas diseñadas para desmotivarnos y deshumanizarnos, supuestamente dictadas por la sobrepoblación y la falta de infraestructuras, por el escaso presupuesto, por la baja eficiencia, el desinterés o la desmotivación del personal de las oficinas privadas o gubernamentales, las instituciones educativas o de seguridad, las empresas de diversión y esparcimiento, o cualquier otra opción humana.

 Debemos hacer la cola.  Ocupar nuestro último lugar en la fila, muy democrática y simbólicamente, ya que no importa cuando nos unamos a la farsa, siempre estará a nuestra disposición el último lugar...

  Claro que, al sumarse otros "últimos" a la degradante espera, nuestro impotencia se tiñe de arrogancia y nuestra obsecuente impaciencia de privilegio, ya que cuanto más larga es la fila, más nos podremos sentir como adelantados... Adelantados idiotas!! 

  La psicología conductista no comete errores, y las masas humanas deben ser tranquilizadas y manejadas con mas cautela que cuidado, ya que, no por descartables, dejamos de producir efectos y ganancias al sistema, por lo que seremos manejados por personal especializado para lograr los mejores resultados de acuerdo a la inversión realizada.  

  Es así como los imperturbables burócratas sacan lo mejor que pueden con nuestro miserable material humano, y lo peor de todo es que seguimos creyendo que son ellos los que trabajan para nosotros.  Si nos cercaran con tablas a nuestros costados, nos daríamos cuenta que estamos en la misma situación que el ganado, con la diferencia que la mas mansa de las vacas patea y brama, y de vez en cuando intenta saltar por encima de los limites de la manga.  Nosotros no. Nunca.  Jamás.

  Hemos adaptado tan absolutamente nuestra existencia a un paquete interminable de regulaciones y requisitos, que no sabríamos como vivir nuestra vida sin seguir las reglas, así que intercambiamos nuestra libertad por diversas autorizaciones para existir, lo cual no nos parece demasiado excesivo...además, podemos relacionarnos en el trayecto con otros sumisos bueyes o borregos humanos, con otras felices vacas humanas camino al matadero...  Y quejarnos de lo mal que funciona todo, de lo incompetentes y corruptos que son nuestros captores!

  Mas allá de las humillaciones y el hastío, estamos seguros de que nosotros lo haríamos mejor, así que podemos estar orgullosos de pensar mas claramente que el resto, que los directores de esa maldita oficina donde hemos encallado sin esperanzas, como un viejo y podrido barco.

  Lo que no sabemos, es que si empezáramos a trabajar en la administración mañana mismo, y cometiéramos el imperdonable error de hacer funcionar las cosas, seríamos despedidos inmediata e irremisiblemente, y esa mancha en nuestro legajo no sería borrada nunca.  Los Directores y Gerentes saben que todo está bien como está, y es una especie de música en sus oídos el permanente murmullo indignado de la gente.

  Como seres humanos funcionales, debemos ser drenados por el sistema, para que nuestra energía no desborde en ideas raras de libertad y renovación, de fraternidad, de ternura y esperanza.  Solo por conjurar esos riesgos vale la pena construir esos monstruosos ministerios.

  Bueno, es que somos importantes, el resto de los animales de granja son domesticados a través de un rústico y barato sistema de premios -aunque también castigos- una amorosa caricia, una golosina...  Nosotros -en cambio- tímidos e inservibles humanos, constituimos un extraño y único caso, donde obedecemos por el temor de no pertenecer, de que nos expulsen del mecanismo que nos oprime, de ser excluidos o desterrados, olvidados.... la dignidad no se negocia, por supuesto, ya que no existe desde el vamos.

  Es por eso que se desconfía implacablemente de cualquier proceso eficiente, de cualquier metodología basada en el respeto humano, de cualquier interacción que no nos iguale a los demás en un acto de despotismo... "Mas vale malo conocido que bueno por conocer" dice el eterno refrán, y ceñirnos a su texto es lo único que calma nuestro temor al cambio.  Nuestro cada vez mas cercano terror de que la siguiente generación mejore en vez de empeorar y nos arroje al basurero de la historia!

  Podríamos culparlos pero...Quien podrá detenerlos?  


10 septiembre

El imperio de la fuerza

 


Hemos visto tantas películas de acción violenta, tantos sangrientos justicieros, tantos inapelables y oscuros superhéroes, tantas tragedias en primer plano, tantas macabras noticias... tantos videos de gatitos bonitos...

  Para qué? 

  Ha sido para advertirnos?  O para acostumbrarnos? 

  Ha sido para iluminar nuestros nefastos y comunes errores históricos, o para marcarnos el camino que podíamos tomar con total libertad?

  Como humanidad, como bloque humano, pareciéramos impermeables al aprendizaje.  No pasa siquiera una generación que todo se repite, que todo lo "pasado y pisado" se hunde nuevamente en el barro del olvido.

  Hemos aprendido a delegar todo.  No solo nuestra responsabilidad individual y social, nuestra soberanía política y económica, sino también nuestros sueños y aspiraciones, nuestras emociones, nuestro dolor.  Ahora ni siquiera hay diferencias entre un insensible robot humanizado y un insensibilizado ser humano robotizado.  Claro, estamos en desventaja.

  Se supone que debiéramos conservar para nosotros mismos la capacidad de conmovernos, de indignarnos ante la injusticia, de identificarnos con cualquier individuo de nuestra propia especie, que muere degradantemente acosado y estigmatizado por la narrativa de los multimillonarios que se sientan actualmente en los sillones de la gerencia mundial.  Pero no.

  En realidad aprendimos a idolatrar a estos sangrientos directores de orquesta, a engullir hasta el vomito sus inaceptables mentiras, y a volver a tragarlas de nuevo, un poco mas elegantes, mas disimuladas, mas adaptadas al formato que preferimos para dispersarnos en nuestro reducido horario de descanso.  

  La legalidad internacional se desnuda cada día como una risueña farsa donde hipócritas cínicos aplastan a quien quieren con sus patas de plomo.  Las leyes se invocan para violarlas al siguiente minuto, sin dejar por eso de ejecutar a inocentes sin prueba alguna. La narrativa democrática se esparce como una manta que cualquier fantasma envidiaría, solo para ejercer la tiranía desde el anonimato que gozan los titiriteros para usar y descartar a su antojo a los dirigentes mundiales, antes y despues de hacer su trabajo.

  Cada vez es menos necesaria la mentira... la trabajosa construcción de enemigos... ahora, descaradamente se enarbolan las agendas con el solo justificativo del poder militar ejercible, de la sed corporativa de recursos: testigos molestos son eliminados con la misma facilidad dialéctica que peligrosos científicos que pudieran poner en riesgo la dominante hegemonía.  

  Familias, comunidades y naciones enteras son arrasadas con la misma sonrisa de satisfacción con que asesinos sádicos son entronizados para matar y matar sin descanso y sin frenos.  

  El imperio nunca estuvo tan desnudo, tan dislocado de los seres humanos sin voz que supone atados a la sumisión total de sus gobernantes.  Pero esa supuesta ventaja, que lo hace perder toda delicadeza en la construcción de sus aberrantes estrategias, no lo deja ver que bajo la coerción actual de las supuestas democracias, uniformizantes, hay personas reales que se resisten a ser lobotomizadas, y siguen buscando y encontrando cada día, nuevas formas de transformar la realidad, de desenmascarar la absurda incoherencia violenta del sistema.

  No hay otro camino que la rebelión total, a lo largo y ancho del planeta, cuando la misma expresión humana, nuestros más básicos deseos y necesidades, son impedidos y aplastados, sin otro expediente que la amenaza y el chantaje, el temor a mayores violencias y la eterna y gastada invocación a fantasmas como el narcotráfico o el terrorismo, adiestrados y dirigidos por el mismo poder que consume nuestros recursos para su supuesto combate.

  La única opción es estar bien atentos, ya que la violencia descarada necesita cada vez menos de un marco o justificación legal, de una justificación o rendición de cuentas por la muerte ajena.  El imperio de la fuerza avanza como una niebla ciega, envolviendo todo en tinieblas.  Pero igual, la situación -aunque conocida- es completamente nueva...

  Al día de hoy, no hay huecos donde esconderse, no hay zonas libres de cámaras y sensores, no hay un solo territorio que no este digitalizado hasta el extremo, por lo que la cacería humana se ha vuelto un deporte de una facilidad impensada.  No nos volverá a salvar nuestra indiferencia, ni conservaremos nuestros bienes por mirar para otro lado, ahora todos somos anticipadamente culpables de crímenes que aún no han sido tipificados, pero que ya pueden ser castigados.  Anticipadamente.

  No nos va a salvar ser parte de la maquinaria asesina, o pequeños administradores de sus finanzas o territorios. Al día de hoy los humanos instrumentos del poder son tan descartables y abundantes como las cucharitas de helado, y apenas un poco mas valiosos, al igual que los testigos y las víctimas, los verdugos y los colaboradores tienen una etiqueta de caducidad que no puede ser despegada.  

  La única opción es la acción instantánea, inmediata, permanente.  La construcción y la reconstrucción implacable de un marco de convivencia tan ética y moralmente sustentable que los algoritmos de la violencia no puedan detectarlo ni interpretarlo.  Solo nos queda sonreír y asentir mientras cuidamos la nueva semilla, los pequeños tiernos brotes de una nueva conciencia humana como individuos responsables de cada uno de sus actos, de sus efectos, de sus carencias, de sus omisiones.

  Solo así podrán surgir y fortalecerse las nuevas instituciones multilaterales que ofrezcan perspectivas de paz en vez de guerra, las nuevas visiones  económicas globales que apuesten por preservar los agonizantes recursos, por descontaminar y restaurar, y podrán desnudarse en su tibio y agonizante utilitarismo los viejos esquemas de cooperación internacionales, que siempre y solamente, favorecen al mas fuerte, al mas hipócrita y violento, al mas cínico y perverso.

  El mundo nuevo empieza en vos, empieza hoy, ahora.  Porque solo con seres humanos se puede construir nuevas estructuras, y solo con sus decisiones se puede abandonar las antiguas y caducas formas de poder, de ejercer el poder, de acumular y monopolizar decisiones como si cada hincón del planeta no fuera de todos. 

  Mucho falta para que caigan las fronteras, porque los límites están dentro nuestro. 

  Igual, para conocerlos, hay que caminar -tan livianos de prejuicios como sea posible- si queremos encontrarnos y ser más, ser humanidad, ser personas nuevamente, y no esta farsa que posteamos en las redes sociales digitales para poder engañarnos a nosotros mismos.

  El sistema nos ofrece todos los disfraces a precio de ganga, es hora de volver a ser nosotros mismos...



Banco de valores

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