19 septiembre

¿Quién tiene fuego?



 


 

Los astros dicen… 

El día ya venía cruzado, inaceptable en sus fundamentos, todo mal.  A veces pasa, y volvía al oasis de mi barrio, para encarar lo que quedaba por hacer.

  Unas cuantas cuadras antes de llegar, haciendo volar las piedras de la calle, un manchado lechón pasa a toda carrera, sin mirar, achatando hasta las orejas en su enloquecida carrera, rumbo a su chiquero.  Seguramente escapando de una olla clandestina.  Pobre gente, ¿Cómo habrá sido? ¿Robar comida para que se vaya corriendo el botín? ...Debe ser deprimente.  

  Pero son señales, en el barrio, no importan las estrellas ni la luna, hay un día que todo empieza a acelerarse, y de repente se vive en tierra de nadie, la muchachada arrecia en las calles soleadas, recorriendo hasta la ropa de las cuerdas, levantando guerra adonde pasa, se siente en el aire.  Días de zozobra, de concentración, de cacería, hasta que todo pasa, hasta que las puertas se abren y los niños vuelven a salir a jugar afuera, y las caras extrañas son expulsadas a su territorio. 

  En los bordes quedan la cenizas de las grandes fogatas… los perros descansan, los caballos salen al  pasto otra vez. Por un momento, vuelve a ser una gran aldea, donde el narco charla con la ama de casa, y el sol rebota sobre el cuerpo de los niños y los pescadores. 

  Por un momento, el silencio comunica que todo está en calma. Pero antes de llegar ya venía el Moca-Moca corriendo, con un revolver en la mano, de lejos parecía un 32, yo iba a su encuentro, pero tranquilo, nunca había tenido problemas con él. ¡Ey! Le grito, porque ni siquiera me había visto ¡guarda eso!  ¡¿A cuál mataste?!  ¡…a todos…! Me grita sin dejar de correr ¿Y porque corres entonces? ¡Ya salen los gurises de la escuela! ¿Tenés tu bicicleta? No, me la robaron ayer. 

  Ahí frena y me pregunta ¿acá?  No, en el centro ¡qué bajón! Exclama torciendo la jeta y los chisporroteantes ojos, seguramente triste por no poder matar a nadie más.  A buscar a sus hijos a la escuela, y darles un beso antes de perderse por un tiempo, en la casa de algún pariente, o en la costa, hasta que la policía se olvide de su cara, igual a todas las caras como se ven pasar desde un patrullero, cada vez más artillado, mas enrejado.  

  De a poco, la realidad se va comiendo la ficción en un segundo, en una semana… la sociedad moderna exige que los carceleros también vivan encerrados y sean perseguidos como liebres, porque el altar de los medios exige sacrificios rituales, cada vez más virtuales, cada vez.  

  Pero en los caminos y las encrucijadas pasa corriendo el mundo y alza a los que no le dan la espalda, sentándose a mirar películas que luego compararan con las versiones más antiguas de las mismas películas.

  Pero no estoy para reflexionar tanto, camino y miro, todo está a punto de estallar, y faltan seis cuadras para llegar a casa, los pibes saludan ampulosamente, confirmando la amistad que permita dejar el revolver en la cintura, por un rato más,  algunos caminan adelante, recortados contra la rojiza tarde, dos más se le suman desde el costado, finalmente paran en el medio de la calle, cuchicheando en ronda, me siento una presa, busco el cuchillo en mi bolsillo, y lo apreto afirmando el pulgar en la hoja, es fundamental que al sacarlo ya vaya bajando a uno, pienso, transpirando frio, pero paso sin mirar ni ser molestado. 

  Unos metros y me chistan: ¡Gringo! ¿No tenés fuego? Me tranquiliza el color de su voz, retrocedo y los saludo, mientras busco el encendedor ¿Estan por salir? Sí, hay un cumpleaños de quince (estos guachos viven en otro mundo) ¿Se quedaron sin fuego?...Te lo regalo, ¡en casa tengo otro! ¿Querés un pucho? Me ofrecen, no gracias no fumo tabaco… ¡Gracias vieja! ¡Un día que cruces por allá te invitamos a fumar un churro! Ni hablar, ya vamos a echar humo juntos, nos vemos gurises, y sigo contento de aumentar mis aliados en este maremoto.

  Llego a mi casa solo para encontrar la policía, la ventana en el suelo, ropa y papeles personales volando en el pasto, corro para llegar a tiempo, pero ya un milico alumbra adentro con su linternita, ¡buenas noches! Grito para desviar la atención ¿que pasó? Pero ya el milico llama a otro y los dos alumbran y me miran, a punto de responderme con un artículo del código penal. 

  Corro antes de decir nada más, valla manera de perder la casa, por algún rastrero puto, y los vecinos de mierda que llamaron a la policía, que solo viene cuando tiene todo resuelto. Los milicos me gritan atrás pero sé que no pueden tirar, cruzo de nuevo los pibes que iban al cumpleaños, a toda carrera, que me alientan a los gritos también, con lo que los cansados policías se frenan finalmente para acosarlos. 

  Me meto en un pasillo al vuelo y mando un mensaje urgente al pelado que incendie mi casa ya mismo, siento como me espían entre las maderas, sigo viaje antes de comerme un tiro, mas sirenas, ahora empezaran a buscarme, si el pelado reacciona, esta misma noche me entrego, para aclarar todo ¡si no tienen nada! Llego a la escuela y me pierdo a través de las rejas, acovachandome entre las plantas del jardín florecido. Rezo cada segundo, esperando la respuesta.

   Llega un mensaje: ¡Hecho! ¡La lancha también!  Por dios gracias, este animal incendio hasta el patrullero ¡Te debo una pelado! Aunque tu exageración me impone un cambio de planes.  Ahora salgo y camino tranquilo, ya estoy cerca de lo del Moca-Moca, espero no haya salido así lo acompaño, va a estar contento, es solitaria la vida del fugitivo…

 

Pescamagic



 


 

Chien Wu 

El rio estaba demasiado bajo, eran días de calor y viento norte, como anticipando la primavera, estaba atardeciendo y no quería desperdiciar más carnada.  Enrollo los aparejos saliendo para casa, pero con esa sensación de derrota que no me deja volver con las manos vacías, por lo que antes de terminar de cruzar el murallón tuerzo a la izquierda y sigo por arriba, recorriendo su sinuosa curva, llegando hasta las vías muertas.  

  Diplomática opción, para probar suerte sin hacer el largo camino hasta la boca del arroyo. Me meto por la angosta senda, que apenas deja escapar los rieles, sumergidos entre la tierra y la maleza.

   Mientras me asombro de la forma en que se han robado las vías, mas  fáciles de sacar entre los aéreos durmientes de quebracho, afilo mi cuchillo en las piedras coloradas de la embocadura del viejo puente negro, como para renovar la confianza, bajo resbalando y agarrándome de las raíces.  El silencio parece recorrer la estrellada noche.  

  Tiro las líneas con carnada nueva, ya sé que no voy a sacar nada, me recuesto en la lomadita de arena mientras escucho zumbar a los mosquitos, que sin embargo no pican, el hambre y la sed son solo míos.

  Un zumbido extraño me despierta, un hermoso lanchón avanza silenciosamente, por el medio del arroyo, el que timonea debe conocer bien el canal porque casi ni se ve nada, y es muy poca la profundidad.  

  Da la vuelta bajo el puente y atraca en la margen opuesta, el motor burbujea sordamente, parecen apurados, hablan un idioma lleno de chan, chin, chen, wan, wen y palabras así.  Parecen discutir o estar muy apurados, finalmente quedan dos, ahora distingo el brillo de las armas cortas contra los trajes oscuros, y vuelve a salir la lancha, silenciosa, lenta, mientras reina nuevamente el silencio en el puente, y yo pienso como voy a salir de acá, mientras recojo las líneas.  

  Una viene pesada, se cruza violentamente a derecha e izquierda, ojala no sea un dorado saltarín que provoque mi posterior asesinato, no pierdo nada, pienso, y corto el nailon con mi cuchillo.  Aprovecho que los hombres remontan la barranquilla, enfilo mi cabeza hacia el monte para escapar de esta cacería, pero ya cuchichean a mi espalda, y yo me congelo como un hielo.  

  Nuevamente dialectos orientales, hablan entre ellos en voz baja, me gustaría saber que están diciendo, o que se vallan lejos, pero pasan fácilmente veinte minutos, el cuerpo contraído ya me molesta como si fuera un matambre enrollado y atado. Finalmente caminan, en un silencio tan absoluto que me hace temer por el ruido de mi respiración, ahora los veo entrando al puente agazapados.  

  Un minuto después les sigo los pasos, curioso, inconsciente y estúpido, me escondo entre los arbolitos que parecen flotar a un lado de las vías…  no veo nada, subo por una rama mansa de timbo, pero una masa de nubes borra la poca luz de las estrellas.


  Un destello nace desde la otra punta del puente, la bala contra los parantes choca con un resonante ruido metálico, antes de un poderoso estampido seco, al siguiente segundo ya es la guerra.  

  Tiran desde los dos lados, chispas y relumbrones, y gritos que no sé qué significan, al rato le dan a uno, el ruido de la bala al atravesar el cuerpo es inconfundible, a pesar de ser la primera vez que lo escucho.  

  Según los destellos de las bocas de las armas, aparentemente, todos van cruzando el puente, hasta que se acribillan mutuamente en el medio, adivinándose entre la oscuridad por los fogonazos, escondiéndose en las bandejas del costado o saltando, ahora los gritos son desgarradores, furiosos, venganza pura. 

  Los martillos de las armas ya no tienen más balas que detonar,  dejando escuchar el vuelo de los pájaros enloquecidos, abandonando sus nidos, desorientados.  Una larga hoja refleja un puñado de estrellas, se cruzan aceros de película, amagues gritos y forcejeos y finalmente el fin, solo un quejido lento y pasos desacompasados volviendo hacia mi lado.  

  Van y vienen, yo estoy hipnotizado, no puedo dejar de mirar entre el follaje y la oscuridad, adivinando.  Ahora vuelven con cadenas, atan con saña los bultos en el medio del puente y los dejan caer. 

  Antes del chapoteo se escucha un último quejido, ahogado por el agua impasible, lo que provoca risas y comentarios excitados entre los dos sobrevivientes, que no obstante, apenas pueden caminar, abrazados, chorreando sangre rumbo a la carretera.  

  Me quedo quieto media hora, pienso en el pez que deje escapar, escucho el silencio, y llegando desde lejos las sirenas policiales, espero una hora más, pero ni siquiera vienen a registrar el puente.  Docenas de perros no dejaron nunca de ladrar en las casas costeras, de a ratos, es enloquecedor.

  Reflexiono: perdí un buen pez, hoy tampoco voy a comer, y dilapide mi tiempo observando a estos chinos dementes  ¿qué puedo hacer para mejorar mi día?

  las patas responden resbalando por las finas ramas del joven timbo, tuve suerte, parece estar astillado de un balazo solo un pie más abajo de donde yo estaba, el frio nocturno me hace temblar tanto como el miedo.  

  Dejo mi ropa en una mata de sarandí y empiezo a arrastrar las patas contra el fondo desconocido, tras el fatal bulto,  seguramente ahí abajo, resistiendo a la corriente, envolviendo pistolas y catanas, metros y metros de cadena, zapatos nuevos y trajes agujereados.  

  Cuando el agua me llega al ombligo ya estoy arrepentido, pero no retrocedo, aunque la corriente me obliga a nadar para no perder mi objetivo, finalmente me zambullo, agarrándome de las piedras del fondo, buscando el paquete mortuorio, hasta que doy con una mano que se cierra sobre la mía, como invitándome a compartir el otro mundo.  

  El susto y el rigor del agua fría me impulsan hacia arriba, a tomar aire antes que el pecho me estalle, escupo, reacciono, domino el espanto, voy bien, me digo, y vuelvo a remontar la corriente, por suerte, el paquete no quedo muy lejos de la costa.

  intento arrastrar todo junto pero es imposible, demasiado pesado, así que empiezo a revisar los bolsillos de los chinos, sacando gordas billeteras, cuchillos, tarjetas, papeles que se deshacen, miniaturas de jade… me pruebo los zapatos bajo el agua, extrayendo el par que me andan bien.  Todo voy ordenando en la arena de la costa, cómplice, oscura, mientras los peces se apuran a picotear la carnada amarilla, atropellándome.  

  Con gran trabajo recupero las pistolas un poco retiradas de la zona, por suerte las espadas estaban bien clavadas en los cuerpos, uso una para cortar los anillados dedos, que me traicionan con su hinchazón.  Al sacar la otra, se sueltan los eslabones que aseguraba, y las puntas de la cadena liberan la presión del agua, haciendo rodar los cuerpos contra las piedras, como si fueran marionetas cayendo por una escalera.  ¡Bien, bien!  

 Con esta cadena podré comer una semana, pienso, sin confiarme en lo demás, por otra parte, pienso colgar las espadas y las pistolas en mi pared.

  confundido, saque todo para el otro lado del arroyo, así que pierdo una hora más volviendo a cruzar todo lentamente a la otra orilla, el olor a pólvora y sangre que baja del puente me pone cada vez más nervioso, pero finalmente termino. 

  Cruzo en varias vueltas la cadena sobre mis hombros, aferrando las armas y el botín asegurados en mi remera, y salgo cortando por la selva cerrada: cada lacerante espina cortando mi piel me vuelve más indiferente al dolor, y mechones de pelo también pagan su peaje, pero el peso que llevo no me deja frenar.  Llego trabajosamente hasta la subida de mi cuadra.

  Enfermo de miedo, tiritando, apenas puedo dar vuelta la llave con mis dedos congelados, mientras espero que alguien me acribille por la espalda, y dejo caer las cosas en el piso para ponerme sangrando tanta ropa como encuentro. Con el frio se va también el miedo, y empiezo a elegir los lugares para colgar los trofeos… dólares, yuanes, oro: serán suficientes para vivir por ahora.  

  Abro despacito la puerta, todo está tranquilo, saco los anillos que venderé cuanto antes y tiro los pedazos de dedos afuera, ya se los comerá algún perro antes que amanezca.  Me acuesto vestido sin dormir, concentrado en un carcomido tirante del techo, en un rato llegara la claridad de la mañana.  Billetes se secan sobre la mesa, la sangre seca duele, pegada a la ropa.  Me levanto, hago la lista del supermercado…  

 

Y esto es lo que le pagaron para creer a la policia....http://www.diarioelsol.com.ar/noticias.php?ed=14521&di=0&no=87553

 

14 septiembre

A quien corresponda...


 


 

 

(Amistad Sagrada) 

Dios, María o cualquiera perteneciente al reino de los cielos que lea esta carta.  

 Yo sé que esto es una estupidez pero yo creo hasta el final en que Uds. en algún momento la van a leer. 

  Es que hace rato que vengo pidiendo a dios varias cosas, pero sobre todo es algo que lo necesito desde el año pasado, cuando por querer ser más que mis amigas, me fui con otro grupo de amigas y ahora estoy súper arrepentida, ya que aprendí la lección que está en el libro de Jonás: “confórmate con lo que tengas y nunca quieras tener más de lo que tienes” pero necesito tener amigas, ya que sufro mucho con todo esto.

  Yo no lo pido para mañana si o si, pero las necesito, antes del campamento, no quiero sufrir en el campamento, quiero ir a pasarla bien, aparte en física sufro un montón, ya que por ejemplo el jueves pasado Sergio dijo que había que hacer grupos de a cuatro, y Ludmila se enojó conmigo, yo solo quiero tener una amiga para poder contarle de quien gusto o hacer pavadas como hacen todas las amigas, no quiero estar así, porque me hace sufrir mucho, porque x ejemplo Martina siempre la veo haciendo señas hacia mí y me pone re mal.

  Si al menos ustedes les pudieran abrir el corazón a todas y demostrarles que yo no soy pesada como ellas dicen, sino que quiero volver a tener amigas, ya que estoy muy arrepentida, también quiero que puedan ver eso.  

  Yo te juro que el día que tenga a ellas como verdaderas amigas no te jodo más, solo para pedirte salud, trabajo, ya que papi está cada vez más pobre, protección y que nos podamos mudar a una casa nueva.

  Te juro que si vos me ayudas a conseguir todo eso soy capaz de hacer lo que vos quieras.  Bueno sin ya nada que decirte o decirles y esperando a que todo eso venga pronto, sobre todo lo de mis amigas, me despido muy amablemente.

  P.d:/ si esta mi abuela con Uds. Díganle feliz cumple de mi parte y que aunque yo nunca la haya conocido la quiero mucho  y la necesito un montón.

Besos                                  

Una fiel niña cristiana que espera una respuesta favorable           

¡Los amo!

 

¡Barrios bajos!


 


 

¿Libertad, reclusión, vida? 

Salí del Cyber, y no estaba mi bicicleta ¡A media cuadra de la policía! ¡Con esto no quiero decir necesariamente que se la haya robado un policía! Aunque no me sorprendería nada.  La bici estaba apoyada contra la pared, la linga enrollada en el caño del asiento, la llave se había quedado trabada en el candado chino, por eso hace meses que la dejaba suelta.

  Arranqué caminando al fin, libre del lastre del tránsito, pensando en cómo son las cosas, este tema de la seguridad y la inseguridad y todo eso.  

  Y como la misma bicicleta amaneció olvidada contra la calle, en mi casa, sin que se la lleven, me hizo pensar en los conceptos que manejamos todos para poder construir la sociedad.  Por ejemplo, cuando escucho que dicen “barrio peligroso” después me doy cuenta que solo era un “barrio pobre” y, de la manera que funciona el sistema, seguramente se podría traducir a “barrio desprotegido” o “abandonado” por las diferentes jerarquías y poderes y fuerzas y dependencias de gobierno.  

  Esto quiere decir que el peligroso soy yo, si quiero serlo, caminando en medio de cuadras y cuadras de casas sin puertas ni ventanas de hierro, en calles apenas iluminadas, entre gurises sueltos, sin policía de guardia a la vista(salvo que de la casualidad que cruce alguno que se va a trabajar), sin beneficios, sin registros, sin controles.  Entonces de modo natural, el orden social se acomoda en esta “anarquía”, solo peligrosa para quienes no la aceptan, para quienes catalogan todo.

  Para cercar el mundo, solo hace falta una etiqueta, y miedo. Desde chiquitos, miedo al cuco, a la oscuridad, a lo desconocido, a los fantasmas a los extraterrestres, no importa, una vez establecido el reflejo, se puede usufructuar por medio de etiquetas.

  Y crecemos bajo esta “nube de tags” fabricados permanentemente por los medios masivos de comunicación, por las instituciones que nos educan, por la familia temerosa de ver descarrilarse a sus bebes.  Y crecemos olvidando que todos somos seres humanos, que todos somos dueños del mundo, en su totalidad.

  Entonces se nos educa, peor que a los perros, que les tiran un hueso, porque se nos educa con imágenes, con conceptos, con letras dibujadas sobre un papel o pizarrón, se nos convence con palabras, dichas desde el pedestal del conocimiento sectorizado, para que aprendamos a escuchar a quien debemos, para que aprendamos a creer en lo que escuchamos. 

  Y posters y cuadros, para que confiemos a ciegas en la pantalla que nos muestra el mundo, y nada en lo que nos rodea.  Hasta que llegamos a bloquear la realidad si no la explica un periodista.  Finalmente no damos un paso más, si nos falta un consejo de “el entendido” en tal o cual tema, y así estamos, se nos dice que este es malo, que aquel es mejor, porque son de tal o cual país, y se nos llena el horizonte de tráficos constantes y sangre seca, cuervos y polvaredas monstruosas. 

  Fantasmas para que nos evitemos solos el trabajo de salir de gira, de darnos cuenta que el mundo entero no tiene dueño, y que todos esos gendarmes y policías y soldados cuidando las fronteras no tienen ningún sentido.  

  Solo los vemos porque están en la puerta del laberinto para ratas, donde nos entrenan desde siempre, para que sigamos el camino correcto en esta increíble inmensidad que es estar vivo. Y sería terrible si un día nos damos cuenta que todos somos personas, que ya caduco completamente el sistema de jerarquizar a la gente según sus elecciones personales, porque solo son elecciones que podría haber elegido cualquiera, que ya no hace falta más encumbrar a la gente según su disponibilidad de efectivo o bienes inmuebles.

  Porque solo son usufructuarios de un recurso llamado mundo, del que son tan dueños como cualquiera, de que ya no hace falta más clasificar a la gente según su lugar de nacimiento, porque las costumbres más exóticas y los colores  y las formas de vivir, se trasladan de un punto a otro del globo.

  Y nos demuestran que la televisión nos mintió siempre, que del otro lado hay seres humanos igual que nosotros, que no debíamos poner nuestros impuestos al servicio de la guerra preventiva, a nivel global, y de la represión de entrecasa, por cierto, en cada gobierno, en cada país, en cada provincia, en cada municipio, en cada escuela, hogar, oficina… donde el poder apunta cada vez más a fortalecer el poder, y en maniatar al ciudadano para que siga tirando con los dientes de la cuerda que traslada la eterna pirámide de la autoridad y el conocimiento, fundamento de toda dominación.

  Entonces vamos todos riéndonos de pavadas para poder seguir, mientras avanza la cinta transportadora de las capacidades, expectativas y habilidades humanas, todo al moledero, para devolver cada vez más un mundo enlatado, empaquetado, predeterminado, donde nuestras decisiones se reducen finalmente a… ¡blanco o verde! ¡Ladrón o policía! ¿Frutilla o vainilla? ¿Tul o volados? ¿Cocaína o marihuana? ¿Rap o cumbia? ¿Cerveza o vino? ¿De $ 1,50 o $ 17,80?  ¿“Publico” o privado?, izquierda o derecha, hoy o mañana, lo mismo da.  

  Nos desangramos mutuamente cada hora para tener acceso a la posibilidad de una falsa elección, de una opción que no deja de ser esclavizante, que no deja de cercenar cada día un milímetro más de nuestra conciencia, de nuestra majestad como seres humanos.  De nuestro real poder de decisión.  Triste destino manifiesto.

  Ahora camino, pensando en mi barrio, en mi rio, en la tierra que me espera, sin banderas, solo busco aumentar la sensación de sentirme vivo, como decir, podría morir ahora mismo sin arrepentimientos, sin temores ni apuros.  

  Además diariamente posible  cuando tengo que cruzar cuadras y cuadras oscuras y sin ley, a cualquier hora del día o la madrugada, con mi mochila llena de equipos, de tecnología altamente, instantáneamente comercializable, y ya todos empiezan a saberlo, y a sospechar que no tengo revolver… ¿Tendré que conseguirme uno? ¿Tirar? 

  ¿Matar a una persona artesanalmente? O me traerá inconvenientes al momento de ser interrogado, revisado, acosado por la policía, por venir del sur, por fumar marihuana, por mi corte de pelo, por andar (fotografiando) en lugares y gente que no entran en el poster de la sociedad, por resistirme a encajar en su clasificación… delicado balance entre la libertad y la vida, cada día, como todos, cada día un día más.

01 septiembre

Cuando empezó mi vida...


 


 

Ni parecido 

…Entonces… un día, me di cuenta que necesitaba amor, no podía aguantar ni siquiera una palabra más fuera de lugar o en tonos agresivos, no podía seguir viviendo sin caricias, sin que mi piel se erice de placer en vez de menosprecio ajeno, me canse de que mi cuerpo lleno de amor fuera desperdiciado, desconocido, completamente mal valorado, pero más que nada me canse de no poder ser mujer, ni persona, solo un objeto sin posibilidades ni elecciones, más que descansar en la  estantería donde me lucían como una mascota obediente, responsable, indiferente a mí misma.

  Creo que me estaba marchitando como mujer, sin saber quién era, hervía por las  noches, sin embargo despreciando el cuerpo insensible que dormía a mi lado, sin salida.  

  Un día, en la caja del supermercado, al pasarle la tarjeta, nuestros dedos se rozaron, solo medio segundo, se me aflojaron las piernas, el rayo de sus ojos asombrados perforó los míos, acabe caminando a casa, hace meses que no lo hacía, quede tan confundida que no volví a ir al súper por una semana, entre la culpa y las ganas de acariciarme con sus manos, me mire al espejo y me sentí hermosa, después de bañarme me miraba al espejo de cuerpo entero, reconociéndome, finalmente…

  Volví a ir.  El mismo día a la misma hora, no estaba segura de lo que había pasado, entre llena de culpa, con la cabeza gacha, pero ella me vio, otra vez. 

  Di vueltas y más vueltas, sin animarme a volver, revente la tarjeta, apenas podía con el carrito, llegue a ella, a la caja, no había cola, lentamente iba pasando las cosas por el láser mientras charlábamos de cosas sin importancia, su voz era sin embargo como una caricia, yo arrimaba las cosas para que nuestros dedos se rocen, evitamos mirarnos, no hubiera podido manejarlo, sin decirlo quedamos en vernos en el parque, en la feria, donde yo recorría los puestos comprando regalos para los demás, nunca para mí.

  Nos cruzamos al fin, nos saludamos como viejas amigas, fuimos a tomar un café… cuando en vez de un bar me propuso ir a su casa, sentí que se derrumbaba un muro en mi mundo, acepte saltando sobre los escombros, sin hablar, me mordía los labios para no besar los suyos, en plena calle, llegamos, la puerta daba al misterio de mi misma, no nos apuramos a descubrirlo, no tanto.  

  Ella me beso, yo solo temblaba, entregada pero sin encarar, sus labios calientes desafiaron mis miedos, sus manos desnudaron mis prejuicios, su piel encendió la mía, camino a la cama apago la pava, hirviendo hace quince minutos, me afloje en un ataque de risa, que era también llanto que era también amor, que era yo volviéndome mujer… para ella. 

  Cuando empezó a  sonar el teléfono, solo lo apague, recién pasada la medianoche volví a casa, a ese mundo obsoleto que ya no podía soportar un segundo más, mi marido me esperaba despierto, por una vez no estaba viendo futbol.

  Debe haber tomado conciencia, percibido mi plenitud, mi decisión, porque su cara de reproche y castigo, se cambió en asombro y suplica sin palabras, su agresividad y posesión se volvió ¿amor? No, no deje que me toque, que contamine mi piel, ni me dieron ganas de dar explicaciones, la mesa nos miraba dar vueltas, el persiguiéndome y yo escapando.

  Me daban asco su comprensión, sus confesiones, sus promesas, su orgullo herido…mañana me voy, te agradecería que hoy te vayas a un hotel.  Los chicos terminaron por despertarse, nunca habían visto llorar a su padre, que intentaba mandarlos a dormir, sin aceptar ¿ah sí? 

  Metí una muda de ropa en un bolso y me fui, avisame cuando no estés así busco mis cosas, los chicos lloraban desconsolados, pero a la larga entenderán, pensaba, no podía retroceder, estaba en juego mi vida, un beso a cada uno se convirtió en cuatro dulces tenazas que me aferraban suavemente sin dejarme partir, sentí su amor, real, sus pequeñas cabecitas intentando comprender, me sentí una porquería, una hija de mil puta desde que cerré la puerta hasta que llegue a su casa, caminando en la madrugada, toque timbre temblando, dudando si no me había pasado de rosca, si me abriría la puerta.


  Me estaba esperando, nos absorbimos en el beso más largo y dulce del mundo, desde ese día estamos juntas (el jamás supero la depresión) solo después me entere que era también su primera vez con una mujer, me morí de amor.  

  Los chicos quisieron venirse con nosotras, después que dejaron de sentirse mal por las burlas en la escuela, después que se cansaron de escuchar la letanía de su padre, después que se dieron cuenta que nuestro amor seguía intacto, que seguía siendo su madre, que las cosas no cambiarían. 

  Formamos una hermosa familia, ya no tenemos vergüenza, ahora trabajo en la feria, no me falta ni me sobra nada, no extraño el auto ni las tarjetas de crédito, mis amigas intentaron volverme al corral, jajá, solo una me entendió, a veces nos visita, con su nuevo novio, igual, a veces percibo en el algo de recelo o desconfianza en su forma de mirarnos, creo que tiene miedo de que contagiemos a su chica jajajajaja, soy feliz, ¿Debería rendirle cuentas a alguien? 

  Ni a dios!!  Me alegro de sentirme viva, ya debe estar por llegar, me voy a casa, tenemos solo una hora antes de que los chicos salgan de la escuela, la otra vez lucia me pregunto porque no nos besábamos delante de ellos, no sé, no es para nadie más, está bien así, la otra vez me conto que estuvo con un chico, con vergüenza, como si yo la fuera a censurar, lo percibía, estaba esperando que me lo diga, nos abrazamos media hora, los amo, formamos una hermosa familia, a veces visitan a su padre, aunque el solo tiene tiempo para los negocios. Me voy, me voy, cuidate, si, nos vemos cualquier día de estos, pasen por casa…

Lauchas


 


 

Dos delantales 

Tarde un rato en darme cuenta de que no era un sueño, o mejor dicho, de que no era un sueño muy común: la Yani me estaba mordiendo la yema de los dedos y yo que la miraba espantado, cuando empiezo a sentir lo mismo en los pies: marce me mordía despacito también y los dos tenían ese brillo en la mirada que me daba tanto miedo, por eso mismo me desperté…

  Cuando me quiero tocar la oreja, que me dolía, pensando en quedarme un rato más en la cama, agarro una pequeña masa de pelo que tironea y me muerde, no sé si salto antes que yo, o si se despegó en el aire, pero la rata seguro que estaba despierta, yo gritaba, y pataleaba en la cama, pateando y destapando a los demás que saltaban a su vez arrinconándose como lauchas, sin saber en realidad que estaba pasando.  

  Ahora prenden la vela, los niños todavía lloran, mama pregunta que paso, dice que prenda el fuego y nos durmamos, solo el tío Ramón duerme a pata suelta, de zapatillas y tapado hasta las orejas, nunca le dio lugar al roedor, pero seguro que sabía lo que estaba haciendo cuando propuso comerse al gato  ¡muy rico! Mejor que  el pollo, bueno, por suerte salimos de la dieta única, ya estaba cansado de comer solo batata, y la otra semana fue papa y cebolla.  

  El frio no me deja pensar, arrimo unos palitos al montón de brasas y soplo, mientras castañeteo con los dedos de los pies para alejar esa sensación de mordida inminente, se levanta un poco el fuego y se arriman Shakira la Pacha el Cone y Carlitos, todos desvelados, todos asustados.

  Ahora tengo que calmarlos, la oreja no era nada, ni sangro, hago magia pasando las manos por arriba del fuego y se ríen cuando soplo y me revuelvo de la quemadura, no tengo que actuar tanto, me queme de verdad, tratando de distinguir los ruidos en la pieza semioscura por el humo, parecen chasquidos de las recortes ardiendo pero son los pasos apresurados de las ratas corriendo de rincón a rincón, entrando por entre las tablas, mordiendo la madera, cercándonos.  

  Para espantar el miedo les canto la canción del sapito, Shakira me acompaña enseguida y seguimos hasta que amanece.

  Apenas caliente el sol saldremos a quemar basura, papa no vuelve, se fue a ver si  conseguía otro caballo ya hace tres días, mama llora, el tío Ramón la abraza mucho rato, no les importa que miremos… 

  Salimos de la mano a ver que encontramos de comer, afuera ya anda el Chino mandoneando y haciendo fuego, cazan una rata inmensa, la tiran a la parrilla, el humo me hace vomitar en la basura, pero el Gitano me sonríe y me hace sentir mejor.  

  Extraño al Marce, cuando era como antes, y nos secaba las lágrimas cuando nos despertábamos soñando cosas, antes de tomar esa porquería, siempre nos traía alguna fruta, y la última vez que paso trajo un lechón, y el gato, que entonces estaba flaco, el muy astuto. 

  Después se perdió, solo los policías preguntan de vez en cuando por él, pero mami les dice que hace rato no viene, igual entran y revuelven todo con los perros, siempre, como si se pudiera esconder abajo del platito de la vela. Y cuando se robaron el caballo dijeron que si no había sido el, capaz lo habíamos comido, y que dejáramos de llenar de piojos la comisaria. Milicos piojosos.

  Bordeamos la colina negra y la ciberchoza, seguimos hasta la parte nueva, un camión empieza a descargar, esperamos de la mano, los niños tienen que entender que es peligroso, los recolectores se ríen y gritan, se nota que viven felices, suben al camión y arrancan a fondo llenándonos de tierra.  Tenemos un ratito hasta que lo vean pasar por el barrio, por la zona verde, rompo una bolsa negra bien grande y desparramo todo ¡fiesta carioca! 

  Entre las serpentinas y las colillas hay hamburguesas aplastadas y pedazos de panchos desarmados, comemos como locos, espantando los perros, que se cansan rápido de ladrarnos y empiezan su propia búsqueda. Solo el colita espera, y se liga una hamburguesa.  

  Cuando nos llenamos la boca, nos guardamos todo lo que podemos entre la ropa, porque ya se escucha al Chino a los gritos viniendo para acá.  Saltamos y corremos antes de ligarnos un rebencazo, Carlitos ya está cansado, la Shaki lo arrastra del brazo,  yo corro con la Pacha a caballito, el Cone viene atrás mío arrastrando una bolsa… ¡por favor que no nos vean!

  cruzamos por el otro lado para escondernos, los Termita están seleccionando, la madre tapa el viento con su pollera, ellos están enojados con nosotros y empiezan a tirarnos piedras apenas nos ven, les devolvemos las que caen cerca, la Shaki encuentra un pedazo de fierro y lo largo para abajo con todo, se lo doy al Tonito en la canilla y queda saltando en una pata mientras 

  La Gorda lo caza del pelo, porque está loca nomas, apenas podemos caminar de la risa, Shakira baila y le brilla el pelo rubio, duro, ¡hermosa!

  Nos sentamos a comer en la montaña de gomas, caminando atrás del alambrado, se ven los pequeños que van al jardín, saludan contentos, la Pachi y Carlitos se los quedan mirando hasta que se pierden atrás de los árboles, sale humo de la laguna,  cuando vuelva papa le voy a pedir para llevarlos de nuevo, aprenden muchas canciones, la Shaki empieza a cantar El Avión, pero no convence, pienso en los delantales colgando en la pared, ¿comen tela las ratas?

   Me pregunta Carlitos, tal vez pensando lo mismo, no si no tienen mucha hambre le digo, y él se guarda un pedazo de pan en el bolsillo, lo como a besos cuando trata de escaparse, y terminamos los cuatro enredados entre las cubiertas en una guerra de cosquillas, prometo llevarlos mañana mismo, hoy no quiero estar triste, voy a hablar con mama.

  Llegamos, mama no está, el tío manda a la Shaki a comprar una caja de vino, quiere acariciarme la cabeza y me escapo, nos miramos con bronca.  Vamos Tato, me dice ella, y arrancamos los cinco, mejor no dejar a ninguno solo, en un ratito se fue el sol y unas nubes frías se corren carreras arriba, nosotros las corremos también pero van más rápido.

  El Diego nos regala caramelos, volvemos mientras empieza a lloviznar, corremos la última cuadra bajo lluvia hasta la puerta donde el tío espera el vino.  Pasamos y le meto una bolsa antes que se apague del todo el fuego, el Ramón se queja pero no hay madera seca, quemo los cajones de la alacena y nos calentamos mientras el putea, el agua empieza a llenar todo, ahora llueve bien fuerte, el fuego se apaga, nos subimos a la cama.  

  El Ramón toma vino sentado mirando por la puerta, las patas en la correntada, nos abrazamos, el frio empieza a ser picante, nos tapamos con la frazada que no se mojó, también miramos la puerta, me pregunto si estará vivo el Marce, si volverá papá, adonde habrá ido mami… 

  La Shaki canta, yo me acuerdo de la cara del Tonito y me rio solo, el tío se da vuelta y me mira, solo para cagarme a puteadas, un día voy a tener un revólver… sigue lloviendo a cantaros, una gota empieza a caerme en la cabeza…

Felices e Incapaces

  Bueno...   Siempre es un problema conocer a gente importante.  Y es un problema porque la gente importante tiene problemas importantes... ...