30 octubre

Zona de Confort

 

  Vivimos en un mundo, en un entramado social material antes que espiritual, y por lo tanto, nuestro énfasis esta colocado en las posesiones, en los logros muebles o inmuebles, en la cantidad que ganamos por mes o en la cantidad de personas que ponemos bajo mando.  Adquirimos para mostrar, para sembrar un mojón, un hito en la escala social que nos permita relacionarnos con gente ascendente como nosotros.

  Acumulamos como norma, como autodefensa frente al horizonte borroso del futuro, y sin embargo nunca nos conforma, nunca nos alcanza para decir basta.  Queremos mas y mejor, queremos diferenciarnos, queremos...hacer valer nuestra sensación de ser un poquito menos esclavos que el de al lado. 

  Y después de cientos de años de revolución industrial, tecnológica, financiera, pareciera que nuestra zona de confort pasa por el dinero o los objetos, porque tener nos hace sentir mejores, tal vez mas libres... pero no.  La comodidad sin precedentes que nos rodea, la facilidad con que podemos acceder a las necesidades básicas de la vida, nos ha aletargado de tal manera que tememos el displacer, la incomodidad mínima y tenue de lo no-instantáneo, de lo no automático y algoritmizado a medida de nuestra adiestrada expectativa.

  Tememos.  Hoy en día, tememos primero y después elegimos a que, y claro, hay infinitas opciones apenas encendemos cualquier tipo de pantalla o ingresamos a una red social. el enemigo parece estar en todas partes y acechar infinito desde adentro de nosotros mismos...cambia, se multiplica y muta, y se adhiere a el reverso de nuestros sueños como una lapa.

  Al parecer, en un universo capitalista, ningún objeto es en realidad trascendente, ya que todo es adquirible, negociable, intercambiable, mejorable, y mucho menos las personas, que podemos elegir de una estantería donde son fabricadas mediocremente en serie.  No pasa por ahí nuestra zona de confort.

  Pero lo que si tememos es el inagotable desfasaje de pensar por nosotros mismos, ser coherentes con nuestros actos y nuestras acciones, analizar nuestros intereses y tomar decisiones.  Tememos, ser, tememos la responsabilidad de elaborarnos como seres humanos. Y para conjugar eso, recolectamos todo tipo de teorías y opiniones ajenas sobre nuestra vida, nos adaptamos a mandatos y afiches, estereotipos y modas, formatos y propagandas...

  Así, podemos discurrir con suavidad, siempre delegando la responsabilidad total sobre nuestra vida, nuestros actos y nuestras decisiones, a un conglomerado de personas y medios, de influencias y determinismos que nos permitan transitar el desarrollo personal sin movernos del medio del camino, lejos de cornisas y rincones solitarios y oscuros, de riesgos y contradicciones(propias), de emociones inmedicables.

  Lo que amamos hoy en día, mas que nada, son los hilos de marioneta que definen nuestro andar, porque enmascaran nuestro temor a ser, a existir como individuos, lo que significa un terreno lleno de incertidumbres y responsabilidades, metas incumplidas y procesos indefinidos, eternos.  Amamos, o mas bien, nos aferramos al miedo que nos permite delegar cada acción y pensamiento, cada dirección tomada en el tablero de nuestra vida.

  Y así, mas que entregarnos, nos aferramos a lo prestablecido, a lo rutinario y tóxico, a lo determinado por otro u otros, pero que tenga el valor agregado de la infalibilidad (o por lo menos, de la falibilidad ajena), coleccionamos enciclopedias y guías para ser, para seguir vivos, y eso es lo que logramos: permanecer, casi muertos de tan inertes, de tan reactivos y dóciles a la química social y su maraña de expectativas ajenas e instrucciones interminables.

   Pero esa es la idea! Porque una muerte lenta puede ser adornada de mil maneras distintas, superficiales y despreocupadas. Pero entonces no hay porque temer a la libertad, ni a convertirse en un individuo, ni mucho menos explorarnos a nosotros mismos.  Preferimos movernos en un tablero de blancos y negros, donde todo sea igual a nosotros y nosotros iguales al resto.  Aunque eso no signifique igualdad.



  Nuestra zona de confort es el habernos convertido en seres humanos-maquinas, en hamburguesas parlantes, en obsoletas marionetas que podrían ser barridas de un plumazo y sin embargo ser felices.  Sonreímos despiertos y dormidos por la alegría de no tener que decidir ya nada, de no ser dueños de ningún resorte o factor que defina nuestra vida, predeterminados por opiniones y visiones ajenas, diseñados a medida por la necesidad social. Y ese es el mundo que permitimos construir.

  Nuestra Zona de Confort es la sumisión, la esclavitud total.  

  














Traducción simultanea (poesías)



El viaje


No quiero aborrecer las palabras 

Solo porque no me alcanzan

Y abolir las fronteras, entre lo real y la nada 

 Entre noche y día, entre corazón y alma

Solo tensar el arco contra mi flecha, respirar tu calma

Y cuidar en medio del incendio, una clara gota de agua



Relojes


Tanta arena cayendo

Viejas intenciones

Esclavistas, homologadores

Hegemonizantes coleccionistas 

Y sin embargo se acaba el tiempo

De una humanidad caducada, rancia

Imprimiendo armas para hacer la guerra 

Que saben inganable pero estiran

Contra corazones y almas, pieles...

Ola que choca hace diez mil años contra:

El espíritu humano, de la libertad 

Irreductible, indomable, imposible

De vencer.



Amor


Pequeños gestos

Grandes decisiones

La infinita gentileza

De ser y dejar ser

Un gorrión nace

Entre tus dedos

Y mi corazón

Se hace migaja




Manufacturas


Como elabora el universo una sola gota de agua?

Como erosiona el tiempo hasta volverlo un segundo?

Como nos hacemos espejos de las estrellas, que laten en nuestros ojos?

Y la tierra que nace, de nuestras suelas? Y la sangre que se hace venas?

Como crea, el rayo? Como quema el sol? 

Y quien lo convence de volver a salir, para mi y para vos?

Los engranajes del mundo hacen un ruido que nadie escucha

La tierra tiene un latido que acaricia mis lágrimas

Aunque pueda matar, o morir, con total desparpajo, siento...

Un puente infinito en la punta de mis dedos



Viento


Quiebra la tormenta: ramas, que ya estaban secas

Sopla, resopla, sobre arboles podridos, agusanados

Luchan? No.  Vivir sin aire, sin savia y sin sol...

Solo la subterránea oscuridad convierte todo en luz, solo el agua...

Pinta de verde la tierra seca.  Los pájaros,  

Cantan cuando saben, en que rama están parados

El río no crece para arrasar la costa...  Ya éramos agua 










02 octubre

Psicópatas, narcisistas y depredadores


 El fenómeno humano de la superioridad en el planeta, no deja de afinarse, perfeccionarse hacia nuevas élites, nuevas cimas de la pirámide de la dominación.  Es así que la violencia y la manipulación, la opresión y la esclavitud, no dejan de regenerarse y reinventarse, en vez de extinguirse o remitir.

  Hay un mundo de viejos pensamientos, de viejas acciones y viejos deseos, un mundo que, sabemos, está a punto de extinguirse.  Un mundo caduco y obsoleto que se extinguirá con nosotros si no saltamos a tiempo:  el mundo del dinero, del poder, el absurdo universo de la acumulación total.

  Porque en un momento cualquiera, la ramita seca sobre la que se para el pájaro implume del sentido social, se quiebra y todo se desploma vertiginosamente.  Estamos a punto de recuperar el mundo, seres humanos reales, sintientes, o ser arrasados por los hombres máquina, los diseñadores felices den cañones y ametralladoras.

  De todas maneras -es inevitable-  por una vez habrá algo mas que chatarra y huesos secándose al sol: quedarán los campos tapizados de papelitos de colores, el mismo aire, acelerando en el viento de una nueva primavera, amontonará divisas de  todos los imperios contra los derruidos muros de las viejas corporaciones.

  De una manera increíble, y grotesca, alimentamos instituciones a las que, inexplicablemente, dimos tantos años, el poder de comprar armas para asesinarnos y esclavizarnos con un ficticio compromiso inexplicablemente falso llamado billete, dinero.

  Este proceso gradual, imperceptible, de hastío, de asco visceral que nace de la repetitiva imposición de la medicina social impuesta con modales de abuelita, ya no retrocederá:  no hay un animal libre que vuelva voluntariamente a la jaula.  

  Hay tantas soluciones para dar, tanto espacio a resignificar, que poner la energía en un lado o en otro, no es solo una decisión política, sino un acto de supervivencia colectiva.

  Sin embargo, este desfasaje entre lo caduco y lo posible, como toda primavera, también arrastra un caudal creciente de depredadores, sicópatas y narcisistas, oportunamente ansiosos por aprovechar la vulnerabilidad de una nueva confianza que puedan, una vez más, usufructuar.

  Cada vez más expuestos y desnudos en sus pedestales, dirigentes o influencers, comerciantes, gurúes, creadores de opinión, siguen jugando a la corrección perfeccionista, a la idoneidad humana intachable, y usurpan espacios de liderazgo mimetizándose bajo una máscara de empatía y bondad -que detestan y aprovechan a la vez- sin dejar de capturar incautas almas para alimentar su oscuridad.  

  Nos quieren imponer tiempos pre-apocalípticos cuando en realidad estamos a las puertas del tiempo de la libertad y la conciencia total, ya liberadas ambas de su sumisión al concepto, a la doctrina, a la lucha fratricida entre imperios...

  Cada persona es hoy, más que nunca, responsable del alcance de sus actos, de su voluntaria contribución a un mundo nuevo y posible, a un destino compartido y común,  o de otra manera, a la ya eterna entronización de la violencia sectaria y la dominación económica, el hambre y la desertificación, la exclusión, el exterminio.

  Claro, todo se replica, se construye de abajo hacia arriba, más allá de la percepción hegemonizante de que las decisiones de unos pocos formatean al resto de la humanidad: nosotros decidimos, sumamos consenso,  hasta favorecer nuestra propia inminente autodestrucción.  

  Es en la suma total de nuestras voluntades y decisiones, de nuestras miradas libres de fronteras, clases y jerarquías, que lograremos un consenso humano que favorezca a los seres humanos: la posibilidad existe cada día.


 



Felices e Incapaces

  Bueno...   Siempre es un problema conocer a gente importante.  Y es un problema porque la gente importante tiene problemas importantes... ...