Antes que nada, el hecho de la jardinería, como acción modificadora, práctica, artificial, es un hecho de violencia, de interferencia sobre el devenir natural de las especies, que proviene de millones de años de interacción y supervivencia común y mutua.
Como tal, efímero en su esencia, su prevalencia depende de un mantenimiento constante, de una planificación detallada, y de un reajuste permanente de frecuencias, horarios, especies, estructuras, insumos, materiales y metodologías de trabajo, para lograr un resultado estable que exprese claramente los ideales estéticos que se quieren representar.
Entonces: dado que un jardín se refleja antes que nada en si mismo, ya que la única historia es su historia, -mas allá de relictos o vestigios que remitan a otra historia u otras historias del predio- debe existir siempre un encadenamiento o contacto entre los diferentes escenarios o etapas, que permitan asociarlo a si mismo.
Siempre debe existir, la permanencia en el cambio, el cambio en la permanencia. Como el mar, que toca todas las costas, el jardín puede expresar todas las emociones, desde la furia de la tormenta hasta la calma chicha donde nada se mueve, que también es movimiento y vida, como postal y escenario del movimiento o el reposo de la vida y la energía.
Debe haber, pero también debe sentirse, una ola que recorre el sitio permanentemente, de cambio y renovación, de transformación...
Por lo tanto, deben establecerse:
Entonces, para resignificar un espacio artificial o natural, para que nos brinde productos tales como tranquilidad, belleza, recreación, por ejemplo, o lo que pretendamos obtener, debemos conocer, primero que todo, en sus dimensiones, paso a paso, el espacio práctico que hará de marco a nuestra representación.
Conocerlo es caminarlo, olerlo, amasar la tierra, trepar, saltar, mirar, mirar, mirar, cambiar de ángulo, de enfoque, sentir el sol, la sombra, el marco externo, identificar o buscar puntos centrales y de acceso, pendientes, desagües, identificar infraestructuras subterráneas como cables y caños, lugares de procesamiento de residuos, de recreación o juego, espalderas, monumentos y pedestales, cercos, charcos, estanques y vertientes, flora y fauna, microflora y microfauna.
Bien... con esto podemos empezar, pero antes que nada, debemos saber con que materiales contamos, naturales o de la zona, baratos, accesibles, sin costo de flete, reciclados, de antiguas construcciones, o sea, todo de lo que podamos disponer abundantemente para establecer la base del estilo, para fortalecer el efecto de cualquier inversión.
Al pensar en eso, es importante tener en cuenta que un jardín no tiene zonas muertas o de sacrificio, cementerios, etcétera, todo el espacio es el jardín. Cada rincón, debe estar especialmente cuidado, en su formato y significado.
Al elegir los materiales debemos tener en cuenta que entre lo durable y lo biodegradable, entre lo gratis y lo inaccesible, hay una gama de alternativas mas o menos infinita.
Luego, hay que estirar la mirada, a cien años, de lo que es el espacio y generar las infraestructuras estratégicamente, listas para su reutilización o intercambio dentro del mismo jardín, cuando la evolución del sentido, plasmada en la solidez de los resultados, nos permita acceder a otro escalón conceptual, donde incorporaremos nuevos materiales, técnicas o artificios.
Un jardín no se hace en un día, sino que se construye a través del tiempo como una montaña de cuya cima nacerá un día una cascada.
Si vamos a planificar un jardín, si vamos a tener un jardinero, si vamos a ser nosotros mismos, quienes dispongamos de nuestro tiempo para cuidar ese espacio, quiere decir, que en un lapso de tiempo, tendremos un resultado vivo, hermoso, funcional, disfrutable.
Si no extrañamos la paz de sentarnos en nuestro jardín, cuando estamos fuera, sometidos al estrés cotidiano, al cemento sin fisuras de las fabricas y las oficinas y las calles, enfrascados en la lucha diaria, no valía la pena...
Al ingresar a un jardín tenemos que poder despegarnos de la civilización que nos desgasta, recuperarnos, hacernos seres hum
anos de nuevo, recoger frutos de las plantas, de los setos, de los arboles, caminar descalzos, desnudos, sin que nada nos lastime, nos ofenda, llenarnos de colores, de aromas, de emociones, perder la voz, para escuchar los sonidos del viento, los insectos, los pájaros.
El trabajo en un jardín maduro es casi imperceptible, porque lo que hacemos desaparece, se funde, se integra con el resto, como si fuera casualidad, o un capricho del paisaje, mientras lo que crece repta suavemente por líneas y esquemas preestablecidos donde se optimiza su cuidado y control.
Claro, el trabajo debe ser minucioso, detallado, exacto, y no deben quedar huellas de residuos, roturas, charcos, alambres, etcétera...
El trabajo de las maquinas se vuelve una necesidad mayor en cuanto aumenta la superficie, y hay, sin dudas, una variedad de herramientas a motor o autopropulsadas, con la capacidad de realizar casi todas las tareas de formateo, aunque el detalle, la técnica y el concepto, encuentran su perfección en las manos humanas y sus pequeñas herramientas.
La velocidad de los engranajes industriales raramente puede producir la suavidad de terminaciones, la exactitud en el corte o la creatividad en la expresión de intenciones y emociones que se busca al modelar el material verde.
En cuanto a la tierra, es imprescindible ensuciarse las manos cotidianamente, comprobar y sentir las consecuencias del agua y la falta de humedad, la estructura del suelo, la capacidad de entrega y plasticidad que nos permitirá delinear estructuralmente espacios y senderos, territorios y familias de especies compatibles con sus posibilidades reales.
Entonces...nada, o casi nada, debería quedar librado al azar, todas las posibilidades deben ser previstas, y las imprevistas, catalogadas, para tener un plan de acción, de reacción, de resolución.
En un año agrícola, el mismo terreno debe estar capacitado para cumplir funciones a veces opuestas, a veces complementarias.
Nuestra tarea será enlazar estos escenarios con la anticipación suficiente para lograr continuidad en el paisaje, armonía en el cuadro, y eficiencia en la circulación interna de materiales, desperdicios e insumos.
Si hablamos de circulación interna, podríamos imaginarla como lo que podría pasar si nuestro espacio estuviera encerrado en un cubo de cristal, o sea, cada gota de agua que cae, cada terrón de tierra debe tener un camino por donde circular, arriba y abajo, de un lado al otro, como en la misma naturaleza.
Para que el sistema se mantenga siempre fresco y rozagante, si es posible -luego del formateo inicial- reciclaremos y recircularemos el agua, la tierra, el material verde para optimizar el ciclo de nutrientes sin la necesidad de incorporar permanentemente insumos nuevos, ni expulsar basura y desperdicios que podrían transformarse y procesarse internamente.
Claro que, ante niveles estructurales y/o eventuales de desperdicios, es necesario expulsar rápida y enérgicamente estos excedentes.
Muchos trabajos pueden dejarse para mañana, pero retardar el descarte de restos y residuos, produce nichos ecológicos nuevos, oportunistas, que generan, y generarán, desequilibrios no deseados en el ecosistema que estamos tratando.
Esto también tiene que ver con el resultado práctico de la energía que pongamos en el lugar, que por definición, será siempre limitada, caótica, intermitente, ya que, logrado un sistema de consumo, reciclar y procesar los residuos en su lugar de origen siempre demandara mucho menos esfuerzo y mejores resultados que expulsarlos y sacarlos del sistema, solamente nos toca encontrar la manera de hacerlo.
En ese aspecto, y relacionado completamente a la salud de las plantas y del suelo, nuestros mayores auxiliares serán la microflora y microfauna presente o que podamos aclimatar como esqueleto estructural del ciclo de los nutrientes.
Luego, nos toca esquematizar y sistematizar el agua, tomando los diversos estados y manifestaciones como parte del contexto total: lluvia o humedad atmosférica, temperatura, vientos, asoleamiento, condición del suelo, almacenamiento superficial, subterráneo o en verde, capacidad de circulación, carencias, provisión natural, artificial, estacional, intermitente, esporádica, abundante, descontrolada, etcétera
En cuanto a sanidad, todo comienza en la tierra, en el sustrato: una planta sana y fuerte, será siempre menos susceptible a la invasión y el daño por otras formas de vida. No encontraremos grandes problemas, por regla general, en las especies autóctonas, ya aclimatadas y adaptadas a los ciclos climáticos y a las especies que puedan usarlas de alimento.
Durante miles o millones de años, los resultados de la interacción entre predadores y presas, entre materias primas, alimentos, clima, tiempo, entre intenciones y posibilidades, se fueron regulando hacia un equilibrio perfecto, donde todas las especies producen, crecen, se alimentan, se reproducen...
Por lo tanto, debemos observar detenidamente a los insectos y pájaros tanto como a las plantas, antes de tomar ninguna medida, antes del irreversible exterminio. Puesto que la naturaleza solamente tiende al equilibrio, cualquier alteración anticipada y artificial, generará otros desequilibrios en las cadenas tróficas, en la presencia de especies controladoras.
Dado que nuestro espacio alojara a distintas especies, algunas completamente ajenas al clima y el terreno, lo ideal es forjar su hábitat de la manera mas parecida a su lugar de origen, lo cual llevará a un detenido análisis de la incidencia de los factores climáticos, como asoleamiento o heladas, duración del día, viento... pero además de protegerla y motivarla, a la planta hay que darle lo que necesita, en cuanto a nutrientes, acidez, humedad, textura, etc.
Entonces, como hay distintos brillos y tonos de verde en el follaje, también existen tonos de color en la tierra, en un ajedrez que nos permite realizar ciertas variantes, y otras no.
El método mas difundido a gran escala para establecer exitosamente una planta, lamentablemente, es el azar, es el de "prueba y error", aunque, todavía, se puede capitalizar la experiencia ajena, consultar, informarse, y trazar una perspectiva hacia el año climático y hacia la evolución del espacio, que comparten otras especies.
Cuando una planta muere, muchas veces, no quiere decir que no pudiera tener un lugar en nuestro jardín, sino que no hemos hecho las correcciones adecuadas a su adaptación. Como regla a seguir, todo lo que se haga de forma correcta, anticipada, y cuidadosamente dará los mejores resultados.
Los bordes deber ser nítidos, los limites visibles, los espacios diferenciados. Salvo que sea una zona de transición en un mismo contexto, siempre hay una línea, una frontera visual que delimita y guía la mirada, que encierra sectores homogéneos y definidos.
Los caminos, senderos y accesos, deben ser cuidadosamente privilegiados en ese aspecto, pues funcionan como esqueleto, como base estructural desde donde construir el estilo general que conectará todas las partes en un cuadro general armónico y funcional.
El césped es para el parque como la alfombra que mantiene caliente nuestros pies, lo que amortigua las lluvias, las absorbe y reserva. De la forma y la frecuencia de segarlo y fertilizarlo dependerá su fuerza y compacidad, y de la mezcla de especies que se adapten a diferentes factores y condiciones como el pleno sol, media sombra, humedad, etc.
Lo mejor es triturarlo, dejando que los nutrientes y minerales vuelvan a la tierra, mantenerlo corto y tupido, con la salvedad de necesidades puntuales de floración o multiplicación.
El césped es la infraestructura que permite la interconexión subterránea de todo el sistema, por lo tanto los caminos o sectores sin vegetación deberán estar aislados del suelo, salvo que funcionen como drenajes o descargas del sistema, para no interrumpir ni modificar el movimiento de la corriente de humedad superficial.
Mantener esta capa fresca, mullida y nutritiva, no solo aumentará la sanidad general del jardín, sino que además, optimizara la interconexión de cada elemento vivo del sistema con todos los demás, a través de sus raizuelas, y también de hongos, lombrices, bacterias y micorrizas
Salvo "Islas" creadas o preservadas de esa manera, no debe haber espacios ni zonas impracticables, ni caminos cerrados, ni puentes rotos: caminar, inventar un nuevo circuito, conocer detalles nuevos... disfrutar requiere fluir, sin quedar atrapados en un callejón sin salida, y la totalidad del espacio debe ser accesible, para transitarlo sin apuros ni ansiedades, sin recelos.
También, debe tenerse en cuenta que, mas allá de la "planta" o el espacio sobre el que diseñamos, las características de árboles, arbustos y enredaderas, en su continua competencia por la luz, harán que se expandan fuera de nuestros límites, se empujen, tuerzan y retuerzan, mientras con sus raíces exploran y conquistan el subsuelo
La modificación de un elemento, genera nuevas perspectivas para los demás, y siempre, es mas fácil mantener la coherencia desde el principio, que hacer correcciones tardías que desencajen la armonía y el concepto buscado.
Por lo tanto, es menester empezar y atacar siempre primero lo fundamental, lo mas visible, lo mas fuerte, porque esto alterará la línea de todo lo demás, mostrando nuevas sectores a rectificar. Amen de lo anterior, siempre es mejor ir despacio que rápido, ya que lo que se corta y tala, ya no puede retroceder.
También, nunca hay que perder de vista que el espectro total de fenómenos y relaciones ambientales de nuestro espacio objetivo, se muestra completamente a través de un año calendario, donde podemos apreciar el paso y traspaso de una estación a otra, la cantidad de agua caída en que momento, los vientos predominantes, la interacción con el entorno natural y social humano.
Teniendo cada clima y cada estación requerimientos y necesidades propias, así como carencias y excesos, son detalles que deberemos atender estructuralmente.
Cuando tengamos un jardín compacto y diverso, equilibrado, o al inicio de su tratamiento, o mientras reestructuramos y aprendemos, seguramente comenzaremos a ver nichos que estaban ocultos, microambientes, o lugares sin solución, o parcos, pero que podríamos adaptar a diversas especies presentes o de fácil acceso en nuestro entorno.
Es fundamental ejercitar la mirada sobre los proyectos ajenos, sobre el efecto del escenario verde por el que caminemos, sobre las líneas y caídas de espacios verdes públicos o privados, donde podamos fijar la vista.
Puesto que una inmensa variedad de especies vegetales, prenden de gajo, esqueje, o simple trasplante, además de las semillas, necesitamos como algo fundamental, un lugar determinado que reúna condiciones de protección y tranquilidad donde multiplicar o germinar plantas, tomando los cuidados y el tiempo necesarios para instalar una planta en maceta, lista para su inserción exitosa en el predio.
A gusto de cada persona quedará si ese espacio es fragmentado o desestructurado, interno, externo, móvil, etc. siendo lo importante que exista, y que produzca, dando lugar a la experimentación y la creación.
Debe existir el juego, además del aprendizaje, los espacios lúdicos que mantengan nuestras perspectivas móviles y frescas, para transmitir ese enfoque a la variabilidad y el cambio que renueve nuestro campo de acción, y por lo tanto, la mirada o las miradas sobre el mismo.