Amanece.
Observo una flor en mi patio: la brisa de la mañana pasa a través de sus pétalos, suaves y semitransparentes, moviendo los reflejos que el sol, aun tibio, dibuja sobre su rugosidad aterciopelada.
Si fuera una flor artificial, seguramente, podría ser asignada a un color determinado de nuestra educación visual: químico, industrial y exacto, seria sin dudas roja o bordó o violeta, o cualquier otro color estandarizado con que tiñen el plástico de los juguetes para niños, las paredes de los salones de las embajadas y hospitales o el acero de las armas de una guerra cualquiera... pero no, esta viva, la flor, y el color también, y no hay definiciones que puedan abarcarlo en su totalidad con exactitud.
Nuestro sistema de vida y nuestra escala de valores, no tienen tiempo para detenerse en cuestiones que no rinden dinero en efectivo, o escapan completamente al marketing. Consecuencias? Mi mundo carece de correlato en el idioma que hablo, y debo inventar palabras y adjetivos extravagantes si quiero representar o comunicar mi experiencia. Si quiero construir y convivir desde mi mismo. Eso dicen que no está bien.
Pero los niños inventan palabras, no solo juegos y amigos, porque son dueños de
su mundo y sus emociones, sus vivencias, sus decisiones...y después inventan
canciones, e inventarían idiomas enteros si los dejáramos ser, en vez de
recortarlos hasta un estándar de sumisión voluntaria y productividad
que garantice su futura utilización por el sistema.
Claro, porque todo se resume y finaliza ahí: somos engranajes humanos que
alimentan y hacen funcionar una maquinaria que destruye la esencia misma de la
vida para transformarla en dinero, y a este en poder.
Entonces, los colores se reducen a un catálogo de pinturería, las emociones a
lo que nos permiten los libros de autoayuda, y las palabras a lo que autoriza
el diccionario, que, como garante de la arbitrariedad establecida, solo deja en
pie lo que describa adecuadamente las relaciones de poder autorizadas y
dominantes.
Todo lo demás está prohibido, porque quieren hacernos creer que es el idioma el
que refleja el mundo, cuando es el mundo el que permanentemente crea nuevos
idiomas que abarquen la creación constante y la evolución de las relaciones
sociales, así como de la sociedad con el resto de la naturaleza.
Por eso molesta tanto cuando dicen "nosotrxs", "chiques", "amig@s" o cualquier otro formato que no deje en claro una predominancia sexista, clasista, etcétera, en todos los ámbitos de la lógica, la convivencia o el pensamiento... pero los nuevos formatos no piden nada prestado a sus opresores, y vienen con su propio equipaje de idiomas y palabras nuevas para representar lo que no existía, lo que no podría nacer a la sombra artificial de la semántica clásica, que un día fue establecida con el fin de que nada nuevo nazca nunca.
Entonces habría que quemar los diccionarios, no solo las iglesias y los burdeles, las casas de cambio y las oficinas de gobierno...aunque, sin ir tan lejos, podríamos comenzar por inventar las palabras que nos representen, que realmente nos definan, y a nuestro mundo.
Pero... no deberíamos caer en el mismo error que sirve para suplantar un
imperio por otro, una sumisión por otra, y defender palabras como si fueran
hechos y cosas, en vez de su representación, porque el idioma no construye
nada.
Si, si queremos redefinir el mundo y las relaciones personales y sociales, nos
toca actuar con coherencia y tenacidad, construyendo nuestro entorno y nuestros
marcos de interpretación, de una manera tan cotidiana y permanente, tan
inexorable, que genere su propio idioma, su propia lógica y su propia capacidad
de construcción.
Si los nuevos idiomas(que reflejen las nuevas intenciones, interacciones y construcciones) pueden establecerse y enlazarse a través del abanico actual de lenguajes, sin volverse un nuevo planteo ciego de dominación total, podría extenderse la capacidad de interpretar y comunicar, de percibir y transitar el mundo hasta que nos abarque a todos, a todas, a todes... a t&vd#hs
Y así conviviremos al fin en un planeta donde el fin no sea dominar y exterminar, sino realizarnos como una porción del infinito idioma con que el planeta tierra se comunica con la existencia.
Observo una flor y me siento encarcelado por el sistema de valores humanos...
Sin embargo, hoy también tiraré nuevas semillas a la tierra...