30 septiembre

¡Ayudameeee....Oh dios!


 


¿De que hablamos cuando hablamos de dios? O, mejor: ¿Por qué no podemos hablar de dios sin hablar, casi siempre, de religión? ¿Sin referirnos a alguna religión?  Y sobre todo:

 ¿Por qué creemos en dios?

  No hay, en este tema, preguntas que puedan ser respondidas sin generar polémicas, ofensas, fanatismos, desprecio, idolatría o repudio, entre otras cosas.

  Como parte de nuestro alejamiento de la magia del mundo, la resaca de nuestra soberbia y superioridad nos deja una sensación de vacío y soledad que no se puede llenar con tecnología, es ahí cuando nace la idea de dios, o, tal vez, de un sentido intimo de conexión con cada ser viviente o incluso cada objeto inanimado. 

  Tal vez lo inexpresable, lo incomprensible, no pueda remitirse a una vida humana. Hasta ahí, la parte sana de la historia, el individuo que retorna a la fuente de todo, humilde y arrobado ante la sensación de sentirse vivo.

  Pero hay que subsistir, comer o ser comido, y la lucha cotidiana nos deja arpones clavados que sangran miedo, dudas y desesperación, y la sola existencia de dios no nos alcanza, porque el desaliento nos hace sentirnos abandonados. 

  Para seguir adelante necesitamos dioses y diosas, sacerdotes, vírgenes, santos, objetos y lugares de culto, un sinfín de escalafones místicos que nos repitan incansablemente al oído que un gran premio espera por nosotros después de tantas fatigas, que dios no solo nos mira sino que además nos cuida, que somos importantes, y únicos. Para él.

  Hemos tomado, en nuestra debilidad, el callejón sin salida de la religión. Aunque no empezó exactamente de esa manera: Casi que cada religión nace de un hombre (no mujer, hombre, por que será), que trataba de compartir su visión única del mundo, una especie de comunión con lo absoluto, un despertar al mundo, una revelación...

  Como no se puede traducir lo inexpresable a nuestra eterna pequeñez, este afán de compartir se volvió un dogma, un manual, y al tergiversarse, al irse perdiendo la memoria de las palabras originales de los fundadores, quedo solo lo humano: el ansia de poder y dominación, lo utilitario al mismo y su búsqueda de la hegemonía. 

 Por eso los templos inmensos donde los sacerdotes sean tan importantes, donde su tiranía y retorica no deje lugar a discusiones, es desde ya, la casa de dios, más que en ningún otro lado, y todo en su seno es sagrado. 

  Claro que hace falta dinero para mantener a esa hilera de usufructuantes de la fe, y muchas manos voluntarias que lustren las imágenes sagradas, y, ya que están, también los pisos del templo, aunque el que sacrifica su tiempo guiando al rebaño debe ser recompensado. 

  ¿Por qué?

  Porque es el que mantiene el orden y las jerarquías, disipa las dudas y enciende la fe, hinchando los corazones con ese fervor que nos hace útiles a la causa. 

  Porque... los mejores fieles, al contrario de lo que pudiera pensarse, no son aquellos que arrastran su fe de generaciones pasadas, casi por inercia, tan poco convencidos que la pueden perder en cualquier curva, sino aquellos que no soportan los golpes de la vida, debilitados por alguna perdida material o humana, buena harina para el pan de dios.

  Sometidos a su propia desazón, están convencidos de que han sido ''ayudados'' por la religión, y aunque los mejores se convierten en propagandistas y artífices de su engrandecimiento, la mayoría se mantiene en un estado de semidepresion permanente que los hace presa fácil de sus mentores espirituales. 

  En este estado, se dedican a despreciar todo resto de autoestima y confianza en sí mismos que quedara todavía, llegando a perder hasta la confianza en sus propios razonamientos, con lo que su asimilación se hace total. 

  Con esto también se explica porque la iglesia católica sobre todo, está en constante romance o conflicto con las minorías, dentro de las cuales se busca cumplimentar el mismo proceso degradante, para tenerlas bajo su tutela, para redimirlas, para aniquilarlas en su espiritualidad diferente y amenazante. 

  En definitiva, el proceso es tan complejo y simple a la vez que solo se puede resumir en una pequeña triste conclusión: todo lo que nos hace humanos, todo lo que nos hace únicos como personas, todo camino independiente, cada idea nueva, todo debe ser controlado, o eliminado, y no hay medias tintas.

  Los únicos con derecho a romper las reglas son los que las generan, pero siempre bajo techo... solo a ellos no los juzga dios... o tal vez si, si tiene tiempo para eso.

 ¿Tendrá?



_ ¡Ataremos nuestros camellos en la torre Eiffel! _ ¡Ok partner! pero aun las brevas no están madurasss!


 


30 de septiembre de 2010

  Algún entendido dijo una vez que la guerra es la continuación de la política por otros medios, yo creo que es exactamente al revés, porque primero, fue la guerra.  Después los temerosos, los comerciantes y calculadores, los incompetentes y traidores sin honor, inventaron la política. 

  Así como ellos la hicieron, continúa hasta nuestros días.

  Y es esta falta de evolución, y su natural vileza, lo que mantiene al mundo en guerra, pues siempre habrá quien busque el honor, como valor en sí mismo, superior a la vida, y, porque, en el hazmerreír de la permanente involución humana, hay sectores bien definidos que lograron finalmente, apropiarse de la maquinaria bélica. 

  Esta funciona como herramienta de control y depuración social, por un lado, y como fabuloso negocio, libre de controles e impuestos, por el otro.  La inconcebible cantidad de bienes y vidas inocentes que quedan en el camino, no solo son intrascendentes a sus propósitos, sino, más bien, completamente útiles y funcionales a la ramificación y multiplicación de este fabuloso e irracional intercambio.  

 Claro que no es soplar y hacer misiles, no es fácil, van quedando pocos paraísos donde el poder pueda ser ejercido sin restricciones por una sola familia o persona, si es posible, bajo tutela y asesoramiento directo de los dioses.  Hoy en día, el ciudadano, la masa, debe ser convencido, ya que no consultado. 

  Es por eso que se recurre a un ejército invencible de propagadores del odio, de formadores de opinión, de nacionalistas y periodistas, seudo idealistas y profetas, que mantengan la inquietud y la efervescencia necesarias a su buen caldo de cultivo.  

  Si no agarra sabor, échale pimienta: toneladas y toneladas de drogas de todos los tipos, cada vez más baratas, potentes, y fáciles de conseguir: ''Recuéstate y sueña con un mundo mejor...'' 

  ¿Hacia dónde vamos? ¿Será el fin del mundo, de la especie humana?  

  Ni por asomo, todo lo contrario, por cada uno que muere nacen dos o tres, por cada arroyo que se contamina, por cada especie inútil que se extingue, se crean miles de formas sintéticas de sobrevivir, y se multiplican sin pausa los rendimientos y las nuevas zonas de desarrollo y cultivo de producciones homogéneas. 

  Hay días, incluso, en que la prosperidad amenaza con invadirlo todo, derramándose inmerecidamente sobre las cabezas de los tibios, los inocentes, los despreocupados, los marginados...  

  ¿Ahora es cuando? 

  Exactamente, es el momento de despertar a las sirenas, la política entra en acción con todo su circo de obstinados serviles, de necios consecuentes, de sagrados defensores del ocio: a la cuenta de tres se lanzaran unos contra otros como en las batallas de William Wallace, debatiendo, insultando, robando hasta el sentido de las palabras de sus oponentes, fabricando nuevos monstruos y mucho más miedo del que era necesario, hasta perder el decoro y las formas, la dignidad y, sobre todo, la memoria 

  ¡Pues mañana, igual que ayer, tal vez les toque estar del otro lado de la cancha!   ¡Bah! ¡Qué importa!

  En el transcurso de este vals entre paralíticos se habrán generado nuevas carencias y miserias, impuestos, contribuciones y gastos extraordinarios, habrán cambiado de mano industrias esenciales, bosques, montañas y provincias enteras, se gastaran los recursos en nuevas cárceles, organismos de control, fuerzas represivas e infraestructuras monstruosas que serán abandonadas en cuanto alguna distracción permita desviar las miradas a otro lado.  

  Más tarde, cuando el teatro de la redistribución haya alisado las aguas agitadas por los eternos suplicantes, estaremos en condiciones de comenzar todo de nuevo, con el ranking algo cambiado, con algunas venganzas y cuentas que se cobraron en el camino, aunque, básicamente, todo renovado, todo igual a sí mismo.  

  ¡Qué alivio! No por predecible es menos riesgosa la jugada, hemos llegado al tan mentado cambio de estructuras, a la renovación dirigencial, le hemos lavado la cara a la democracia o el sistema con que nos vestimos. 

  Justo antes de que se acabe el tiempo, nos hemos dado la oportunidad de comenzar de nuevo, el panorama se llena de nuevos fantasmas y enemigos irreconciliables, demonios y criminales internacionales. 

  Los dueños de la manija respiran aliviados, ya pueden recostar su cabeza en el Spa, aunque se hayan prohibido las camas solares. La nueva lista de allegados van a adornar, sus propagandistas traspiran otra vez, analizando que país van a invadir, que antiguo aliado les conviene derrocar, y como llevar a cabo el saqueo de sus propios bienes generando más riqueza y poder concentrado, mas alegría y depresión encapsulado en pastillas, mas y más perfecta necesidad de aplastar a los distintos, a los irreductibles, y a los molestos que además de pensar, comentan.  

  Es la hora de la gloria, donde se generaran problemas tan graves que tengan que ser resueltos solamente a bala. Es la hora de prender la televisión, para re-unir a las familias. 

...¡¡Y sarmiento tenia razon!!... ¿O no? ¿Eh? ¿Ah?


 


 

 

   En general, cuando hablamos con gente mayor, nos damos cuenta cuanto ha cambiado el sistema educativo, ya que las expectativas y el bagaje de conocimientos y actitudes útiles para enfrentar la vida, que perciben los jóvenes de hoy, es sustancialmente diferente.  

  Los que fueron a la escuela hace unas cuantas décadas, la hacían, en casi todos los casos por una ambición de progreso, que en ese contexto histórico, era completamente coherente, porque la educación les permitía escapar de un destino atado al algodonal, el quebrachal o el hombreo de bolsas de por vida, por citar solo tres ejemplos contundentes (en esa época, tener hecho el tercer grado, era significativo).  

Están de acuerdo en que recibían, por sobre todas las cosas, educación, pero también nociones de orden, limpieza, valores, modales (como la forma de comportarse en la mesa) y también el respeto que se merece y se debe tener al ser humano, empezando por las maestras, los padres, y la familia. 

  Vemos siempre, en esos casos, como quedó grabada una noción de respeto a la autoridad, -y de su derecho a la coerción- que los marca para toda la vida, aunque hoy sean anecdóticos los recuerdos sobre penitencias y castigos.  Vale decir, en su descargo, que en el seno de la familia, las cosas no eran menos severas ni menos autoritarias.   

  Los que hicieron la escuela hace cincuenta años, o más, están orgullosos y agradecidos.   Por otra parte, los gurises de hoy, no saben porque ni para qué van a la escuela, salvo casos puntuales, que no son pocos, en que concurren para acceder a beneficios como becas, pensiones, planes diversos, o la oportunidad de comer bien cinco o seis veces por semana, en los comedores escolares. 

   Los que finalmente terminan la secundaria, lo hacen por un título que saben no tendrá mayor peso en su desarrollo futuro o, una pequeña elite, para seguir una carrera universitaria, que también, casi siempre, eligen por descarte.  Hoy en día la economía y el modelo de producción nos permiten adivinar que con o sin educación, no accederán al mercado Premium de trabajo, sino unos pocos elegidos, y otros muchos serán esclavizados de por vida, como penosa opción a la desocupación permanente. 

  Igualmente, algo de conciencia y vocación, o bastante, permanece en los responsables de educar a los futuros ciudadanos de nuestro privilegiado país, pues se ve periódicamente como los gobiernos alineados a la derecha, se ocupan de gastar su tiempo en desmantelar o desvirtuar o, en el más leve de los casos, vaciar de contenido al sistema educativo. 

  También es sorprendente observar la fe, la admiración y el respeto que profesan por las maestras y maestros, aquellos que viven de sus músculos, trabajando de sol a sol, rompiendo su cuerpo para siempre, históricamente, ayer y hoy, sin derechos, cobrando la tercera parte del sueldo que recibe una maestra al comenzar su carrera.  

  Como los trabajadores de la quinta o el teal de hace 60 años, ellos también perciben, en la escuela, una posibilidad para sus hijos que justifica ampliamente sus sacrificios. 

 Tal vez sean los únicos que sienten verdadera tristeza cuando se empiezan a acumular los días de paro, y callan, sin embargo, casi siempre, comprendiendo su lucha (la de los docentes).  Sin embargo, a pesar de las flores, es necesario analizar algunos aspectos, que casualmente, en este espacio de aprendizaje y socialización, son comunes en la mayoría de los países ''modernos' del globo, con escasas diferencias: 

  La escuela, como producto y beneficio de la hegemonía dominante, está diseñada para perpetuarla, desde los niños de jardín que siguen a la seño bien prendidos de la soga, bien uniformados, aprendiendo los primeros rituales del status quo que los tendrá como espectadores.  Así aprendimos a formarnos, los varones y las chicas cada cual por su lado, claro que de mayor a menor altura, como debe ser.  

  Saludar a la bandera y los símbolos patrios, no sea cosa que después se crean las mentiras de John Lennon, y, por sobre todas las cosas, no nos perdimos ningún acto, año tras año, donde se recalca que los buenos y los malos son los que nos están diciendo que son, sin ninguna necesidad de comprobarlo.  

  Y todo lleva a la conclusión de que no solo ahora, sino desde siempre, transitamos por el mejor camino, guiados dulcemente por nuestros héroes y próceres que ¡epa! casualmente el último se murió hace cien años y no podemos preguntarle nada. 

  Por supuesto era blanco cristiano y en lo posible, militar de carrera, y aunque no fuera ninguna de estas tres cosas, es increíble como el tiempo cubre todo con el maquillaje de la historia.  

  ¿Entonces? Nada, que todo se cierra con la obligatoriedad de mandar a los gurises a la escuela, como hago yo claro, ¡no sea cosa que me metan preso y tenga que pasar sin ventilador ni calefacción, aguantando la picadura de los mosquitos, y sin poder leer de noche! ¡Ja! ¡Ni loco!

  Pero volviendo a hablar en serio, el condicionamiento termina para volver a empezar en casa, es ahí donde todo se analiza, (o debería) y se acepta o rectifica lo aprendido en la escuela. 

  En fin, dijo serafín, que lo único que podemos  transmitir, es un anhelo por la libertad, que les permita a nuestros hijos elegir por y para sí mismos en todas esas circunstancias en que no van a estar bajo nuestra anticuada tutela. 

 ¡Y si! Porque el mundo evoluciona, papi, mami, como dicen las maestras jardineras, y es de esperar que de nuestros hijos terminemos viendo las suelas de las alpargatas, mientras rezongamos al viento.    

Felices e Incapaces

  Bueno...   Siempre es un problema conocer a gente importante.  Y es un problema porque la gente importante tiene problemas importantes... ...