22 agosto

Carrera de cascaras

  


  Como una postal comprada en el puesto central de la feria, esa que nos muestra el mar calmo, el sol tibio, la gente feliz… así pasan algunas personas caminando, como si no fueran más que cascaras…postaleando su fachada en un mundo que colecciona imágenes perfectas, solo para archivarlas y motivar a los demás a dejar de ser…

  Pero no importa, en algún lugar olvidado del tiempo quedo colgada la individualidad, para ser olvidada, para pertenecer al tibio estándar aprobado por el consenso mayoritario de los temerosos, de los obedientes, de los ambiciosamente predecibles “pares” en la ficción de sobresalir siendo igual a todos.  

  Pero no importa, cuando elegimos diseñarnos según la mirada ajena, queda clausurada la propia, y ya no la extrañamos, ni se pretende comprobar que existe, solo aparentamos y representamos, para parecer felices, para que aparenten creernos, como nosotros aparentamos creer en la máscara de los demás, hasta que cada paso se da en el lugar y de la manera correcta, hasta que cada pelusa se saca para aparentar perfección, y cada mancha se lava hasta realzar el modelo perfecto de cortesía, hipocresía, y recíproca maldad calculada.

  Claro, porque sin pérdida de tiempo hay que actuar y ganar espacios, eliminar contendientes, afinar los cálculos.  Es el lado difícil de la cosa, en un mundo de iguales, todo podría ser hasta por sorteo, ¿Cómo llegar a la cima sin dejar de mantener las apariencias? 

  ¿Cómo caminar hacia adelante dando la espalda a los demás? 

  En un mundo tan frágil que parece de papel, es necesario revolotear y hacer alianzas infinitamente, jurar amistad a diestra y siniestra antes de sembrar clavos, y olvidar la propia tristeza en la sonrisa del dolor de los otros, y ni siquiera alcanza.  

  Para poder acercarnos al foco central y recibir un poco de luz artificial, como polillas humanas, debemos podarnos a nosotros mismos permanentemente, uniformizarnos y desnudarnos de todo lo que no encaje en la manada, solo así obtendremos la fluidez que nos permite seguir y seguir corriendo en el laberinto, sin percatarnos de que otros caminos vuelven a cruzarnos yendo hacia la nada, de que otros laberintos fueron igual de simples, entretenidos y sin salida, pero no importa…

  En algún lugar del tiempo espera un recodo del camino donde no queda nadie, donde no hay espejos a los que rendir cuentas ni preguntarles  nada, en algún lugar del camino tendremos la posibilidad de recuperarnos pero solo nos dará miedo, solo nos dará frio… 

  Y correremos presurosos como un niño en un pasillo oscuro hasta poder llegar a la perfección de lo súper establecido, a la tranquilidad del camino conocido y previsto, que importa, que no nos lleve a ningún lado… 

  Que importa, que no lleguemos nunca a nosotros mismos, si podemos caminar agarrándonos del borde, si podemos validar nuestra realidad en el intercambio de máscaras nuevamente… 

  Cuando vamos a dormir, nuestros sueños nos vuelven invisibles y no queremos despertar, pero el tictac del reloj nos dice que estamos perdiendo el tiempo, que otros vienen atrás nuestro, que hoy llegaremos al techo del laberinto.  

  Sin embargo, cada día de viento derriba y arrastra gente de papel hacia ningún lado, mientras filas y filas de pies apresurados aparentan calma sin sentir nada…



04 agosto

¡Otra vez elecciones!

  


  Si, ¡otra vez! ¿Yaa? Y… si, hay que votar, ejercer nuestro derecho a la democracia, a la representatividad, a la elección de nuestros representantes…

  Claro, parecen frases bonitas y lo son: la comodidad de ser completamente indiferente, el inevitable gesto de votar para involucrarse solo en el momento indicado, de poner un grano de arena y seguir caminando sin culpa,  de estar en el corazón de la movida o de meterse en política en la última curva para ganar algún premio consuelo… 

  Hay una variedad de matices entre ser presidente y votar cada cuatro años, por obligación. 

  Lo que no tiene muchas diferencias es “la vieja política” con “la nueva política” O cual sería la diferencia? Como si un candidato cualquiera se pudiera sustraer a la presión eterna del poder establecido, de las conveniencias personales y partidarias, al juego de la economía los recursos y los territorios, a la ecología de las instituciones públicas, los favores y las deudas de campaña… 

  No estamos votando cada cuatro años, solo convalidando la cara visible de un negocio que no nos interesa, y como suele pasar, entonces, nadie nos rinde cuentas…

  Entonces votamos, ganamos o perdemos, pretendemos haber elegido un proyecto de país y nos vamos a dormir tranquilos.  

  No existe, no hay país sin personas, no hay proyecto sin ciudadanía, es imposible pensar que vamos a definir un periodo de cuatro años en un solo día, en un simple acto de ensobrar una balota y dejarla caer por una ranura, cuando no podemos definir un solo minuto del día a nuestro favor sin haber trabajado arduamente para ello.

  No hay democracia sin participación, no se da la yunta de libertad y comodidad, tampoco la de indiferencia y felicidad, si queremos realmente ser individuos políticos, y darle peso a nuestro acto electivo más allá del simbolismo, lo único aceptable es tomar la democracia como un continuum, nuestra vida como una expresión de nuestras propias decisiones, nuestro tiempo como lo único valioso que podemos renovar cada día…  

  Entonces, si en cuatro años tenemos más de 1400 días, ¿Cuál es la intención de cambiar algo cuando nuestro único aporte es llegar temprano a la mesa para no hacer cola?  

  Si tenemos alguna intención de generar, debiera ser permanente, debería expresarse cada día en posturas, hechos, acciones concretas que encausen el compromiso ciudadano con las necesidades y aspiraciones a las que decimos apuntar.  

  Pero es fácil quedarse quieto, es fácil decir no puedo, es mucho más fácil decir, “no me toca a mí” y desligarse, mirar y decir lo mal que esta todo, lo bueno que sería si…


  No hay forma de continuar de la misma manera, sin perder completamente la poca cohesión social que nos queda, no hay forma de entregarse a los “nosotros” o “ellos” sean cuales sean, para volver a cerrar la puerta de nuestra casa y mirar cómo pasa el mundo por televisión.

  Hoy, es más urgente que nunca involucrarse el resto de los 1460 días entre dos elecciones para generar de antemano un proyecto de país que sea para todos, desde la acción en nuestro propio entorno, desde la mejora y la provisión de soluciones, alternativas y respuestas a los problemas cotidianos que definen el marco de las grandes coyunturas políticas.

  Desde el vamos, la convivencia, desde el vamos las necesidades básicas del ser humano, desde el vamos el amor antes que la violencia, techo pan y trabajo antes que exclusión y marginalidad…  

  Gran parte de eso, sin dudas, está a nuestro alcance en la gestión de nuestras relaciones, en la forma de poner el cuerpo a lo que nos rodea, a lo que nos afecta, a lo poco de poder que pasa por nuestras manos.  Sin embargo, ese poco está a nuestro alcance para decidir, para decidirnos, si vamos a hacer algo más que votar para definir el rumbo de nuestro futuro.


  No hay libertad ni dignidad en dejar pasar los días hasta que algo no nos cuadre, hoy, cuando la misma Grecia está en entredicho, la única democracia es la permanente, ciudadana, de exigir con hechos, de hacer con coherencia, defender y cuidar lo público desde el primer al último día, no como un botín de guerra, sino como algo que será entregado a nuestro mismo futuro común: indivisible, a pesar de todo, inevitable aunque miremos al costado.  

  Un futuro frágil, incierto, en un mundo cambiante y amenazador que cada día colapsa y se redefine en sus convicciones.

  En ese futuro estaremos todos, absolutamente, lo que nos toque a todos es solo una parte de lo que haga cada uno: hoy, ayer, también mañana…



Felices e Incapaces

  Bueno...   Siempre es un problema conocer a gente importante.  Y es un problema porque la gente importante tiene problemas importantes... ...