Pero la biblia del capitalismo industrial pregona exactamente eso, 24 horas al día, impulsando un consumo desmesurado de recursos cada vez mas escasos, cada vez mas críticos, sin darle siquiera importancia a sí ese consumo irracional es distribuido equitativamente en la población o es acaparado por un sector en detrimento del resto, en calidad y cantidad.
Tampoco importa si esto lleva a la extinción inexorable de la vida, a la guerra(que también es un lucrativo negocio), a la ruina, el malestar y la enfermedad social. En definitiva, que lo único que importa es mantener las maquinas en funcionamiento, mientras las personas siguen siendo descartables, cada vez más! Por supuesto: alguien gana por esto, más allá del reparto desigual.
Entonces nos convierten en consumidores, para aportar el máximo de nuestro poder de compra de nuevo al sistema, sea poco o mucho, legal o ilegal, fruto del crimen, de la humillación, de la esclavitud propia o ajena...no es eso lo que importa. El origen de cualquier fortuna es el desequilibrio, tan exacto y proporcional como el juego del subi-baja: pocos tienen mucho, entonces muchos tienen poco.
De todas maneras, para asegurar su condescendiente y esperanzada participación, los que tienen poco consumen tanto o más que los que tienen mucho! Si, productos y alimentos de pésima calidad, tóxica, peligrosa, nociva, pero por eso dan su vida diariamente. El rellenar tachos de basura con envases, cajas, paquetes y desperdicios es la señal de pertenencia.
Allí, en la basura, buscarán los que no tienen nada -los del último escalón- su manera de pertenecer y consumir, de participar, de seguir vivos. Porque ya no hay un solo territorio libre, ni por descubrir, toda, absolutamente toda la superficie del planeta está colonizada por la estética de la explotación, la ganancia, el desperdicio.
Sin embargo no alcanza, y todo lo que nos venden como adelantos sociales, beneficios, o maravillas de la modernidad, se derrama en un orden, en una secuencia milimétricamente exacta que va de arriba hacia abajo, del poder hacia lo sometido, de la opulencia y el privilegio hacia los miserables desahuciados que eternamente esperan sin que les caiga nada.
Y esta dinámica se da entre continentes, entre naciones, entre ciudades, entre poblaciones, entre barrios, entre habitantes, e incluso entre miembros de una misma familia. Porque para que un esquema tan absurdo, degradante y destructivo siga funcionando, el aprendizaje, el adoctrinamiento, debe ser permanente, total, y omnipresente sin ninguna fisura.
Claro, no pensamos, cuando dejamos abierta una canilla, que desperdiciar el agua de manera irracional y caprichosa en nuestro hogar, lo está restando de otro menos favorecido. Si la infraestructura es caduca, obsoleta, incompleta, insuficiente e impermanente, no tiene nada que ver con nosotros que pagamos(o tal vez ni siquiera eso) un valor simbólico por un servicio esencial para el diseño actual de la vida.
Al contrario, el privilegio nos reconforta, podemos sentirnos un escalón más arriba, por consumir a base de que a otros les falte. Así, en otros continentes, se sienten a gusto disfrutando un confort y unas tecnologías que ni siquiera llegaremos a conocer, sin importarles que el precio sea que acá tomemos agua envenenada por fosfatos, hidrocarburos, organofosforados, o cianuro, entre otros innumerables, conocidos y previstos costos humanos, sociales y ambientales.
Por supuesto, nada de esto nos lleva a la simplificación, al decrecimiento, a la sustentabilidad o el cuidado mutuo. Al contrario, corremos, escalamos, queremos llegar a la cima de la pirámide antes que los demás: ser poderosos, millonarios, gratuitamente despilfarradores de todo lo preciado y escaso.
Cada generación se preocupa solamente de ocultar el daño a la siguiente, de esquivar cualquier responsabilidad, de renovar el relato desde el punto culminante del desastre como si el mundo recién hubiera sido creado...pero cada día es más tarde, mas imposible vivir para un número creciente de personas en todo el planeta.
Se acerca la guerra total, cada día, pero no nos damos cuenta, ni tampoco que la tecnología y el poder de destrucción es inmensamente masivo, como nunca antes lo fue. Se respira una brisa sangrienta del viaje hacia el totalitarismo planetario pero estamos acostumbrados, además las noticias dicen que el daño es siempre en otro lado.
Nos educan sobre cómo sobrellevar nuestra propia extinción: el "Gran Reseteo", la "Agenda 2030", el "Nuevo Orden Mundial", la guerra entre imperios o de las galaxias. Nos conformamos con enterarnos de nuestra propia muerte inminente a través de una pantalla:
Al fin! Por una vez, estamos siendo protagonistas.