Hace unos cuantos años, vivía en Java, que es una tropical y selvática isla de Indonesia, perteneciente al Archipiélago de Sonda. Esta, continua la curva de Sumatra y se mira a la distancia a través del mar, con la tormentosa y multinacional Borneo -o también, Kalimantan, que quiere decir Orangutan, en el hermoso y áspero idioma de este lado-
Yo trataba de no identificarme con ninguna facción que pudiera convertirme en blanco de una ajena y permanente guerra, y asegurarme de sobrevivir mientras iba conociendo las exuberantes y fantásticas flora y fauna del lugar. Además de recolectar semillas de arboles y plantas tropicales, trataba de empaparme de la cultura y las costumbres locales
Fue así que mis amigos de aquella época me convencieron algunas veces de acompañarlos a cazar. Y fue ahí que conocí al magnífico y leal Perro de Insulandia. El Anjing Pedalaman, que puede atravesar con sus dientes el acerado cuero de un cocodrilo siamés o un dragón de Komodo
Es que... entre tanta antigua y extraña fauna, hay por aquellos lugares una raza de perros medianos a chicos, de colores indefinidos, turbios y sucios, usados al efecto de la caza, cuya cabeza es casi tan grande como la mitad de su cuerpo, y sus mandíbulas tan fuertes como una prensa hidráulica... los mismos tigres caminan cuidadosamente en un furtivo y sigiloso respeto ante su cercana presencia, evitando entrar en cualquier tipo de combate.
Cuando este extravagante y hermoso animal muerde una presa, no la suelta hasta que está quieta y muerta, o hasta que su cuidador lo extraiga con técnicas de manipulación bastante especificas y sofisticadas(solamente el amor y cuidado cotidiano y la crianza desde cachorros genera la suficiente confianza para esto). La victima se entrega mucho antes de desangrarse: muere de espanto.
Deja de luchar, deja de comprender el mundo y la necesidad de seguir vivo, ante el despliegue de repentina furia de la jauría, que nunca baja de 8 o 12 individuos. No hay forma de escapar, cuando del mismo suelo del bosque se desprenden como manchas voladoras los acechantes y feroces cánidos, y empiezan a correr. El destino es imposible de cambiar.
La adrenalina de la matanza, y el sistema de irrigación sanguínea que prioriza la fuerte cabeza y sus músculos mandibulares, la forma en que recuperan fuerzas bebiendo la sangre tibia que mana de los profundos cortes, hacen que una vez que la dentadura se cierra, y a pesar de golpes, mordeduras y patadas, arrastrones por la selva o bajo el agua, la presión continúe aumentando hasta doblegar completamente la vida, atenazada de esta manera.
Los animales de las islas huyen apenas los olfatean, y se hablaba en esa época, con tanta tristeza como asombro y admiración, de un inmenso y demacrado elefante al que encontraron con dos cabezas, dos cráneos de anjing de los cuales colgaban aún algunas vertebras, incrustados a la pata izquierda del gigantesco animal. Dicen que la ferocidad todavía emanaba de las tersas calaveras, que, por su antigüedad, delataban una pelea ocurrida al menos un par de meses atrás
Lamentablemente no pudieron salvarlo de la perdida de sangre, el envenenamiento por terror, y la infección. Los perros isleños, habían cobrado su presa, aun después de su propia muerte. Y eso no tenía nada de raro.
Por su peligrosidad fueron prohibidos y luego decretado su exterminio masivo, después de un incidente en que, uno de estos animales, al prenderse de la pierna de un sobrino del presidente Suharto durante un acto celebratorio, no lo soltó ni aun muerto a balazos, y no abrió sus fauces ni luego de ser cortada su cabeza a machetazos. A machetazos quebraron desde atrás la articulación de la mandíbula, separándola en dos partes, desenterrando los afilados dientes del muslo de su ya moribunda víctima
Claro que la raza sobrevivió al exterminio y a la erosión genética. Sobrevivió a los vaivenes políticos y el colonialismo. Sobrevivió a la ingratitud y al desamor de sus enemigos y a la traición de sus cuidadores. El Anging Pedalaman sobrevivió
Esta historia me venía a la cabeza, en el momento en que me dedico a insistir y reafirmarme en mi reclamo, ante un producto defectuoso de la industria. Y creo, que en realidad, ninguna empresa tiene mas poder que la decisión y la tenacidad de una persona individual siquiera, si esta está dispuesta a no dejarse estafar y con ello pagar las perdidas no declaradas de la compañía.
Porque de eso se trata todo esto.
Tal vez, de ser la rueda de repuesto de la bicicleta financiera. Tal vez de dejar pasar la incompetencia que genera accidentes y muertes. Tal vez de disimular estafas y malversaciones. De ser cómplices directos de la decadencia de la Industria Nacional y de los bajos sueldos y malas condiciones que ello implica. Del clima de permisividad que permite a nuestros gobernantes hacer y deshacer a su antojo, poniendo los mas incapaces a cargo de lo mas delicado, sin ninguna efectividad ni coherencia.
Ni hablar del poder de hacerse respetar,que puede generarse en grupos de consumidores organizados, de la fortaleza de una sociedad, de una región, de un país, donde vive gente que se hace cargo de las consecuencias de sus actos, tanto como se lo exige a los demás.
Una sociedad responsable.
A veces me pregunto, como deben preguntarse esos amorosos, fuertes y feroces animales: Como pueden existir seres que no amen la vida? Como puede existir la Ingratitud?
Porque, a pesar de la indiferencia total que me produce el peligro y la cercanía creciente de la muerte, mis intenciones son seguir viviendo. Mas allá de lanzarme cada día a la batalla, de ponerme en juego con el cien por ciento de mi cuerpo y mi mente, todo lo hago por sentirme vivo. Y tomo este planeta como un gran campo de entrenamiento donde aprender y crecer, desarrollarme, tomando los riesgos que eso conlleva.
Hay muchos caminos hacia la paz, hacia la pureza del amor y la libertad.
Pero soy como esos pececitos que nadan en la tumultuosa y burbujeante corriente, y que mueren en las aguas calmas y claras de lo asumido y de lo establecido. Me marchito en las turbias y tóxicas profundidades de la sumisión y el aburrimiento. Necesito matar y morir cada día. Necesito la guerra como el sol necesita del horizonte para amanecer. Necesito combatir. Ganar...y perder. Sangrar, para renovarme
En un mundo donde se ha prohibido guardar en frascos las cabezas de nuestros enemigos, y llenar con ellos las estanterías del comedor, la especie humana cae cada día un escalón mas abajo en la mediocridad. Ahora ya casi nadie muere sonriendo.
El asesinato y la venganza solo están permitidos a las instituciones y a los gobiernos, y de entre estos, a los mas poderosos corruptos, hipócritas y cínicos, por lo que el cien por ciento de las víctimas son inocentes, y su exterminio responde a intereses económicos, elitistas y sectarios, que nada aportan al crecimiento y la evolución de la humanidad en su conjunto.
Hace falta mucha creatividad para escapar de esto.
Hoy, estamos siendo exterminados por Empresas, por Corporaciones, por Siglas...por...
...Sobreviviremos, comiendo elefantes corporativos, como los Anjing.