19 julio

Los niños y el capital

 

 

  Niños, en principio son inocentes, puros, les resulta incomprensible el dinero y el valor de las cosas, las prisiones y el delito, la compulsión al trabajo, el abuso de poder, la desigualdad que ven en la calle apenas asoman la nariz.  

 No le ponen precio a los abrazos, dan, regalan.  

  Cambian un barco por una piedra chata que tiraran al agua sin sentirse en pérdida, exigen y brindan libertad, amor, felicidad…

 Creciendo como plantas, como cachorros, rodando como piedras desde la ladera de la montaña, estancándose en masa, como el agua, ante la maravilla de la vida que se expresa en una hormiga o un paisaje que los asombra, una flor, un pequeño pez, una historia… 

  Concentran su vivacidad y, luego, rompiendo la presa, se desbordan, corriendo sin objeto ni control, cayendo, embarrándose, raspándose las rodillas los codos y las narices, las orejas, convirtiendo su ropa y su pelo en una masa confusa de pasto, polvo y alegría, curtiendo los pies descalzos o destrozando las zapatillas.

  Siempre será así, aún no han logrado extirpar el espíritu humano con manipulaciones genéticas, aún siguen naciendo humanos.  

  Y como todos, son una masa de energía, curiosidad, confianza, temeridad, y una simpleza que se derrama del corazón, resolviendo todo sin hacer la guerra.  ¿Pero a quien le conviene esto?  ¿Cómo van a comprar si aceptan como hermana a la naturaleza? 

  ¿Cómo van a hacer la guerra si comparten y toleran?

  Los niños no necesitan ser educados en el formato devastador que hemos instaurado, sino aceptados en su necesidad de expansión que les hace reclamar el mundo como propio, apreciados en su inmensa capacidad generadora de soluciones, en su mirada desprejuiciada y libre sobre las personas, sobre las cosas, sobre el futuro.  

  Que panorama tenebroso para los poderes hegemónicos, para los fabricantes de conflictos petroleros, si una masa enorme de niños a lo largo del mundo pudieran ser liberados del bombardeo infinito de los canales de televisión y el tropel de maestros voluntarios que los adoctrinan en la ley del más fuerte.

  ¿Qué pasaría si salieran a jugar a la calle sin preocuparse del color de sus amigos, entendiéndose alegremente por señas y abrazos sin importarle el idioma ni la nacionalidad de sus compañeros… ?

  No es una utopía más, es una realidad posible a cada paso, a cada día, en este mundo de nacionalidades dispersas, de inmigración permanente, de posibilidades abiertas a la cooperación en cada mirada nueva sobre los viejos problemas.

  Aun así, el monstruo que muerde el planeta, que alimentamos de mil maneras antes de declarar “yo no fui” no va a caer sin dar tremendos coletazos, como estamos viendo ahora mismo, alrededor del mundo.  

  Y claro, lo hace con nuestra colaboración, como fue siempre, sembrando las semillas del racismo la intolerancia y el odio, el miedo que apadrinamos mediante la repetición y la copia de versiones periodísticas a las que asistimos hipnotizados en lugar de mirar a nuestro alrededor.

  Solo nos han enseñado a tener miedo del apocalipsis, de la crisis económica, energética, alimentaria, global, mundial, mientras nos hunden más profundamente intentando cortar de raíz cualquier propuesta que surja de la gente, sin el control de las multinacionales.

  Descartamos cualquier solución que genere libertad y soberanía individual en vez del estancamiento esclavo que aprendimos a aceptar.  

  Seguimos apostando a una sociedad patriarcal que promueve el filicidio, solo porque estamos huérfanos de ideas, y todo eso lo imponemos a nuestros hijos porque nos lo han impuesto a nosotros.

  Ejercemos nuestro "deber" mediante la coerción y la violencia, cada día, sin caer en la cuenta de que solo estamos manteniendo y multiplicando la fuente de los males que nos acorralan cada día más cerca del precipicio.

  Entonces golpeamos, castigamos, reprimimos, adoctrinamos, y todo sin derecho a réplica, todo sin ninguna revisión, sin una sola queja interna aplastamos una y otra vez la voluntad de las pequeñas criaturas hasta volverlas sumisas y manejables.

  Y así, las lanzamos atadas de pies y manos al mundo para que los poderes perversos que lo recorren, aprovechen y profundicen el trabajo, delineando adultos obedientes y apáticos, insensibles, autoritarios…¡Que vuelvan a criar a sus hijos de la misma manera mientras el sistema los corta alegremente en pedacitos!

  No estamos castigando a nuestros hijos porque nos hacen más caso así, estamos castigándolos porque así lo promueve el sistema, lo necesita: bastaría una sola generación que pueda crecer libre para que todo el andamiaje mundial de bombas atómicas y telecomunicaciones, espionaje y petróleo malgastado colapse hacia un mundo libre, fraterno y feliz.

  Un planeta donde cualquiera pueda disfrutar de ver brotar una semilla, donde un ser humano se pueda tirar en el pasto a mirar el cielo sin temer que lo arresten, sin sentir que está perdiendo dinero.  

  Pero tenemos una inmensa ayuda, un tremendo abanico de imágenes y espectáculos que los acostumbran a la muerte, a la muerte ajena claro, a la muerte por motivos de estado, a la muerte de los malos.

  Contamos con millones de imágenes y actitudes que desvirtúan el cuerpo, el sexo, que es tan natural como intrascendente para ellos, haciéndolos desde pequeños adueñarse de posturas machistas que no son buenas ni en los adultos, haciendo de las niñas pequeñas marionetas consumidoras de cosméticos, que crecerán odiando su cuerpo por no ser tan perfecto, tan sensual como las plastificadas triunfadoras que les sirven de guías.

  Niñas que avanzan sin más herramientas que un par de tetas y una sonrisa tonta y permanente. 

  No trabajamos para darles felicidad, bienestar ni confort, ya que para ellos el tiempo compartido, el del afecto y la comunicación es el de mayor valor. 

  No trabajamos para darles de comer mejor ya que no nacen con preferencias y caprichos, no nacen adictos a los caramelos y dulces ni a la comida chatarra, no nos volvemos esclavos para darles salud, ya que día a día los enfermamos cuando ellos nacen sanos y salvos.  

  Trabajamos porque amamos nuestra esclavitud, y así está determinado que la transmitamos, llenando la infancia de cadenas y ataduras, de oscuridad y miedos fabricados para consumir su voluntad de sentirse vivos.  

  Entonces, los ofrendamos, como pequeños corderos, para que la sociedad de la masificación total los engorde hasta el día del sacrificio.

  Entonces, los lanzamos indefensos al mundo, mientras les decimos “Eres libre, haz lo que te plazca” 

15 julio

La guerra o la paz

 

 


  Vuelvo a preguntar, aunque nadie responda, aunque nadie quiera escuchar ¿De qué guerra vamos a pretender estar en contra si seguimos manteniendo el actual estilo de vida, el actual nivel de consumo?

   Porque es más fácil mirar para otro lado, espantarnos por las explosiones y las bombas, condenar la tortura (que ocurre cotidianamente también a nuestro alrededor) señalar a lo lejos las columnas de humo, indignarnos por la sangre joven derramada interminablemente sobre las dunas, en las selvas, mezclándose con el agua de los ríos.

  Todo esto es más fácil que ser conscientes por un solo día del costo que exigimos para mantener las opciones modernas al alcance de nuestras manos, o de las manos de los que nos las niegan, que es más insensato aun, pero que forma parte de los resultados que se vuelven causas y viceversa.  

  Mientras tanto, seguimos pagando las cuotas de un nuevo televisor, para que el parasitario mundillo financiero siga creciendo a nuestra costa, para que el nefasto mundillo de los medios masivos de manipulación siga formateando nuestra cabeza.  

  ¿Pero acaso no vamos a preguntarnos nunca de donde salen los materiales que descartamos cada día, las rutas, la tecnología, el combustible? 

  ¿Acaso nunca vamos a plantearnos una voluntad propia y humana como opción al estado de bienestar inalcanzable y cambiante que histéricamente perseguimos como adictos?

  Claramente, lo que buscamos no es justicia con nuestra indignación, no es igualdad lo que pretendemos con nuestra caridad, no es amor lo que nos mueve a interesarnos por la desgracia lejana y no son resultados concretos los que logramos con nuestra muestra de horror y sensibilidad inoperante.

  Todo lo podríamos sentir, todo lo podríamos hacer en nuestro entorno, aplicarlo en nuestra vida, y tal vez provocaríamos así un cambio real que modifique las condiciones a miles de quilómetros de distancia.  

  Sin embargo, día tras día no lo hacemos, ni nos importa ejercitarnos en un análisis sincero de nuestra situación, de nuestro papel como facilitadores del mundo violento que condenamos, exigiendo una producción desmedida, esclavizante, destructiva, que cumplimente nuestros parámetros incoherentes de consumo y apropiación del  planeta. 

  Más allá de nuestro cotidiano esfuerzo por no saber, por no sentir, por no ser parte del cambio, la elite babosa y dominante apuesta a aumentar sus niveles de autoritarismo y autorización, con sus velados y expresos consentimientos a toda masacre y expropiación violenta que mantenga en marcha los engranajes de las fábricas de armas.  

  Produce exactamente lo que demandamos, mientras nos convence de consumir los productos que insumen más materias primas, más lejanas, más raras, más ajenas a toda fiscalización ambiental, humana, o legal.

  Entonces se invaden y someten países y continentes enteros en búsqueda de materiales baratos que terminaran descartándose en masa hacia los basurales de todo el mundo, se amenaza y maniata a los gobiernos, se imponen leyes absurdas para beneficiar a la agroindustria y la biotecnología más aberrante y venenosa para que los alimentos terminen por toneladas en la basura: el desperdicio es un mandato.  

  Pero pagamos por lo que comemos y por lo que tiramos, por lo eterno y lo obsoleto, pagamos por lo que nos alimenta y lo que nos envenena, y pagamos ciertamente, por el combustible del avión y la bomba que nos mata, o mata a otro, que es lo mismo… Solo figura unos renglones antes en la lista.

  Y así, día tras día, inmersos en un carrusel de billetes que perseguir, de lujos que ostentar (mientras para millones el lujo más codiciado es comer) de posiciones que ganar, apostamos a no cambiar nada, y vemos cada solución posible como un sueño alucinado de jipis maleducados y sucios o de otra tribu cualquiera a la que podamos estigmatizar para no sentirnos amenazados.  

  Y finalmente terminamos el día mirando por el canal 361 la última película de guerra, que nos entrena en justificar la muerte, mientras no estemos siendo asesinados culturalmente en todos los demás por las fabulas y novelas que las corporaciones mediáticas-agro-militar-industriales fabrican en serie según cada región para que internamente lleguemos mansamente al absurdo, al vacío total, a la superficialidad más manejable para sus fines.

  Sería muy bueno para el mundo si nos pusiéramos a reconocer de verdad cuanto efecto tienen nuestras marchas y pancartas, nuestros carteles y denuncias, si estamos en los dos lados de la trinchera a la vez, como víctimas, como carne de cañón en cualquier caso… 

  Y en vez de sentir espanto, tristeza, vergüenza, odio, en vez de seguir alimentando el racismo y la discriminación, los prejuicios y la esclavitud, la extinción y el despojo, nos dedicáramos un minuto más por día a ser más coherentes conscientes y cuidadosos con nuestro aporte real y cotidiano a la maquinaria que decimos aborrecer.



  Podemos transformar el mundo con amor, pero no ese amor banal y barato de corazones y ponys, de atardeceres rosas y ojos entornados, sino con ese amor profundo y sincero, con ese amor verdadero que nos hace ponernos en marcha, conectarnos con algo más que una computadora, y encarar el mundo sin timidez ni miedo.  

  O, a pesar de estos, para refundar urgente y absolutamente todos los parámetros que ya habiendo demostrado largamente su caducidad, siguen siendo parte de nosotros y de nuestra forma de asumir la vida y nuestra relación con las demás personas y la naturaleza.  

  Hoy, a pesar de ayer, tenemos una nueva oportunidad.  

Materialismos

  

 

  Mi abuelo, que era millonario… si ¡Era millonario!  

  Benefició en su camino a tanta gente y tal vez perjudicó seguramente a otros también, a mí me trato con dedicación y justicia, con respeto, y es por eso que lo amaba y respetaba.  Luego el dinero siguió otros caminos que me esquivaron generosamente.  

 
Pero esa es otra historia!  A lo que iba es a que se tomaba el tiempo para dejar a un lado sus negocios y charlar largamente conmigo y con el resto de sus nietos…

  Siempre decía que a él le gustaría volver a vivir en la época de los indios, donde no había maquinas, donde la simplicidad era la norma, tomando agua de los arroyos y cocinando al fuego en el medio del campo, viviendo en una choza, cazando y pescando… 

  Y se ocupó de recordarnos su propia historia, de recalcarnos como en la colonia de inmigrantes comían sopa con los huesos prestados por la familia de colonos vecinos, que habían carneado un animal.

  Y como cuando ellos carneaban alguno, venían los vecinos a pedirles los huesos, como toda la familia comía día tras día polenta dura cortada con alambre, en fetas, y a los trece años dejo la escuela para trabajar… 

  Y así día tras día escucharlo era una fuente de sueños, enseñanzas y valores humanos…

  Él decía que a un pobre no le hacía mal quedarse sin plata, no le quitaba la alegría, porque estaba acostumbrado a arreglarse con poco, a buscar soluciones, a compartir, a ser feliz con lo que tenía, pero era muy distinto si se fundía un rico.

  El rico, acostumbrado a un nivel de vida de lujos, derroche y ostentación, se convertía en el ser más infeliz del mundo, porque no estaba acostumbrado a pasarla mal, no conocía el hambre, no podía asumir el golpe de  bajar de nivel de vida, no podía concebir soluciones que no pasaran a través del dinero… 

  Aunque no recuerdo bien sus palabras, a veces me hablaba de esas cosas mientras recalcaba que el agua del mate debía estar a 82 grados.

  A veces íbamos a los arroyos o tajamares a pescar tarariras, en el campo que cuidaba palmo a palmo, no permitiendo que se corte un árbol, que se mate un animal silvestre, mientras miraba alrededor y enumeraba el nombre de los pastos, el pelaje de los caballos, las costumbres de los ñandúes, mulitas y zorros.  

  Creo que con el aprendí a trabajar, a luchar con tenacidad para lograr un resultado, a respetar a un mendigo o caminante de la misma forma que a un funcionario o personaje “importante” pero antes que eso a disfrutar, a darle lugar a ser feliz con poco, con lo simple, con el milagro de estar vivo. 

  Y hoy en día, cuando cada árbol que cuido fue talado y quemado por sus sucesores para darle lugar a la soja, cuando cada arroyo, cañada y tajamar esta envenenado  y muerto por la ambición y las malas prácticas, las casas derrumbadas, los alambrados caídos, la gente expulsada del campo, recuerdo su visión del mundo, al enfocarme sobre los problemas urgentes que enfrentamos como sociedad a través del mundo.  

  Vivimos enfrascados en un falso dilema publicitado por las corporaciones, que nos quieren hacer creer que el único remedio es extender cada vez la enfermedad, y que la producción orgánica, las nuevas tecnologías portátiles, ecológicas, sustentables, auto generables, son las que nos ponen en riesgo.

  Mientras tanto, el consumo desenfrenado y acrítico, la acumulación de poder, la concentración monopólica no son más que instrumentos de felicidad.

  Pero avanza el cáncer y todo tipo de dolencias, la miseria, la pobreza espiritual, y sin embargo seguimos comprando Coca Cola porque es la más rica, bueno, tal vez hoy nos alcance solo para la Manaos… Y seguimos soñando con un súper auto, con la súper casa, con ser patrones y reyes, y llegar a comprarnos una isla donde encallar indolentemente nuestro yate sobre cuya cubierta de teca lustrada el viento haga bailar los corchos de las botellas de champan.

  Mientras tanto el planeta ve perder sus últimos lugares vírgenes, equilibrados, hemos destruido el 95 por ciento del territorio y los recursos, sin que por eso el bienestar idílico supere la barrera del cuatro o cinco por ciento de la población… 

  Entonces nos siguen embozalando con la publicidad -que lo primero que vende es racismo, prejuicios y autoexclusión-  con la sed de posesión y consumo, que es lo único que nos queda, ya que la libertad, el territorio, el acceso a la autonomía han sido y continúan siendo devastados día tras día de la forma más violenta y cínica. 

 Pero no alcanza para todos, y ya ni siquiera alcanza el mundo para que no alcance para todos, en este formato de producción y consumo, barriendo cada día hacia el margen desértico, hacia las favelas y barrios nuevos, chabolas, villas miserias, o como se llamen a lo largo del mundo, a un sector cada vez más grande de la población.  

  Tal vez como única salida se le ofrezca a esa masa de desesperados la posibilidad de ser carne de cañón en el negocio de las armas, drogas, prostitución, trata de personas y delincuencia corporativa que llena los bolsillos de los poderosos mientras desparrama algunas monedas en los “trabajadores” ilegales, que sin saberlo, o tremendamente conscientes de eso, apuntan a una vida de intensidad total que compense su inexorable condena a muerte.

  Entonces nadie quiere sufrir, nadie quiere bajarse del nivel de vida usufructuado o pretendido (en realidad nos consumimos sin resultados intentando acercarnos a estereotipos que nos envilecen) aunque solo recolecten frustraciones y esclavitud, estrés y decadencia.

  Seguimos destrozando el planeta por un premio irracional, pero sufrimos si no podemos hacerlo porque no sabemos vivir de otra manera, no vemos fácil el acceso a nuevas opciones, nos han llenado de miedo a perder lo conocido, que nos venden 24 horas al día.  

  Y apostamos a una máscara que nos haga ver preocupados por el planeta, mientras evitamos saber adónde ira finalmente a parar esa botella que dejamos tirada ahí, donde la terminamos de consumir…O no, la dejamos por la mitad porque el derroche es símbolo de estatus, gastamos 54 litros de agua solo en lavarnos las uñas después de despegar un chicle de abajo de la mesa, gastamos la mitad de nuestro dinero en alimentos que nos envenenan.

  Compramos y tiramos, asumimos como ciertas las campañas mediáticas mas perversas que justifican la muerte, la tortura de seres humanos y la destrucción de vastísimas zonas del planeta, porque están lejos…  

  Intentamos evitar sobre nosotros las consecuencias de tanto cinismo, de tanta acumulación, tanto despojo, pero tarde o temprano habremos de darnos cuenta que estamos en guerra, o la guerra llegara a nosotros inexorablemente, porque está adentro nuestro.

12 julio

"Policiales"

 

 


 

  Claro que no me importa, pero no quiere decir que no esté pasando.  Luego de que el oficial Riquelme me eche de la seccional primera -en una discusión que termino siendo observada por el resto del personal de la comisaria- junto con el testigo que iba a aportar datos clave al asunto del robo de mi casa, habíamos derivado finalmente hacia los tribunales: la fiscalía,  donde la arbitrariedad y la incompetencia son acotados por el imperio de la ley escrita en códigos recopilados para el beneficio común.  

  Teóricamente.

  Esta situación no era muy distinta al momento de la denuncia, que me llevo, ya en ese primer momento, cuarenta minutos de debates, donde el oficial a cargo insistía que hace un mes y medio no había detenidos en esa jurisdicción, donde impunemente arreglan con cada vendedor de drogas a vista y repulsión de todos, por lo que mis versiones de que  uno de los ladrones había sido detenido con alguna de mis pertenencias, serian sin duda falsas porque les habrían avisado a ellos y estaría alojado en la susodicha comisaria.  

  Muy lejos de mis intenciones estaba enredar mi vida con esta anacrónica institución, pero para recuperar algo, debía empezar por la formalidad que permitiera poner en marcha las comprobaciones, y así había llegado a una de las oficinas más corruptas de concordia… 

  Finalmente, el oficial Ramos, como quien le abre a un perro que rasca la puerta sin parar solo para que no moleste más, accedió a sentarse frente a una computadora y redactarla. 

  Como demostrando la política de la desigualdad total, el delincuente había sido apresado en un lugar no muy lejos del centro, con solo intentar entrar por el techo en una casa: habiendo sido advertido por una vecina, motivo su sucesiva llamada la inmediata presencia de una camioneta policial.  

  Muy lejos, muy diferente del momento, un rato antes, en que se treparon al techo paseando escaleras para espiar por el ventiluz del baño, luego rompiendo los vidrios de mi ventana, y minutos más tarde, logrando con gran estrepito destrozar la puerta de mi casa para manotear rápidamente lo que había a mano…

   Obviamente, esto no motivo la presencia policial, en un barrio donde hace casi dos meses que no hay detenidos, no se puede catalogar de delitos este tipo de cosas, ni atender a denuncias ni ver ni escuchar ni decir nada.  

  Claro que el destino es inescrutable y la computadora robada impunemente en el barrio pobre, quedo descansando bajo un frondoso jazmín en el patio delantero que tras las rejas, enmarcaba la hermosa casa céntrica, y esa noche, a los diferentes actores.  Y solo por eso fue recuperada.

  Ahora me resulta hasta cómico, cuando pretenden avasallarme, intimidarme, como anoche, como si yo no estuviera mirándolos también a ellos atrás del desprecio y el asco, por corruptos, delincuentes y narcotraficantes, arruinando aceleradamente una generación de jóvenes que no alcanzan a ver otra opción que ensimismarse en la intoxicación nocturna con los productos más baratos y adulterados del mercado.   

  Mientras me hacen abrir la mochila, les explico que llevaba a devolver una garrafa prestada a sus dueños y que iba para el lado del cementerio y no sabía exactamente la dirección, y siguen revisando los bolsillos de mi mochila (lo cual ellos y yo sabemos que es ilegal) y sacan a relucir  la vaina de mi hermoso cuchillo panzón (o verijero, con el cual he capado animales de más de 300 kilos) con un agujero en la hoja para pasar el dedo índice, una artesanía total…

-¡No podes andar con esto!

-¡Por quee! ¿Es un delito?

- ¡Porque es un arma!

- No, no, eso es un cuchillo, una herramienta, sería un arma si yo se lo clavo en el cogote a alguno, soy jardinero, todos los días ando con machetes tijeras y serruchos, es una herramienta permanente de trabajo ¿Pero si quisiera matar a alguno cualquier cosa podría convertirse en un arma no? (y me contuve las ganas de decirle: ¿Querés probar?)

Pero ellos tenían mi cuchillo, admirándolo y envidiándolo en el patrullero, yo ni me había bajado de la bicicleta, nariz con nariz contra el patrullero, lo había visto venir en el reflejo de las luces, y aparearme y luego hacerme señas, frenando, pero yo había seguido unos metros más, girando en redondo como diciendo, paro porque yo quiero… 

  Pero no tenía documentos y pasaban mis datos “…presas, con Petrona…” con esos códigos infantiles que usan remplazando un nombre para cada letra.  

  Y yo que ya escuche esto mil veces y no pienso subirme de nuevo a un patrullero, ni volver a dormir estúpidamente en el frio cemento de una comisaria y tampoco perder mi cuchillo para que un policía corte feliz el asado del fin de semana, pero sé que no tengo el menor antecedente policial, así que esperaba que iban a hacer… 

  Entonces me dice bueno presas, y me lo entrega “no vayas a lastimar a nadie” a lo que me encogí de hombros, como si necesitara recomendaciones.  En el camino me volvieron a cruzar un par de veces más, ¿Era el mismo patrullero? Y otra camioneta… apuesto que mientras tanto estaban robando una o dos casas sin que ellos se enteren.

  Pero semanas antes de eso, ya recorría los pasillos de la jefatura y el comando radioeléctrico, a cara de perro, interrumpiendo las mateadas y las siestas, hasta lograr una fotocopia de la actuación policial y la certeza de que mi maquina estaba depositada en la fiscalía, era eso, la computadora, lo único que la extraordinaria suerte me permitiría recuperar.  

  El comisario, gentilmente, me había recomendado que me hiciera fabricar una factura para recuperarla, ya que me iban a pedir un comprobante que demuestre que era mía, pero no, es mía y punto, no voy a falsificar nada, así que por suerte, con solo un par de días de gestiones, logre que la fiscal me permitiera el acceso a la prueba envasada al vacío… 

  Y me la llevé, adjuntando copia de la actuación del comando y de mi denuncia, lo cual no relacionaron  -aunque se supone que es el organismo que fundamenta y ordena las investigaciones-  a pesar de devolverme la máquina.

  Por las dudas, intente expresar que estaba dispuesto a una mediación penal, porque me parece que no vale  la pena mandar a una persona a la prisión por tan poca cosa cuando puede resolverla, compensarla, arreglarla y quedar libre, aunque tal vez ya  lo estuviera.  

  Entonces me hacen firmar un acta mal copiada donde me entregaban el cuchillo secuestrado junto con el cinto y los cordones, que te sacan cuando quedas detenido para que no te vayas a ahorcar comprometiendo al personal.  

  Corregido lo cual y sin llevarme lo que no era mío, nos retiramos con la abogada, amiga, que había ofrecido acompañarme para darle agilidad al trámite, y había quedado charlando con algunos colegas en otra oficina…

  El día anterior, mientras esperaba que le tomen declaración infructuosamente a mi testigo, me había lastimado la visión de algunos reos esperando para declarar en fiscalía, perdiendo su libertad por quien sabe que hechos, porque objetos o violencias estaban quedando entre rejas, encerrados como animales feroces, resignados, esposados, acostumbrados, charlando con sus cuidadores… 

  No hay mayor aberración social que el sistema judicial de seguridad y reclusión que todos sufrimos y defendemos alternativamente sin que por eso deje de multiplicar las causas del delito y la violencia social, consumiendo de paso, enormes presupuestos para, cualquier día, hacer estallar la ciudad impunemente.  

  Mientras, los grandes ladrones se sientan en sillones tapizados y roban a través de lapiceras enchapadas en oro o con un solo clic del mouse, o a través de obras y trabajo estatales que también terminan cayéndose sobre nuestras cabezas…

  Pero ya me estoy yendo del tema, además que el resto de la historia es aburrida, quedemos hasta acá.

08 julio

El rio crece con nosotros

 

 

  Llueve, lejos, en otro lado, el agua no reconoce fronteras ni sistemas, baja, camina, siempre, no hay forma de convencerla, llega adonde quiere llegar.  

  El humano consume, mata, destruye, rapiña y desordena todo, sin lógica, sin conciencia, sin moral ni piedad, no hay nada que lo detenga a la hora de ganar un centavo más, no hay sufrimiento que aplaque su sed de poder.


  Y como un buen heladero sumerge el copete del cucurucho en el chocolate caliente, las noticias de tragedias lejanas se usan para aparentar algún tipo de interés en el prójimo, ya que esta tan lejos, y las personas hasta ese momento indiferentes, se dan un baño de sensibilidad que solo los lleva al espanto y la queja improductivas, como cuando se quejan del calor en verano, del frio en invierno, del polvo en los días de viento…  

  Aun así, no se interesan por las causas, por las reales consecuencias, por ningún padecimiento que este a su alcance solucionar.

  Como sociedad estamos viviendo un resultado, por demás previsible, anunciado, esperable en mucha mayor magnitud cada año, ya que hemos resuelto cerrar los ojos cada día y envolvernos en la más monstruosa y destructiva indiferencia hacia nuestro presente, nuestro futuro, y ya, hoy en día, hacia nuestra simple posibilidad de supervivencia.  

  No se trata de militar sino de actuar, los miles de revoltosos que pretenden defender el planeta publicando noticias catastróficas sobre especies en peligro, santuarios contaminados, ecosistemas degradados, no dejan de tener en su mayoría un nivel de consumo completamente irracional.

  Y esto por supuesto termina generando residuos, agotando recursos, posibilitando la injusticia y la explotación más desenmascarada de cada día, como si no formaran parte, como si con su simple e incoherente punto de vista cumplieran la cuota de salvación del planeta.  

  Pero el planeta, nuestro hogar, no reconoce las buenas intenciones, ni las malas, solo los hechos, solo los procesos inexorables que estamos generando con nuestra irresponsabilidad colectiva. 


 ¡No, que no tengo la culpa! Siempre dice uno, porque no soy Chevron no soy Monsanto no soy Bayer… estupidez masificada de nuestros días, que intenta separar a las empresas de sus consumidores.  

  Y mientras ponen el grito en el cielo por el precio de la  nafta, no les importa que por sus diez centavos mueran casi seis mil personas por día en los países petroleros, que se fabriquen más bombas y más balas para proteger su querido monopolio que les garantiza un combustible barato adulterado con sangre… 

  Pero no nos vallamos tan lejos, desde la puerta de mi casa veo la misma gente tirando basura al rio, tal vez al volver a su casa en el centro lleven una bolsa de ropa usada para donar a los afectados por las inundaciones.  

  Pero el problema no es ambiental, es humano, el planeta tomara una decisión y nos extinguiremos y todo volverá a comenzar, nuestro tiempo habrá terminado siendo insignificante y caótico y luego las enredaderas subirán los 600 metros del rascacielos más alto del mundo sin preocuparse de los huesos volviéndose polvo.

  …Ayer estaba en el muro de contención, charlando con un amigo que había encontrado de casualidad un rato antes y se había arrimado a ver el alcance del agua, creciendo sin parar, charlábamos con un vecino que se divertía con sus gurises cazando los  cuises que buscaban refugio entre los cerros de escombros que apenas asomando del agua, hacían un islote donde los perros daban vuelta enloquecidos, en eso escuchamos “¡Señor!” Y al darnos vuelta: “¡Salí!”.  

  Eran  dos gurisitos en un carro, impecables y aguerridos, que prolijamente giraron sobre el empeine de la muralla y retrocediendo, empezaron a tirar las bolsas de basura que traían, ahí, al borde del agua, ya que toda la zona, usualmente usada como basural, se encontraba inundada.


  Tenía mi cámara de fotos en la mochila, pero no la saqué ¿para que una imagen distorsionada que solo ayude a fundamentar prejuicios?  

 Los niños eran una ternura total, la hermanita de siete años a las riendas del caballo alazán que tiraba del carro y el hermano menor, firme a su lado, los dos bien abrigados, cumpliendo su misión.  

  Alguien podría decir que el problema es la basura, pero sin dudas también tendría que buscarle una explicación al porque familias enteras comen de la basura, porque los niños trabajan, porque los padres están enfermos presos o muertos, porque sus hogares están llenos de ratas y agujeros, porque la sociedad sigue repartiendo más a quienes más tienen, aunque tenga que asesinar o hundir hasta el final a los más vulnerables.  

  Pero claro, eso no importa, hasta que no explota, hasta que no puede ser usado para la queja, la maniobra política, el circo mediático, la manipulación para obtener más injusticia.

  Pero entonces se viene la inundación, la sequía, las lluvias, los tornados, incendios, nevadas etc. 

  Todo magnificado, impredecible en su desarrollo y dirección ya que el equilibrio se ha roto, aunque podría apostar que la tragedia no alcanzara a los grandes responsables de las políticas que llevaron a esto, pero sin excepción caerá de alguna manera sobre las cabezas de los que se conforman con no saber ni enterarse del costo de su estilo de vida, y por supuesto, de los miserables que viven al costado de las ciudades.

  ¡Se quejan algunos! ¿De que las personas vayan a ver el rio crecer? ¿Y porque no? 

  Todos nos hemos quedado mirando el rio crecer, el rio solo tiene un recorrido, nosotros lo alimentamos con bosques o desiertos, con cascadas o represas, con veneno o naturaleza limpia. 

   Alimentamos el rio y el aire, la tierra con nuestra forma de vivir y consumir, no es esta falsa indignación de los indiferentes lo que va a cambiar la historia, mañana volverán a tirar basura en la costa y en los parques, en las alcantarillas, a reclamar que metan presos a los niños y que se legalice el linchamiento preventivo de los jóvenes pobres, porque si, porque desprecian la vida (mientras acarician su amado perrito de dos kilos y medio).  

  Mañana la vida volverá en forma de rio, mañana las grandes obras destinadas al monopolio y la dominación caerán por su propio peso, mañana el rio será de gente incontrolable, y la queja de siempre perderá su voz ante el embate de la lucha más primitiva por la supervivencia.  

  ¡¿Y vamos a seguir esperando para cambiar!?



04 julio

Humanización

  

  Nacemos, somos al mundo, o, más directamente, el mundo nos estalla en las manos, como una estrella, se expande a nuestro alrededor.  

  Incomprensible y  luminoso, infinito, inabarcable.  Desde la ausencia total de referencias, empezamos a interpretarlo, y nos comemos el misterio con los ojos, con los dedos, con el cuerpo que también comienza a ser un territorio que a la vez exploramos, y recostados de a ratos en un cuerpo que nos da calor y alimento, empezamos a fijar parámetros afectivos y territoriales, de supervivencia, de bienestar o carencia, placer o dolor…  

  El mundo es viejo como hace un millón de años, pero todo es nuevo, vamos navegando en la paradoja de estrenar nuestros ojos y nos sorprendemos con el movimiento, texturas y temperaturas, distancia, densidad, profundidad, y miles de atributos más de cada objeto.

 También los seres vivos tienen características únicas como temperatura, disponibilidad, capacidad de alimentación, agresividad, afectividad, textura, pilosidad, olor, etc.  

  Y en un ejercicio sumamente complejo pero que ejecutamos con pasmosa naturalidad vamos entrecruzando y valorando esas abundantísimas series de parámetros nuevos, hasta hacer del conocimiento experimental de lo que nos rodea, algo cada vez más predecible y manejable.  

  Y el mundo deja de ser ese estallido que nos atrae como un imán para pasar a ser algo que se va aquietando ante nuestros ojos y perdiendo colores, hasta llegar a ser un  parámetro fijo y completo en sí mismo que luchamos por mantener invariable y estático, hemos despejado nuestro ámbito de percepción, nos hemos socializado, comenzamos a ser niños…

  Incluso en ese momento, con la abundancia de estímulos que se enfrentan a nuestra curiosidad, encarados sin prejuicios ni prisas, sin posesividad, con una entrega y una atención absoluta, seguimos siendo increíblemente versátiles, libres en el pensamiento y la acción, y este manojo fundamental de hechos y territorios conocidos lo encaramos con una intensidad tal que hace del tiempo un latido que corre delante sin llegar nunca a alcanzarnos para agotar nuestro recorrido por sensaciones nuevas…

  Pero nada de eso es necesario para seguir por el estrecho sendero de la socialización, y como violentos jardineros, los adultos se dedican a podar nuestros aun abundantes y diversos parámetros, reduciéndolos a la mínima expresión y reemplazando nuestros sentidos como investigadores y jueces del entorno y de las necesidades, con la sumisión sin escala ni razonamiento a la autoridad, al argumento tradicional y jerárquico, invariable, sin revisión posible. 

  Y eso no es todo, entre los restos de nuestra percepción pisoteada colgaran canastos vacíos que nos harán llenar con miles de argumentos extravagantes, conocimientos inútiles y vagos, artificiales, incomprensibles y casi en su totalidad innecesarios para nuestro propio desarrollo.  

  Y también descartaran nuestro juicio para elegir nuestras relaciones en libertad, confinándonos en espacios reducidos, inmóviles, cautivos de una voz que se declara verdad necesaria, consumiendo nuestro tiempo a cambio de detener hasta lo obrado la poda de nuestras libertades, trocándolas por otras necesidades que nos han enseñado, mientras tanto, a internalizar.  

  Año tras año, nos envuelven en la más repulsiva y enfermiza uniformidad programada.

  y ahí… protegidos por el machismo, el racismo, el deseo de dominación, el verticalismo de las relaciones, la arbitrariedad y la hipocresía a la hora de reconocer valores y merecimientos, salimos envueltos en un título vil como mapa del tesoro a buscar trabajo, exactamente moldeados a las necesidades de la fábrica, la oficina, el cuartel, el partido… 

  Y claro está, lo encontramos, si queremos, lo encontramos, y ahí es donde se pone a prueba lo aprendido: nuestra tolerancia a la injusticia, a la insensatez, al maltrato y la avaricia ajena, y así debemos perseverar hasta hacer carne esos nuevos valores.

  Valores -hasta ese momento- solo intuidos, para poder ascender en la escala que lleva a ningún lado, para mandar y multiplicar la aberración sin más premio que la venganza de heredar el papel de nuestros verdugos, sin más metas que agrandar un billete que siempre se vuelve pequeño ante nuestra ambición…

  Y claro, el cuerpo se afofa, lejos de cualquier placer que no sea el cálculo y la estadística, pero por suerte en el club se puede compartir un par de pelotazos antes del asado, y llegamos a la línea media de nuestra vida con una política que lleva invariablemente a la enfermedad, la hipertensión y el infarto.  

  Y seguimos en una vida invariablemente sectaria y sedentaria,  adscrita a los valores dominantes que nos encargamos de divulgar y proteger: ya no hay sobresaltos que no nos hagan sonreír, no hay voces desentonando molestas, en el teatro de la igualdad muerta.  

  Hemos llegado antes de lo previsto a la conformidad que luego ¡hay que pronto! Se hace vejez y decadencia, y terminamos siendo testigos del desmantelamiento de nuestro sistema de saberes por otro más decadente, artificial y vacío, y solo podemos subsistir sin hacer demasiado ruido, sin ocupar demasiado el lugar de la sangre joven y avasallante que nos ha robado la silla principal.

  Ahora llegamos, al fin a la reflexión, pero esta es demasiado molesta y la suplantamos con recuerdos, baba de glorias pasadas resbala por nuestro labio pero nadie la limpia, nadie viene a cambiarnos los pañales, en el geriátrico olvidado… 

   Finalmente un viejo rey cae sin estrepito, mientras todos están ocupados en el nuevo tablero, demasiado como para hacer más que un pequeño discurso y ocho lágrimas de cocodrilo, mientras defienden su parte de las dentelladas de otros aún más ambiciosos. 

Blanco o negro

  


  Realmente, hay días que me apena bastante ver el entusiasmo y la prolijidad con que se desperdicia la raza humana en su propia y mutua destrucción.

  ¡Pero no es que no se pueda cambiar, sino que no se puede hacer desde la web!  Estamos sumergidos en un formato de vida que se valida en forma virtual, y actuamos o pretendemos hacerlo a través de la idolatría o el rechazo hacia otras personas, hacia otras políticas que aparecen y desaparecen de nuestra pantalla…

  ¿Cómo se defiende un derecho? Ejerciéndolo claro, de ahí a que te maten, te encarcelen, o te corten en tiritas ya es otra cuestión!  Y otra posibilidad que veremos de evitar, pero la única opción combativa real, es ponerse en marcha, aceptar el valor de la vida como total y supremo, y a la vez insignificante, transitorio, en cuanto se trata de oponerlo a las bases fundamentales de nuestro sentido en el planeta, como son las posibilidades de ser libres y desarrollarnos… 

  El tema es que nos hemos acostumbrado tanto a escuchar mentiras sin preguntar, que nos hemos vuelto de papel, y solo podemos volar con el viento o degradarnos, sin llegar a formular ni siquiera una imagen de nosotros mismos, pues no la tenemos.  

  En su lugar corremos cada día para conseguir una nueva pieza del rompecabezas que armamos de nuestra persona, con miles de retazos externos que elegimos de la avalancha de la moda y el consumo, de la estupidez y el patrioterismo, de la ideología bancaria y el reloj.  

  A esas penosas elecciones que solo apuntan a nuestra descaracterizacion, les llamamos libertad, es como si, al final, después de tanto progreso, nuestra libertad pudiera expresarse eligiendo blanco o negro, un alfajor, de chocolate blanco o negro, más exactamente, ya que tenemos el dinero para comprarlo, hoy, eventualmente.  

  Pero la libertad no conoce de imposiciones superficiales, ella exige elecciones difíciles, como comer o no comer, directamente, como resultado de su preferencia, pero vivimos atados al alfajor, su publicidad, su adictiva felicidad de dos minutos.  

  Entonces, ser, solamente ser, es un dilema antes que un desafío, ya que hemos sido avasallados desde nuestros primeros días en un sistema social aplastante, en un sistema educativo que nos degrada y achata, en un sistema técnico-legal que nos impone restricciones a cada paso que damos.  

  Ingenuamente pretendemos que el mismo sistema que nos ata con una mano, nos ofrece una salida con la otra pero no, es solo una falacia para capturar a los descontentos, no hay salida, la única opción la única decisión y conocimiento saldrá de nosotros mismos, de nuestro corazón, nuestra piel, nuestra conciencia de existir sobre un planeta, la única rebelión posible urgente y necesaria es recuperarnos como personas, y solo ahí tomar la decisión de enfocarnos hacia algo más grande, o no.  



  Pero es necesario desligarse de mucha ideología, de mucha publicidad, de años y años de adoctrinamiento y educación humana, de nacionalidades, de futuro y arquitectura, de autoridad y autoritarismos, de tradiciones basadas en el poder de destruir a todo lo demás. 

  Pero claro, eso es muy trabajoso.  Mucho más que poner “me gusta” o “compartir” en una publicación cualquiera, aunque no tengamos ninguna afinidad real ni intención de actuar en consecuencia más que dar una imagen hacia los demás, que tampoco esperan más que eso.  

  La única opción es actuar, desde el nosotros que esta atrás de la máscara, desde el corazón indómito que se esconde abajo de esa montaña de basura que hemos ido acumulando a lo largo de los años, él sabe que somos seres vivos, no marionetas, y que el deber es latir, no esconderse, para poder ser.  No simular, no actuar, no representar…  

  Se acabó el tiempo de las alianzas espurias, de los corralitos ideológicos, económicos, sexuales, de género, de raza, territoriales, de edad o cualquier otra cosa, hoy en día, la única posibilidad de generar un cambio es desde la misma individualidad, defendiendo el mundo, la libertad, la vida, desde nosotros mismos y nuestras preferencias indiscutibles como seres soberanos, nuestros derechos como inalterablemente prioritarios sobre cualquier otra exigencia sectaria de las mayorías -y minorías- artificiales.  

  No es así de fácil, claro, ahí al lado nuestro corre el engaño de la pertenencia, de la sujeción a la idea, asociaciones, ejércitos, partidos políticos, clubes y países, todo va al mismo vertedero donde se desvirtúa la persona a favor de la institución, que luego destruye al ser humano para atarlo a un alfajor y convencerlo de que es libre porque elije negro o blanco. 

  Hoy podríamos empezar a preguntarnos sinceramente si nuestro desarrollo depende de tener más propiedades u objetos, o conocimientos heredados sistematizados, o poder de decisión sobre la vida de otros seres, o dedicarnos a descartar falsos dilemas aceptando nuestra única ganancia cierta en la expansión de la conciencia de ser, de nuestra percepción del mundo.

  Hoy podríamos empezar a aceptar nuestro transito como algo integral, ajeno y a la vez conectado a todo lo demás, pero tan lleno de vida y con el mismo derecho a existir, y nuestra esencial, ineludible responsabilidad en mantener nuestra cuota de equilibrio como seres vivientes.  

  Desde ahí, las opciones se multiplican, aunque sean difíciles, desconocidas, nebulosas y fluctuantes, pero son únicas, propias, y reparadoras, en principio, de nosotros mismos.  O prendamos la televisión a ver que nos quieren hacer creer hoy que es el mundo…

 

Felices e Incapaces

  Bueno...   Siempre es un problema conocer a gente importante.  Y es un problema porque la gente importante tiene problemas importantes... ...